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-Lo caché, estaba durmiendo don Lizardo.
-No, si yo no duermo mijo. Dormitaba un poquito no má, ¿Quiere que lo lleve al American?
-No don Lizardo es muy tarde. Vamos pa’ la casa y con velocidad, mire que ando carga’o. Acuérdese qué a fin de mes le salpico lo que le debo... y ¿cómo a va la cosa?, se termina el verano ¿ah?, pero hubo gente este año, a mí me fue re bien en el local...
-...
-¿Don Lizardo?
-...
-¿Qué le pasa Don Lizardo?
-Cáchese esa postal, Miguelito.
-¿Cuál? Yo no veo na’ don Liza, más que la plaza vacía y sucia como siempre y los pacos tomando café.
-No, Miguelito, mire el espejo retrovisor, y fíjese en la Luv blanca estacionada detrás de mi taxi, pero piola y dígame que ve.
-Veo la camioneta del lechero con el lechero al volante esperando que sean las 6 de la mañana pa’ ir a repartir leche como todos los viernes... ¿Qué te pasa viejo chucheta, ya tay cura’o?
-No poh mijo, si usted sabe que ya no le pongo. Lo qué le quería mostrar es que el lechero no esta sólo ¿A qué no sabe quien se subió al auto hace un ratito? Tírese un nombre...
-La alcaldesa... ¿qué se yo? No sé pues don Liza, ¿por qué no enciende la maquina y vamos, ya que en cualquier momento el alba despunta?
-Ya, si ya vamos. Pero el lechero está con Rumualdito.
-El enfermito. El que cuida autos. Y desde cuando el lechero se hizo amigo de Rumualdito. Yo sabía que lo tenía pa’ los mandados...
-Sí, pero no sabe lo que me contó el otro día el lechero.
-¿Qué le contó?
-Un día que estaba estacionado en su camioneta se le acercó Rumualdito. Usted sabe mijo que al lechero lo dejo la señora hace unos meses, bueno eso es sabido en todos lados y que se fue con su mejor amigo, pero yo, que he hecho buenas mijas con el lechero, supe que el hombre no sé ha podido olvidar de su esposa y que esta más sólo que un de’o. La cosa es que Rumualdito se ofreció para hacerle compañía.
-¿Cómo así don Liza? ¿De qué esta hablando?
-Un día va, se sube en el asiento del copiloto y le dice: Uyyyy que lo veo tan solito señor, si quiere yo le chupo el pico y si se le para me lo pone... Así tal cuál.
-Pero si es sabido que Rumualdito es mariconcillo y se ofrece barato. Una vez unos raperos le rompieron tres costillas por tocarle el poto a un negro. ¿Qué es lo diferente?
-Lo diferente es que el lechero aceptó. El hombre me contó y me dijo que le había aforrado después de la propuesta, pero como ve... esta noche parece que estaba más sólo que otros días...
-Lo único que faltaba ahora la leche nos va llegar amarga.
-Jajajaja, que es ocurrente usted Miguelito.
-...
-...
-...
-No valla hacer que un día Rumualdito se le suba al taxi don Liza y usted ande con un ataque de soledad.
-No pues Miguelito, yo le tengo aprecio a usted y a su padre que es n hombre de bien, pero no me insulte. Usted sabe que yo soy bien hombrecito y si no estoy con una mujer es por la memoria de mi doña que ya partió. Porque mujeres no me faltan...
-Discúlpeme don Liza... se me olvidaba lo del accidente.
-...
-Sabe don Liza, yo nunca le he preguntado, pero usted nó quedo con ninguna secuela después del volcamiento. Mire que yo vi como quedo su auto y estaba pa’ la miseria don Liza...
-No ninguna, salvo la perdida de mi doña que con 53 años me dejó. Pero yo vi la luz Miguelito, yo vi la luz.
-Cómo así don Liza, hasta donde yo sé usted estuvo inconsciente tres días.
-Y claro que sí, tres días y vi la luz. Usted habrá escuchado eso de la luz al final del túnel...
-Algo he leído.
-Bueno, yo iba en mi taxi nuevecito, pero no este ni con el que tuve el accidente. Era un chevrolet opala del año 59... el primero que llego a San Antonio y era mío. Los cabros del sindicato me envidiaban, pero yo feliz lo maneje por 5 años. Era negrito y reluciente, lo cuidaba como hueso santo. Tanto así que una vez que llevaba al cónsul de España pa´l casino de Viña se le ocurrió subir los pies al asiento y yo se las canté: Señor usted podrá ser muy diplomático, pero en mi taxi no... no ve que el cuero es nuevo...
