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“...Dicho con otras palabras, me estoy convirtiendo en esa clase de persona que en nada puede creer salvo en lo falso...” (Yukio Mishima, “Confesiones de una máscara”).

Llega. No muy temprano. Le cuesta arrancar y ponerse en condiciones para soportar los avatares del día. En administración no obtiene respuesta aún a los requerimientos hechos días anteriores. Varios días. La burocracia tiene sus tiempos. Avanza. En personal le comunican la buena nueva de que salió un nombramiento. A poco de leer la resolución comprueba la trampa. Hacen hincapié en incompatibilidades que ya han sido descartadas por una nueva ley. Pero la burocracia es así. No se dieron por enterados todavía. Habrá que contestarla. En la guardia chillan las médicas de hoy porque cae una gotera del primer piso. Se rompió un filtro de esterilización. Dicen que lo están arreglando. En el primer piso hay revuelo. Se juntaron pacientes de cirugía infantil que debían estar en otra sala. Hace un mes que les indicaron con motivo de la epidemia internar en traumatología. Lo siguen haciendo aquí, trabando camas, sobrecargando la escasa enfermería, que oficia además de camilleros. Habrá que hablar con el jefe de cirugía y poner punto final a esto, hasta que pase el invierno. En el segundo piso también hay revuelo. Considerable trabajo para la planta y las residentes. No quedan bocas de oxígeno disponibles. Muchas derivaciones. De servicio hospitalario nos hemos convertido en regional, y la fajina es mayúscula. Poner buena cara, bancarse rictus de cansancio, prometer tiempos mejores, más recursos en tiempo y forma. En definitiva, estimular, colocar paños fríos, bajar la temperatura. Al fondo, en la terapia, el clima arde. El teléfono no deja de sonar con solicitudes de derivaciones de todas partes. “Intubado, hace horas lo están bolseando en la guardia”. Mezclar y dar de nuevo. Hacer un inventario. Altas y bajas. Poner colores a las camas facilitaría el trabajo de identificación por gravedad. Las residentes se resisten a seguir trabajando a ritmo de catástrofe continua. En las caras se les adivina el deseo de un recambio (¿será de jefe?). “Altas, quiero altas”. Lo miran con mal disimulada bronca. “No los estacionen”, y el colega de planta lanza un bufido que apaga una palmada en el hombro. “Vamos, que hoy manda una felicitación el ministro para el Servicio”. “Cargadas no, jefe”, le responden. ¡Qué chicos incrédulos! Sigue caminando, buscando huecos donde podrían internarse los necesitados de más allá. Más allá. Amplia región de diez millones de habitantes. Dicen los epidemiólogos que el uno por ciento se interna. Ja. ¿De dónde sacarán esos números? En los papeles a los burócratas y funcionarios todo les cierra. En el campo, la realidad se asemeja a Camboya (de otros tiempos, se entiende).

De pronto le informan que el compresor de aire comprimido está fallando. Hace un ruido raro. El otro ya capotó, con treinta años de uso. Hay que comprar uno urgente. Y entretanto... rogar a dios que este aguante, porque sino, los siete respiradores que bombean las veinticuatro horas, con oxígeno solo no funcionan. “No, las bombas de infusión no llegaron todavía”. Hay que volver a llamar. “No se olviden de la compra de los dos saturómetros”, deja tras de sí el reiterado rastro de reclamos. “Felicitaciones. Están haciendo un trabajo magnífico, ejemplo para la provincia. Funcionan como el hospital de niños de La Plata”. Y hablando de plata, hay que revisar la libreta de carnicero, hacer un balance entre el debe y haber (siempre confunde los términos, el debe, de deuda, el haber de tengo. No, es al revés. Cambia por entradas y salidas). Hay que juntar para pagar las guardias médicas y las enfermeras, que van apareciendo en acción sin tener en cuenta los tiempos burocráticos ministeriales. En definitiva, hacer un colchón, y a cada uno su sopa en tiempo y forma. Sino, esto, definitivamente, no funciona. Definitivamente. A una residente no le pagaron el sueldo. No la ingresaron. No existe. Perdieron los papeles. A faxear todo urgente, si no está en media hora en determinada oficina, olvidáte. Le ofrece apoyo económico (de aquí no te vas). Y hay otra residente a la cual la descartaron por un artilugio del director de capacitación, que usa un sistema personalísimo para las apelaciones, tipo “deshojando la margarita”: Éste sí, éste no, éste a lo mejor. Carta documento, presionar ante...ante, ante... En el Colegio de Médicos dijeron (sic): “no se desconoce el caso de la dra. Mengano, que por otra parte será tratado por quien corresponda.” Mutis por el foro.

