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(...viene de Caso Bob Hope)

Entrevista 4.

La paciente, tras saludarme con cierta vergüenza, se disculpa por su hostilidad en la anterior sesión. "Tenía que asegurarme de que usted no formaba parte del juego".

Esta vez la paciente, en vez de controlar al extremo sus palabras y gestos, se muestra mucho más expresiva y confiada en el terapeuta. Tras una breve charla la paciente dice sentirse más relajada. Asegura fiarse de mí porque le pareció que perdí los papeles durante un momento, textualmente: "parecía estar realmente cabreada con el número que monté", "casi todos son buenos actores pero precisamente por eso nunca pierden los papeles cuando alguien manifiesta la metatrama".

En ese momento por fin se sienta y tras pedirme que no la interrumpa, inicia un relato delirante donde asegura haber sido “prostituta limpia”, muy bien relacionada, lo que le permitió acceder, entre muchos personajes célebres que va enumerando, a "un grupo de guionistas fracasados que escribieron películas en Hollywood cuando eran poco más que adolescentes con aires de genio". Relaciona las obras de dos célebres directores de comedia con el trabajo clandestino de algunos de estos "adolescentes". Cita frases textuales, pone fechas y relaciona nombres para enmarañar una red de asuntos turbios con un nivel de detalle y nitidez asombrosos. También sospecha de algunos guionistas e incluso directores recientes que detuvieron sus carreras en el mejor momento para "meterse en el juego". La paciente no para de relacionar filmografías, datos personales y alguna que otra anécdota pintoresca "que pasó desapercibida a la prensa" con una gran expresividad y elocuencia, con la intención de abrirme los ojos a una gran conspiración en el mundo del espectáculo.

Repite muchas veces la expresión "meterse en el juego". Le pido que explique de qué tipo de juego se trata. La paciente dice haber sido contratada hace diez años para actuar en una "película total" llamada "Bioteca" donde la vida de cada actor está marcada por las tramas de esos guionistas secretos. "Una vez que alguien pasa a formar parte del juego, no es posible salir de él", dice.

Para no perder la confianza de la paciente no me manifiesto escéptica y me limito a hacer preguntas que rellenen los huecos en su historia con la esperanza de hallar incoherencias o atisbar aquel hecho o pensamiento intolerable del cual trata de evadirse. Sin embargo, la paciente responde a cada pregunta con una lógica interna impecable y sin titubeos.

Esta especie de Reality Show, según la paciente, no es conocido porque está rodado para unos pocos magnates pervertidos que disfrutan controlando a los actores a través de los guionistas, "como una especie de snuff movie", dice. Al preguntarla porque aceptó trabajar en algo tan terrible, ella me responde que le ofrecieron abandonar su anterior vida por una vida feliz que le parecería tan real que poco a poco se olvidaría de estar actuando. Al preguntarla porqué abandonar ahora me dice que ni por un momento puede olvidarse de que todo es falso porque recibe nuevos giros de guión periódicamente a través de otros actores.

También explica que la forma de reconocer esas instrucciones son señales en clave acordadas antes de firmar el contrato; un gesto, una postura, cosas que pasan desapercibidas al "espectador". Cuando cree haber encontrado a alguien real, un nuevo mensaje le revela que también formaba parte del “reparto”. Todo es falso, "como si una niña de cinco años estuviera jugando a papás y a mamás". También dice: "Todo es caprichoso y forzado, los guionistas son pésimos, es imposible creerse nada de mi vida". La paciente proyecta el desprecio por ella misma y por su vida a través de la torpeza narrativa de sus guionistas, el someterse a sus dictados la hace sentirse más prostituida que antes. Una frase muy contundente revela ideas de suicidio: "Prefiero que me maten de una vez a que me sigan escribiendo".

En este punto la paciente no puede reprimir el llanto y después de unos ejercicios de respiración, la convenzo de la necesidad de una siguiente cita. Antes de irse me dice: "usted es psicóloga, cree que deliro, que estoy paranoica. Pero es normal, con eso cuentan ellos".

La paciente se halla enajenada de su entorno y de ella misma. Padece una profunda crisis depresiva con ideas suicidas. Clama ayuda y expone su gravedad de forma espectacular aunque no puede exponer sus problemas sin disfrazarlos. No parece querer reconocer que padece, de hecho, un trastorno paranoide aún habiendo manifestado al terapeuta el conocimiento de que existe tal trastorno. Se sitúa en una clara actitud defensiva, no quiere mostrar nada comprometidoni delega al terapeuta la tarea de encontrarlo. Los primeros apuntes diagnósticos en estas entrevistas parecen ahora claramente erróneos.



Entrevista 5.

La paciente llega veinte minutos tarde y se lo hago notar. La paciente replica: "¿es que no sabe lo que me ha pasado? y después, dice: "perdone, supongo que no tengo más opción que creer que usted es real, ya sabe".

