Nunca te pedí que llegaras. Pero una vez viniste de otro planeta. No lo sabes, pero pronto poblaste con tu melodía, con tus notas, con tu color mi mundo gris y desolado. Quise soñar que te soñaba, pero no pude, porque tú eres real. Tu mundo y sus creaciones vinieron a poblar mis sueños, yo nunca te lo pedí. Tus pasos marcaron un difuso camino para mis pies que tiempo atrás se habían negado a avanzar porque nada vale la pena, yo nunca te lo pedí. Si alguien me preguntara si algo vale la pena, no tardaría mucho en responder: sí, una cosa, tú. Si tuviera que medir lo único profundo y verdadero que he logrado sentir alguna vez, sería lo que he sentido por ti, lo que siento. Y yo nunca lo pedí. Todo lo que te rodea es terriblemente acogedor, no sólo para mí, eres más que un hogar. Sólo te pido una cosa: que nunca te marches.