Hay que derivar un paciente desde otro hospital a una clínica. ¿Y el médico de traslados? Va a tener que ir él nomás. Cuando llega, otro médico ya estaba allí, aguardando la ambulancia. “¿Por qué no avisaron?” Se lo toma con soda y regresa a su casa en un taxi. La realidad resulta por momentos inescrutable. Incomprensible. El mundo al revés. Un revés que muestra por momentos una cara siniestra, ya que la falta de organización y de eficiencia tiene mucho que ver con la vida o la muerte de niños, cada vez más pequeños e indefensos. Recuerda entonces una vez más el breve texto de la nota que envió a un diario de tirada nacional y que provocara el malestar del máximo responsable de salud de la provincia:

Epidemia

Señor Director:

"La epidemia de bronquiolitis es una realidad que hiere con inusual severidad a nuestros niños y mantiene en jaque a enfermeras y pediatras del conurbano bonaerense, principalmente, en una lucha desigual contra las infecciones respiratorias, contra la falta de organización de los servicios y su correlato anárquico en las redes de atención y la carencia de recursos que, irónicamente, faltan donde se necesitan y sobran donde no se usan. Además, hay guardias desbordadas por la demanda y salas de internación sobrepasadas en su capacidad.

"Ser pediatra en estos momentos y trabajar en el ámbito público bonaerense implica una terrible sobrecarga de trabajo y una angustiosa responsabilidad." Fulano de tal, Hospital de...

El hombre se irritó un poquito, pero casi inmediatamente envió ese nombramiento, tramitado desde hace meses. Claro que con esas incompatibilidades, que más luego habrá que contestar para no perderlo. Perder. ¿Quién pierde aquí? No todos. Algunos juegan con hacer la plancha y llegar a octubre sin complicaciones. Octubre. “Hay que pasar el invierno” decía el ingeniero Alsogaray, ministro de economía, hace cincuenta años. Todavía siguen mandando los ministros de economía. ¿Y octubre que es? Es...la primavera. Luz, calor, brotes por todas partes, colores y perfumes que explotan hacia el aire, la naturaleza henchida en y de sí misma revive jubilosa. Y acá, además, la gente vota. La gente concurre a las urnas para elegir sus representantes, sus autoridades... Elegir. Bonita palabra. A veces suena hueca, como envase de hojalata, y la realidad suele imponerse unívoca, sin opciones, con aplastante peso.

Yukio Mishima. Genial escritor japonés. Quiso cambiar la realidad de su país, y se suicidó en los 70 luego de dar una arenga en un cuartel, donde nadie lo escuchó.

...”me estoy convirtiendo en esa clase de persona que en nada puede creer salvo en lo falso...”

Corazón de hojalata. Coronarias de chapa. ¿Resistentes? De lo mejor. ¿Inoxidables? Depende del proveedor.

Texto agregado el 19-07-2007, y leído por 275 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-07-2007 El mejor oyente es uno mismo cuando sabe escuchar. La escritura es una herramienta más que trabaja por la vida, un estetoscopio auscultando el ritmo de la respiración y el latido. Un placer como siempre leerte, esta vez denunciando, para no perder el sentido y el valor saludable de la palabra. Un abrazo, Alberto y mis cinco estrellas. maravillas
20-07-2007 Que decirte ante esta crónica lucha (desigual y artéra), tus freses son el lenguaje cotidiano de los hospitales públicos de todo el país, no bajar los brazos por que siempre está la esperanza. Mi abrazo solidario desde otro hospital público (que con los años lo fuimos cambiando, creo que para mejor) CalideJacobacci
 
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