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Cuñarahí

Estas son palabras ficticias que tienen un concepto imaginario.

Cuñarahí: Arañita trabajadora y rutinaria.
Baelzaid: Oasis embrujado.
Aoré: Pequeño pájaro transparente; sólo se ve con la vista espiritual, y su canto es sólo oído por aquellos
que oyen el silencio.
Rinancí: Barrio burgués, lo habita gente muy culta.
Colisbar: Buscar lo bello.
Lobizcar: Buscar el lobo que hay en las cosas y las personas.
Mato: Un monte verde mojado, rodeado por una franja de arena.

Había luna llena. Afuera hacía un frío intenso y el viento parecía empujar con sus manos gélidas el invierno por todas las aberturas que podía encontrar en su recorrido. Lo lograba sin esfuerzo en los barrios pobres, donde se luchaba contra los elementos de la naturaleza con cartones, diarios viejos y trapos con los cuales se trataba de tapar rendijas y agujeros. Pero en Rinancí aunque un barrio burgués, la gente tenía otros elementos con los cuales escapar del frío.
Precisamente ahí reunidos estaban 5 personas sentadas alrededor de una chimenea en cuyo interior los leños acompañados por el fuego entonaban un canto al unísono, que hubiera hecho adormecer a más de uno de los ahí presentes, si no hubiera sido por aquel hombre alto delgado, se podía hasta calificarlo de mezquino en carnes. parado frente a ellos, Vestía de negro y sus ojos parecían penetrar todo y a cada uno de ellos. Había algo lobizcado alrededor de su persona. Emanaciones de animal, lobo quizás, que lo envolvía como un halo. Ni con la mejor intención se podía colisbar en su persona. No había nada bello que buscar. Pero todos los ahí presentes estaban fascinados de ese personaje, y no sabían si de sus ojos que parecían atraer y repeler al mismo tiempo, de esa voz que envolvía y golpeaba, o de esa boca con labios carnosos que prometían el paraíso, mientras sus palabras acercaban el infierno.
-Si amigos, repitió una vez más.- Estaba yo en el mato que como ustedes saben es un monte, verde por tanta lluvias que lo envuelven, rodeado por una franja de arena, y ahí en el centro estaba Baelzaíd el oasis embrujado. Me habían contado de ese lugar tan singular; del Aoré ese pequeño pájaro transparente que sólo se puede ver con la vista espiritual, y su canto sólo es oído por aquellos que oyen el silencio. Pero yo no veía ni oía nada. Tenía ante mí aquella presencia que adornado con plumas de pájaros parecía haber salido de un cuento de Poe. Pero para mi desgracia era real. Tan real como la Cuñarahí que según él tenía en una pequeña caja. Esa arañita trabajadora y rutinaria que con una rapidez escalofriante mata a su víctima antes de que ella se pueda percatar de su presencia. La cajita que resaltaba en su mano estaba cerrada. La vi pequeña e insignificante, de un color cobrizo. y nadie se hubiera imaginado que dentro de ella estaba acechando la muerte. Una muerte dolorosa y lenta que esperaba para salir y poder alimentarse porque precisamente su alimento eran seres humanos. Necesita cinco para quedar satisfecha. Cinco picaduras mortales aplacaban sus ansias hasta la próxima luna llena.
-No quiero relatarles aquí los sufrimientos y las agonías que viví. El pacto que tuve que firmar con mi sangre para poder salir de aquél lugar embrujado. Dejé atrás las pesadillas, el terror y comencé una nueva vida, una vida con mi compañera inseparable y fiel.-
Mientras los presentes pendían absortos de su relato, pasó imperceptiblemente de un bolsillo a su mano una pequeña cajita insignificante de color cobrizo que acarició con una ternura casi paternal.

Texto agregado el 08-07-2007, y leído por 119 visitantes. (0 votos)


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