-Pero Amor, eso yo lo he escuchado en otro lado, ¿no consideras que podría sonar a plagio?
-Mujer, qué no sabes que es parte de “20 poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda; es la parte que todo el mundo conoce, claro que con una pequeña variación.
-Está bien, pero si ya existe, ¿no crees que podría sonar a plagio?
-Mujer, es sólo un título.
-¿y de qué trata?
-Hasta el momento de dos personas conversando en la cama. Una mujer y un hombre.
-Suena erótico.
-Jaja, no es como tus novelas rosa.
-¿Y qué tienes contra mis novelas?; ojala me trataras como Efraín, en esa historia tan linda que leí.
-Como si algún hombre fuera como en esas novelas.
-Podrías intentarlo.
-Claro, claro.
-No es tan difícil, mira, tienes que preocuparte de mis necesidades, traerme rosas de vez en cuando, escribirme poemas; tú sabes, esas cosas.
-Mujer, tú sabes que te quiero, no tengo que demostrarlo con “tonteritas” como esas.
-Está bien, tienes razón.
-Ahora déjame continuar escribiendo.
-Bueno, bueno; pero no te enojes.
-Si no me enojo.

Al rato…

-¿Y cómo va tu historia?
-¡Han pasado cinco minutos!
-Es que te veo tan concentrado.
-Claro; hay que concentrarse para escribir. Tener en claro los sentimientos de los personajes…
-… ¿Tienes en claro mis sentimientos?
-O sea, yo creo; espero que sí.
-Jajaja, no te pongas nervioso, yo te conozco, sé que en el fondo me conoces.
-Bueno, bueno, déjame proseguir.

Luego de poco tiempo…

-Te noto tenso, amor.
-Es que metí a los personajes en una interminable plática.
-Termínala entonces; con “y se amaron para siempre” o un “y vivieron felices comiendo perdices”
-Jajaja, no toda historia termina feliz.
-Deberían hacerlo. Y cómo crees que terminará la nuestra.
-No me hagas esas preguntas, no sé qué responder.
-Digo porque no nos queda mucho…
-…No te pongas dramática, tenemos mucha vida por delante, tenemos que ver a los hijos de nuestros hijos, tenemos que hacer ese viaje que continuamos posponiendo; en fin, muchas cosas.
-Sí Amor, tienes toda la razón; de repente me pongo un poco melancólica en la noche.
-Bueno, ahora, ¿puedo continuar?
-Por supuesto.

Momentos después…

-Ahora te veo feliz, jajaja, ¿de qué te ríes?
-Es que me encantó esta parte que se me ocurrió.
-¿Sí?, ¿Qué pasa?
-Los dos empiezan a reírse sin sentido alguno, pero con verdaderas ganas; se habían aguantado mucho.
-Jaja, las cosas que inventas, ¿por qué no me haces reír, ahora?
-¿Quieres que te cuente un chiste? Tú sabes que no soy cómico. Soy un “seriote” como alguna vez me llamaste.
-Igual tienes tus momentos.
-Jeje gracias, ahora continuaré.

Tras poco tiempo…

-Oye.
-¿Qué?
-¿Por qué no te haces el lindo y bajas a la cocina a buscarme un vaso con agua?
-¡Ahhh! No podré terminar nunca.
-No vayas si no quieres.
-Está bien, está bien.

Mientras sube de vuelta…

-Amor ¿estás bien? Te demoras mucho.
-Ya voy, ya voy. Estoy subiendo las escaleras.
-Bueno, apresúrate.
-Aahh me trajiste el vaso chico…
-…No vengas con cosas ahora, ahí está tu agua.
-Bueno, bueno, gracias.
-Ahora sí que continuaré, por favor no más interrupciones.
-OK. Pero sin enojarse.
-Bueno.

Luego de un par de minutos…

-Amor, ¿Te falta mucho?
-Uno no puede saber eso. A medida que van saliendo las palabras, sale el final; al menos así escribo yo.
-Ah está bien.
-Sabes qué, te dedicaré este libro.
-¡Qué malo eres!
-¿Por qué lo dices?
-Por el título.
-Jajaja, me haces reír.
-Jejej, que bueno, pero ahora estoy cansada.
-Si tienes razón, mejor apaguemos las luces.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana.

Se besaron tiernamente, cada uno apagó sus luces, respectivamente de sus veladores, y se pusieron a dormir
Mañana continuarán con la novela.