Trae consigo un documento que dice ser una copia del contrato que firmó, me pide que le de su opinión. Tras leerlo con detenimiento le digo que parece el contrato normal de una agencia de publicidad. Ella me pide que lea las palabras que preceden el contrato, donde figura el nombre de un grupo empresarial llamado "BH". La paciente explica que BH son las siglas de Bob Hope, un distrito de Hollywood y el nombre del actor de principios del siglo XX que tuvo una gran repercusión mediática. Se rumoreaba que era el verdadero dueño de Hollywood y que, curiosamente, murió tres veces ya que su muerte fue anunciada en falso dos veces por la prensa. "Parece que tenían ganas de que muriese, ¿no le parece?", apunta la paciente.

Le pido que me aclare qué tiene que ver esto con su historia. Ella me muestra una impresión doméstica donde aparece el listado de marcas que pertenecen al grupo BH, entre ellas, el nombre de su agencia y de otra que se llama ""Bioteca". "Bioteca es, en realidad, el núcleo, las demás sirven de meros decorados donde transcurren las tramas, o son agencias, o proveedores", explica la paciente.

No quiero cuestionar las "pruebas" que muestra y pregunto qué le ha hecho buscar ayuda profesional y enseñarme estas evidencias siendo Bioteca una asunto tan secreto y peligroso. La paciente está a punto de romper a llorar, parece muy alterada. Propongo una pausa de cinco minutos pero se controla y desea seguir hablando.

La paciente explica que no es la primera vez que "manifiesta la metatrama" y que desde hace medio año ha hecho alusiones cada vez más explícitas, sobre todo a la mala labor de los guionistas que, según ella, se creen dioses. "Tenía ganas de acabar con todo", dice. Según la paciente, los actores firman un contrato normal con una de las empresas, el "decorado", pero el resto de acuerdos es un pacto entre caballeros del cual no quedan rastros. Una de las condiciones en ese acuerdo es no manifestar nunca la metatrama, esto es, que los actores, que pueden ser filmados en cualquier ámbito, no hagan alusiones a que su vida es una ficción o peor aún, aludir a la existencia de "Bioteca" o a su sistema.

Los actores saben que las consecuencias reiteradas de faltar a esta norma es "un giro de guión drástico", un accidente mortal, un viaje imprevisto del que no se vuelve, incluso sufrir una enfermedad degenerativa que actúa extrañamente rápido de la cual uno puede quedar en estado vegetativo.

La paciente dice estar segura de que el actor que hace de su marido le lanzó un mensaje en clave para darla a entender que estaba faltando a esa norma. "No puedes elegir tu destino, amor mío, sé féliz con lo que Dios te da", cita ella.

Parece ser que su "personaje" es clave, según la paciente, y su pérdida supone un serio revés para la trama total. Se posiciona así como eje central de toda la conspiración, una elegida, pero sin dejar de ser una víctima; posición egocéntrica típica en un transtorno paranoide.

"Ahora quieren que me acueste con una de mis superiores en el decorado donde trabajo, una mujer deforme, no fea, quiero decir con malformaciones congénitas, ya me entiende, es asqueroso, me quieren castigar, se están divirtiendo probando mi aguante...". La paciente dice que su superiora le ha lanzado un mensaje en clave y está segura de que ella es una actriz fiel al sistema. Las palabras exactas son muy groseras.

Pregunto a la paciente si se siente atraída sexualmente por su superiora. Reacciona bruscamente y me insiste en que es una mujer asquerosa. Hago notar a la paciente que en una sesión anterior dijo de su marido que era un hombre muy atractivo pero no aclaró si mantenían buenas relaciones sexuales y que eso es un punto importante.

En un arranque de furia, la paciente, en tono acusatorio, hace notar que sigo sin preguntar por sus padres o por su etapa de estudiante (dice no tener ninguna titulación académica). También dice que no ha trabajado más que en una empresa, siempre en el mismo puesto, ni se ha mudado de casa desde hace diez años porque simplemente, no puede hacerlo si no lo manda el guión. También me pregunta si he revisado su historial delictivo, completamente inmaculado, así como su expediente académico y su historial clínico. La aclaro que yo sólo puedo acceder a su historial clínico y que, efectivamente, no he encontrado nada relevante. Me insiste en que, si reviso su historial clínico, nunca ha tenido un problema y está siendo tratada como si fuera una lesbiana reprimida que se ha vuelto loca.

En ese momento la situación es demasiado tensa y pido a la paciente detener la sesión hasta la siguiente cita. Decido recetar dos medicamentos a base de clorpromacina y oxalato de escitalopram y convenzo a la paciente, ante su desconfianza, de que éstos son de uso convencional y que la dosis es tan baja que no notará grandes cambios.

