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LA NOCHE Y SUS CUCHILLOS.

Para Marien y Antrix, de Sala de Escritores.

De repente penetra la noche hasta mi vida,
para comerse lo que a diario vivo;
le da dentelladas a mi brújula,
desorienta mis pasos, me obnubila
los gestos y palabras;
inmoviliza mi cuerpo.
La noche desorienta los puntos cardinales,
trastorna sus zonas maculadas,
-invitada renuente de los miedos-
me llega y desata los lazos amorosos, de mis culpas;
la noche trae mis muertos a horcajadas
y los lanza sin pudor al pozo de mi alma.

La noche tuerce el tiempo
aniquila el santuario de las horas,
espanta mis duendes diurnos, mis amigos;
oculta su cáliz tras las sombras,
esparce un aroma de olvidos,
me lanza sus cuchillos y me olvida.

La noche se ovilla entre mis brazos,
aniquila los restos de mortaja
… y se duerme.



A LA VIOLETA DE MI VALLE (II)

Madre de mi infancia y de mis juegos
no quiero las metáforas pulidas de un poeta
ni quiero el más bello de los arcoiris
ni la menos bendecida rosa de este mundo
para igualar tu imagen.
Me basta la memoria desde los sencillos juguetes que me dabas
para saludarte junto a la verde luz de tus ojos
salvados del olvido.

Madre de mi adolescencia y mis estudios
no quiero el oriflama celeste de los días
ni la exquisita bondad de las palomas
ni el canto de las sirenas en las tardes.
No necesito la más bella historia publicada
para igualarte a las pléyades galácticas,
tan sólo necesito la modestia de una orquidea
o el aroma celestial de una violeta
para sentir tus besos, madre mía,
para salvarlos del olvido y la ceniza.

Madre de mi juventud al lado tuyo,
no quiero tu soledad ni tus ausencias
ni quiero mis viajes taciturnos
ni mis noches de bohemia literaria
para andar con tus pies por estas calles.
para salvar mis principios
en esa paz de fuego que vivimos juntos
unidos en la idea proletaria
con la estrella de Martí dentro del pecho.
Tan solo tu voz y tus consejos bastan
para entibiar los días en la calidez de tu regazo,
solamente tu voz madre del alma, necesito,
recorriendo la memoria en mi distancia.

Madre de mi adultez y mis estuarios
allanados por tu vida y sus bondades,
aún mastico de tu pan y de tus peces,
aún camino el presente calcinado,
aún tus pasos iluminan tanta sombra
más no quiero lágrimas ni velas
ni las fotos donde me miras sosegada
tan sólo deseo madurar en tus consejos
recordarte en la lluvia y en el aire
humedecer el alma adonde llegas
cual torbellino azul, querida madre.

Miami, Marzo 2007



EL REGALO DE LOS DIOSES

Versión poética de la leyenda Naualt sobre el maíz.



Y fue Quetzalcóatl, quien descendió a la Tierra
con todo su poder,
en busca del sustento de los hombres.
Porque eran muchos los dioses en la era del Quinto Sol
y no alcanzaba el alimento.
Eran muchos en Teotihuacan
y se preguntaban
qué comeremos, dioses, qué comeremos?
Fue así que Quetzalcóatl, descendió a la Tierra
y convertido en una hormiga negra
sacó de su calor telúrico al maíz,
la semilla divina que arrancó
un pedazo de sol para vestirse.
Eso fue en Tonacatépetl llamado
El Monte de nuestro Sustento.
Quetzalcóatl convertido en hormiga
llevó el maíz
hacia el placentero lugar de los dioses
llamado Tamoanchán
allí probaron el sabor suave y dulce del maíz
y vieron que era bueno al paladar
y a la salud del cuerpo y al aire que respiraban.
Allí estaban compartiendo del manjar
Oxomoco y su mujer Cipactónal,
el Adán y la Eva Naualt de la leyenda.
Luego que los labios de los dioses conocieron
las delicias del maíz, lo bendijeron
más no alcanzaba su cantidad
para tantas hambres por venir
y así trataron de atraer hacia Tamoanchán
el Monte de nuestro Sustento
pero no pudieron
y acudieron también a Nanáhuatl,
el sol de Teotihuacán en busca de consejo
El sol, a su vez,
pidió ayuda a los Tlaloques,
para ver si con sus lluvias podían poner en sus bocas
el sabor de la semilla que los alimentaba
De los cuatro puntos cardinales
las lluvias fueron enviadas por los Tlaloques:
las azules del sur,
las blancas del oriente,
las amarillas del poniente
y las rojas del norte
Cuando la tierra quedó embarazada por las lluvias
Nanáhuatl lanzó su poderoso rayo
sobre el Monte de Nuestro Sustento
y éste abrió su vientre para siempre.
De él salió maíz azul, rojo, blanco y amarillo,
los bledos, frijoles, la chía, y todo lo que hoy el hombre
con su trabajo, sus sueños y conquistas hace
para que las cosas constituyan nuestro sustento.

(Marzo 2007)



Texto agregado el 16-07-2007, y leído por 414 visitantes. (0 votos)


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