Como siempre corría y corría, no importaba si hacia calor, si hacía frío, si había sombra o la luz traspasaba su mirada. Si, lo era, y no le avergonzaba, fanático al deporte que le había dado tantas alegrías, tantas tristezas; su pasión, su amor, para él su única vida.

Su sueño, ser un jugador profesional, tanto, que le obsesionaba, le inquietaba. Muchas veces, se levantaba con el sol, se olvidaba que debía comer, su cuerpo se concentraba únicamente en el balón, así fuese el día más cálido y bochornoso, o fuese el más oscuro lleno de sombras…

Aunque pocos lo crean, tal fue su amor al deporte, que logró realizar su sueño, solo por su propio esfuerzo, y aunque casi no lo logra, porque lamentablemente las palancas y la sencillez de su ser no es visto con buenos ojos.

Hoy, no es el mejor de los jugadores, pero tampoco el peor; puede que a veces se agote, se altere, llore, ría, celebre, pero para él, lo único que importa, es su felicidad, pues a muchas personas en el camino la boca les cerró, no creían en él, pero eso no era importante, pues su fe en su ser ganó; y por ello, se esmera para ser el mejor.