Se perfila claramente la posibilidad de que la paciente se halle ante el colapso de un viejo conflicto de identidad sexual. Su personalidad, meticulosa, controlada y muy preocupada por las formas no puede aceptar la insistente sensación de estar viviendo una mentira pero, al mismo tiempo, sus pulsiones naturales se le antojan monstruosas (como una deformidad congénita). Su entorno laboral y familiar, en apariencia perfectos, fallan en varias cosas: no siente atracción sexual hacía su marido y no puede compartir sus inquietudes con sus amigos. Sólo en su hijo pequeño parece encontrar cierta satisfacción al contemplar su precocidad en las relaciones con el sexo opuesto. La mención a "los giros de guión drásticos", puede ser la manifestación del miedo que la paciente tiene a ser castigada por la mano de dios (guionistas) en caso de dar rienda suelta a su verdadero yo.

Que la paciente de marcha atrás en su fantasía delirante y empiece a enfrentarse con su identidad es una tarea difícil en la que es necesario la administración de ansiolíticos y antipsicóticos cada vez más potentes. No se descarta un trastorno esquizoide, ya que, aunque la paciente no ha manifestado tener alucinaciones sensoriales, son característicos los delirios persecutorios (sensación de ser espiada) y de referencia (claves secretas). Además del tratamiento sintomático, urgente ante la crisis depresiva y las ideas suicidas, se plantean terapias de refocalización y trabajo en grupo con su entorno.


Entrevista 6.

La paciente llega sin cita y se niega a esperar fuera de la consulta. Está sudando, tiene el pelo alborotado, señales de rozaduras, magulladuras y la ropa dañada.

No quiere sentarse ni colgar la ropa, está demasiado excitada para atender a razones. Me explica que su superiora le pidió, "a través de una clave de guión", mantener relaciones sexuales en su despacho, que forcejearon y la tuvo que golpear para zafarse de ella. Dice haber sido perseguida al salir del edificio donde trabajaba por varios vehículos (entre ellos, un taxi) y que los ha conseguido despistar simulando dirigirse a su casa.

Ante la posibilidad de que, efectivamente, se hubiese producido una agresión y pudiera repetirse, trato de mostrar normalidad e insisto a la paciente para que se siente y se relaje antes de seguir hablando.

La paciente no quiere escuchar, está segura de que vienen a por ella y de que dispone de muy poco tiempo. Quiere darme el número de teléfono de un vidente de televisión para que investigue yo misma y compruebe que todo lo que cuenta es cierto.

No quiero alimentar su excitación y trato de redirigir la entrevista a cuestiones rutinarias. Al preguntar si ha estado tomando la medicación la paciente estalla en cólera y grita: "¡Está con ellos!, ¡quiere drogarme!, ¡me quiere envenenar!".

La paciente aumenta su agresividad por momentos, con insultos y amenazas. Temo por mi integridad así que llamo al guardia de seguridad por el teléfono interno. Al hacerlo, la paciente se abalanza sobre mí completamente fuera de sí tratando de herirme con un bolígrafo. El guardia de seguridad, que entra en ese momento, la reduce con un disparo en el tobillo creyendo que estaba armada con algo más peligroso y la paciente es llevada al hospital.




CONCLUSIONES

Puedo asegurar que la ingesta excesiva de clozapina por parte de la paciente no ha sido inducida por más causa que el trastorno esquizoide y la crisis depresiva que sufría, ya en avanzado estado, como así apuntan sus reiteradas ideas suicidas y su patente inestabilidad emocional. También creo difícil poder evitar un acto planificado por alguien como la paciente, la cual, aunque enajenada, era perfectamente capaz de engañar a las enfermeras que le atendían. No niego que se halla dado un caso de negligencia, pero sí que afirmo que el hecho de que la paciente hubiera conseguido llevar sus planes hasta el final no demuestra la misma.

Si bien es cierto, a juzgar por su historial, que la paciente no había dado muestras anteriores de su enfermedad, es completamente normal que una crisis esquizoide se de por primera vez en la edad adulta a pesar de una predisposición genética latente, generalmente manifestada al soportar una gran tensión. En este caso, tanto su tipo de trabajo (hace cinco años fue dada de baja por ansiedad) como su conflicto interno, son causas perfectamente plausibles para disparar la primera crisis.

Las llamadas a teléfonos aleatorios son el último intento de pedir ayuda y comprensión al mundo, ya que la paciente se mostraba muy reservada en su entorno próximo. No creo que se puedan dar crédito a las acusaciones contenidas en la grabación de los buzones de voz, ni siquiera a las menos graves o circunstanciales, ya que los delirios paranoides de la paciente alcanzaban a todo su entorno, sin excepción, incluyéndome a mí como su terapeuta. Cualquier conducta podía ser vista por la paciente con una intención maliciosa y cualquier mensaje ordinario podía ser interpretado como un mensaje secreto dirigido desde un oscuro poder.

Por ello, recomiendo dejar libres de trámites judiciales a los aludidos, especialmente a los más allegados a la paciente, los cuales en este momento tienen que hacer frente al doble dolor del luto y de la culpa.

Madrid, a 9 de Julio de 2007

Dra. Mª Dolores Thompson Reade

Texto agregado el 10-07-2007, y leído por 152 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-10-2007 Espere y lo leí los alagos en el LDV. ismaela
 
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