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Inicio / Cuenteros Locales / delValle / EL MISTERIO DE MARAGABOMBA (Pergamino # 3)

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TRABUCO
Antes de la guerra de independencia en Cuba, allá por el año 1850 0 1851, por la zona de Magarabomba, un pequeño batey localizado al noroeste de la villa de Puerto Príncipe, hoy Camaguey, existía un hombre muy famoso por su fuerza descomunal.
Hoy se puede escuchar entre los habitantes de este caserío y sus alrededores, las diferentes anécdotas e historias relacionadas con la fuerza bestial de este hombre, entre ellas, de cuando arrancó de raíz un viejo ciruelo que entorpecía el paso de las carretas hacia el poblado de Esmeralda o de la vez que se echó sobre sus espaldas cinco horcones de caguairán, trasladándolos a quince metros de distancia, ante más de cien testigos estupefactos, ante aquella demostración de fuerza.
Así eran los relatos que sobre Trabuco, que ganó el título de El hombre más fuerte de Magarabomba, se escuchaban por la región y no pocos forzudos de otras zonas –incluso más lejanas- venían a medirse con él salir de dudas.
Sean verdad o mentira dichas historias, lo cierto es que las tales formaban parte del anecdotario folklórico de dicha zona.
Trabuco hubiera trascendido a la inmortalidad con el título impuesto de no haber sido por el enigma que rodeó su vida, acontecimiento que le dejó más blandito que un merengue.
El campesino cubano de por sí, es dado a no creer cuanta historia le hacen. Su vida dura y rural y su corazón hecho para las sorpresas diarias, no se le acomoda bien a historias de espíritus ni de muertos que salen a pesar de que en el campo estos cuentos son los que más se relatan en noches de velatorios o en visitas familiares nocturnas.
Se habla de güijes y aparecidos pero no se cree en ellos.
Una noche vieron salir a Trabuco hacia el camino de Las Delicias. Dicen que iba con toda su fama de hombre fuerte encima. Los que lo vieron lo saludaron, siguieron en sus asuntos y pronto se olvidaron de él.
Pero cerca de las doce da la noche, cuando la luna era como una monedita amarilla colgada en lo alto de la noche, Bola, Ñañuja y el flaco Güinio los más cercanos amigos de Trabuco encontraron al pobre tirado sobre el polvo, recostado a uno de los horcones de jiquí del portal de la bodega de Candelario.
Cuentan los amigos que Trabuco estaba hablando boberías, con la mata de pelo negro y ensortijado todo revuelto y el sombrero de yarey “todo mordido y estrujado” según dijera Bola, temblando de emoción.
-Pero lo que más nos llenó de frío el cuerpo- dijo Güinio – fueron aquellas Tataguas negras… sí las mariposas negras esas, que revoloteaban como locas alrededor de Trabuco.
-Como si fuera una chismosa o un cabo de vela encendío- termino diciendo Ñañuja.
Los habitantes de la época nunca supieron lo sucedido aquella noche por el camino de Las Delicias, al pobre Trabuco, pero cuando algún muchacho travieso le gritaba “¡Trabuco, allí vienen los mariposones!” el pobre hombre echaba a decir disparates, a morder el sombrero de yarey y a perdérsele la mirada en un manto de sombra como si mirara, desde el fondo de sí mismo, revolotear a las tataguas por encima de su cabeza.

Texto agregado el 25-06-2007, y leído por 151 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-06-2007 Una bonita historia que, sin saber decirte el por qué, me hizo recordar un tiempo vivido en las Islas Canarias. Mis estrellitas para "Trabuco". Dalai
 
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