-¿Y qué le dijo el cónsul?
-Na pues, bajo los pies no ma’... nunca más lo vi eso sí.
-Y lo de la luz don Liza... eso me estaba contando lo de la luz.
-A claro yo iba por un camino de nubes. Habían nubes por todos lados y a lo lejos una reja de oro. Aunque estaba lejos yo la distinguía igual. Yo sólo escuchaba el ronroneo del motor e iba en segunda, más apacible que nunca, usted sabe que yo manejo calmadamente y lo del volcamiento fue culpa del camión que iba adelante...
-Tranquilo don Liza, si yo sé que maneja bien y que la culpa fue del camionero. En El Líder quedo claro que usted fue víctima...
-Si, pero no lea ese pasquín, prefiera El Proa Regional. El caso es que iba en mi taxi y un señor de negro, con gabardina negra, con sombrero negro y zapatos negro me para... ahí, en mi camino a la luz, ese señor quiere que le haga una carrera...
-¿Quién era don Liza?
-¡¡¡Era don Sata, Miguelito...!!!
-Pero, don Liza que está dicendo: ¿Usted se topó con don Sata en una avenida de nubes? ¿Usted cree que soy huevón?
-No le estoy tomando el pelo mijo. Tenía los ojos rojos, rojos como el infierno. Yo pare porqué, hasta ese momento de mí vida el lema era no rechazar ninguna carrera. Ahora, claro, me pongo más chúcaro con tanto asalto... Bueno me pare a su lado y con solo verle los ojos supe que era el mal amigo...
-Y qué hizo don Liza...
-Ahí mismito, antes que me hablara yo le dije: Señor, con usted, ni a misa... puse primera me fui. Luego mire por el espejo y no estaba, había desaparecido. En ese momento el oro de la puerta brillaba más reluciente y si no me meé en el asiento en aquel momento junto a Belcebú no me orino nunca.
-Buena don Liza... no sé si creerlo.
-Pa’ qué le voy a mentir Miguelito, si eso no es todo.
-Va tener que contarme en otra viaje por que ya estamos llegando. Déjeme acá no más así no se tiene que dar la vuel...
-No se baje todavía espéreme un segundo qué le cuento el resto.
-Bueno sígale, pero 5 minutos, mire que los pajarillos ya están contando...
-Yo seguía en mí taxi y la luz era cegadora. La verdad era que si llegaba a la puerta llegaba... sino de vuelta al mundo de los vivos no más. En eso se me apareció la Virgen... e iba con el niño en los brazos. Yo me paré a un costado y me baje para abrirle la puerta... “lléveme al cielo don Lizardo”... me dijo. Y ahí la pense. Como estaba inconsciente no sabía que mi doña había muerto ya, pero yo no la quería abandonar y es que la amaba mucho y aún la amo. Así que le respondí a la Virgen que pa´ allá no iba, que yo me devolvía al tierra... Así no más y ella me mira con unos ojitos tan dulces Miguelito y me dice que soy un hombre bueno, que aunque rechace el cielo, tal vez en un futuro se me ofrecerá de nuevo... Me subí más feliz que la cresta, encendí el motor y desperté del coma... no el miento, puse el contacto y abri los ojos. Lo primero que vi fue una enfermera gorda que llamaba doctor Flánagan.
-Qué increíble don Liza... pero ¿No se arrepiente de no haber llevado a la Virgen al cielo después que supo que su señora había muerto?
-Todos los días de mí vida, pero sabe una cosa Miguelito: Yo soy un taxista bueno y estoy seguro que el Barba lo sabe y llegado su momento me veré nuevamente en esa calle de nubes con mi opala, mis casetes de Sandro y con una carrera directa al Paraíso de los taxistas: Un lugar donde la bencina esta siempre a 300 pesos el litro, no hay patos malos y tampoco frescos de raja que proclaman a los cuatro vientos que les va bien durante el verano prometiendo a fin de mes pagar todas las carreras juntas y, en definitiva, no cancelan ni una huevá.

Texto agregado el 11-03-2004, y leído por 395 visitantes. (0 votos)


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