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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Réquiem para mis esquinas. (De la columna de los lunes, días difíciles si los hay) Por MCavalieri.

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Las esquinas viejas de la ciudad que adopté (o me adoptó) están muriendo.
Las casas altas de ladrillo gastado a las que se les adivinaba un piso rugoso de pinotea y un olor a pasto y a pasado en las entrañas, están siendo reemplazadas, refaccionadas en nombre de la modernidad y del progreso.
Paredes humildes que me vieron llegar, a través de telarañas y tierra, con el bolso de las ilusiones al hombro y una sonrisa, acaso la más real, colgando de una boca adolescente.
Escalones de mármol blanco erosionados por el viento de los años que le dieron cobijo a mis tristezas en días grises de invierno.
Cuántas soledades se me quedaron enredadas en las rejas vestidas de herrumbre y cuántos besos compartidos con la luna, y cuántos suspiros provocados por el extrañar de otros cielos estarán atados para siempre a los hierros fríos de antiguas bienvenidas.
El futuro llega, algunas veces, demasiado pronto. Sin darnos cuenta avanza, insensible, y se lleva las pruebas palpables de que una vez hubo un ayer que también vivimos. Después, sólo nos queda la memoria en batalla constante con el olvido.
Ya no habrá testigo alguno de mi primer poema, no sabrá nadie qué significó aquel “transitar calles azules” que escribí a la sombra de un balcón en ruinas que me guareció, a mí y a mi soledad, de la lluvia.
No existirán ojos imaginarios detrás de las puertas de madera ni de las ventanas con postigos que me vean pasar cargada de sombra y de nostalgias, de amigos que perdieron la pelea con la muerte, de sueños que salieron volando una mañana para no volver.
Qué será de mí cuando desaparezcan todas mis esquinas: con ellas se irán las causas, el porqué de esta Melina que me observa a diario desde el espejo sorprendida de verme tan cambiada. Y qué será de la ciudad sin sus nobles encrucijadas...
Lo peor es que no sólo mi pasado se llevarán los traidores del recuerdo, entre ruidos de demoliciones también destruirán el de esos otros que, en noches cenicientas, confiaban sus secretos a los llamadores de bronce.
Esas vidas que blanquearon los escombros cuando eran estructuras nuevas rodeadas de enredaderas jóvenes y tímidas, esos niños que jugaron a la altura de los zócalos, brillantes entonces, entre pelotas de trapo y muñecas de porcelana, que dejaron su nombre impreso en el barro cocido creyendo en inmortalidades, morirán vencidos y llorosos, aplastados por el polvo, al igual que esa otra que fui cuando ya no la recuerde.
Me despido ahora de mis hadas quejumbrosas y lúgubres que no tenían varitas porque la magia habitaba en ellas cuando asilaban a las islas que, derrotadas, buscaban un hombro duro y fiel donde apoyarse.
Y, tal vez, este escrito sea una forma de vengarse, una última lucha en contra de esos edificios prácticos e iguales, de ventanas simples y bloques de cemento, que se levantan en dos días y que casi no provocan gastos.
Edificios que podrán ser la novedad, pero carecen de fantasmas.

Texto agregado el 08-03-2004, y leído por 439 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
09-03-2004 Mi padre, que transita veredas desde hace rato, nunca quiso volver al pueblo de su infancia temiendo a los vientos oscuros que voltean casas y derriban higueras adoradas. Él dice que tiene intacto el recuerdo y los aromas como recién lavados, y que volver a aquella calle sería como descubrirle el truco al mago y ver de pronto que la equilibrista tenía las medias corridas o al león le faltaban los dientes. Me has llevado a la casa de mi padre Melina y eso ocurre cuando tus palabras se hacen alfombra y vuelan por un cielo de zafiros. Muchas gracias. Morana
09-03-2004 Excelente, y como dicen por aquí exportable a muchas ciudades, me pregunto donde se esconden los recuerdos de aquellas casas de piedra o ladrillo visto con sus ventanas llenas de flores, quizá se los llevó la gente. Quizá también se lleven el porqué pero no a esa Melina que te observa desde el espejo. Está cuidado al detalle. Mis estrellas y un abrazo burbuja
09-03-2004 Como la canción de Sabina: " Y nos dieron las diez y las once y las doce y la una y las dos y las tres..." Y cuando volvió, el muy tonto, al año, el bar se había convertido en un banco. margarita-zamudio
09-03-2004 elogio:Alabanza de las virtudes y méritos de una persona o cosa crítica:Arte de juzgar y evaluar las cosas comentario:Juicio, valoración o crítica, emitidos oralmente o por escrito. De modo que si yo digo que este trabajo me parece estupendo, de acuerdo a la Real estoy efectuando un comentario, y si digo que me lo parece porque las frases están cuidadas, porque el rítmo es adecuado, porque la adjetivación ha sido medida y precisa, porque el tema es de actualidad, y ha sido comunicado eficiente y eficazmente, estoy ejerciendo la crítica, y si estoy remarcando las virtudes de el texto, es un elogio...bien, entonces sí, lo ves. Decir que este es un trabajo estupendo es un elogio. tómalo como tal ...Un beso con abrazo incluído. Gracias hache
08-03-2004 Comenzar el lunes con tu poesía es estimulante, promediar el día con ella, un cable a tierra, y leerte finalizándolo, algo así como un bálsamo para los dolores de huesos, piles ardidas, jaquecas pertinaces, y broncas sin digerir. Agradecido por tu presencia, invariablemente talentosa. Una Columna con mayúsculas, impecablemente hecha. Un abrazo albertoccarles
08-03-2004 Cuando dentro de mil años excaven entre las ruinas los edificios del final de mi calle, descubrirán las canicas del Chefa, la lima de Javi, los restos de la bomba de Beni y el olor de mil noches de verano con una banda sonora de risas y de canciones de niños. Muy hermoso Melina. juanrojo
08-03-2004 válido para cualquier ciudad histórica, tus columnas sin duda las más literarias. barrasus
08-03-2004 En mi pueblo natal al final de mi calle se erigía un árbol de proporciones que me parecían gigantescas…lo arrancaron de cuajo, en su lugar plantaron un horrible edificio que ni siquiera encajaba con los antiguos que lindaba, mataron dos esquinas de un hachazo, no pude comprender entonces como podían asesinar tal número de juegos, de promesas, de amores. Lo peor de todo es que no podría regresar jamás aquellos recuerdos, hoy casi no puedo imaginarlo, tan borrosa ya resulta su imagen que no sé si dentro de unos años ni existirá allí. Un abrazo Cardon
08-03-2004 Cuando recorrí hace 4 cuatro años mi amado Curanilahue, ya había descubierto que en donde otrora El Jhonny me acogiera entre canturreos y seducciones de una noche hasta que viniese a desalojarnos la aburrida policía de las madrugadas sabatinas..., envidiosa de tanta alegría de un restaurante bohemio como ya no hay; y en su sitio construyeron un supermercado, me percaté que, parafraseando a Patricio manns: De repente los lugares desaparecen. Y no sólo ellos, sino también las risas y los tragos y las corneadas y las esperas infructuosas. La gente también se va, llevándose sus catres a cuestas y dejándote ahí, con la mirada atónita descubriendo que envejeces y te quedas con una soledad más triste que las que la más trsite que imaginaste... venicio
 
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