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Ahí llega la planilla rosa. Todos la quieren, pero nadie se atreve a tomarla. Luego de varios segundos, Pedro se anima a afrontar el desafío.
-Hijos de una gran puta. Otra vez jugamos a las 10.30. Estos tipos parece que nos vieron la cara.
Las quejas se desvanecen rápido y, una semana después, a ritmo cansino van llegando los jugadores del Deutsche Bank. Faltan cinco minutos y, por lo menos, ya hay once gladiadores con ojeras para salir a la cancha.
-Che gente, falta el Negro.
Sintética, pero efectiva. Simple, pero conflictiva. Otra vez la misma historia de siempre.
-Este Negro siempre se hace el boludo. Me tiene las bolas infladas.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
El reclamo de calma perece al instante. Justo en el momento en el que el técnico se digna a dar la charla técnica, llega un latigazo desde atrás.
-Estoy podrido de los que no se comprometen con el equipo. Si va a llegar siempre tarde que no venga más. Eso se lo tendría que decir el capitán.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
La voz tiene un claro dueño, pero siempre oculto. Tira la patada y se esconde, se disfraza entre las demás camisetas. Como cuando dos grupitos amenazan con pelearse. Adelante los más guapos, los más grandotes. En la segunda línea, el enano que con un cachetazo repleto de impunidad termina por desatar la batalla. Es una bomba de tiempo. Por fin el comentario hace efecto.
-Si es verdad. Que se vaya a jugar con los del country. Ya fue, no lo necesitamos.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
Sus virtudes futbolísticas son necesarias para reforzar una defensa que, en varias ocasiones, coquetea con la goleada. Pero sus noches de fiesta gozan de poca compatibilidad con el equipo. La temperatura sube y la injustificada furia no para de escalar.
-Ya fue, votemos. Levanten la mano los que quieren que se vaya el Negro.
-Tranqui papá, ya debe estar por llegar.
-Pelotudo, dejá de decir esa idiotez. No ves que ya estamos en el entretiempo.
No hay votación. Mucho menos expulsión.
-Dejen muchachos, como capitán le voy a dar el ultimátum.
Ahí viene el Negro. Descalzo, con los botines en la mano. Nada parece apresurar su marcha, pese a que es consciente de su imperdonable retraso. El ánimo del equipo está en plena ebullición. De refilón, varios jugadores construyen un escenario ideal como para que el incendio se propague rápido.
-Sory que llegué tarde. Me estaba comiendo un rico chori- aclara el negro, sacándose la pelusa del ombligo-. Qué fiestita la de anoche, ¿no? ¿Por qué se fueron a las siete? Daba para mucho más…
-Para negro, ya te bancamos un millón. Te tengo que decir algo en representación del equipo.
Las miradas lo apuntan con violencia. El capitán tiene el deber de hacer lo correcto. Siempre lo hizo. Y esta vez no será la excepción.
-Negro que sea la última vez. Y ponete los botines que ahora entrás. Estamos perdiendo 1-0.

Publicado por Deuche en 10:36 11 comentarios Vínculos a esta entrada



viernes 15 de junio de 2007
No hay lugar para los novatos
Setenta kilos de enganche rodaron por el aire. El fibroso cuerpo golpeó una y otra vez contra el suelo, como una piedra que hace sapito. Y sin embargo, pese a ser consciente de que una vez más su despedida iba a estar teñida de rojo, su cara escondía un gesto de satisfacción.
-La próxima te la doy en la carita, imbécil.
No hubo castigos ni penas ejemplares. Mucho menos autocrítica. Como si la situación del partido lo hubiese ameritado. Hay un momento en el que el ánimo del equipo naufraga. Entonces todo cuesta el doble. Y aparecen las excusas.
-Me la clavó en el ángulo, ¿qué querés que haga?- aclara el arquero.
Casi la misma explicación a la que recurre un jugador para abandonar la prisión de los tres palos en un partido de papi, cuando hacer la pirueta más vistosa es lo único que parece estar en juego.
Es necesario voltear y mirar al banco de suplentes. No hay jugador capaz de dar vuelta un lapidario 2-0. Pocas posibilidades de recambios efectivos. Sólo queda recurrir al mañoso del grupo.
-Rulo entrá en calor.
Ahí está Rulo. Enojado con el rival, con su propio equipo, con el arquero, con el técnico, con el árbitro, con sus padres. No puede evitarlo. Pocas cosas lo irritan más que la tibieza. Huevos, huevos y huevos. Es uno de sus vocablos favoritos, aunque su significado esconda un repertorio violento y varios antecedentes colorados.
-Dale juez para hoy, me estoy haciendo viejo esperando el cambio.
El exceso le costó una prematura amarilla, pero ya está en la cancha. Listo para impedir cualquier firulete. Lástima que siempre hay un jugador con poco tacto, un principiante que comete algún exabrupto. Con tal mala suerte que dicho atropello pasa por debajo de las piernas de Rulo. Rabia contenida. Sus veloces piernas le permiten alcanzar al novato. Lo tiene a dos metros, de espaldas, indefenso. Cualquiera hubiera tenido compasión, pero la piedad es para los débiles…

Texto agregado el 03-07-2007, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


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