-Ay, vieja, ¿te acuerdas de la primera vez que entramos ahí?
Nuestro primer tango. Tú eras jovial, bella, tu cabello dorado, tus caderas sensuales, movidas por el ritmo de la vida. Tu tez blanca y fría me motivaba a hacer las locuras más grandes; tan sólo por un beso. ¿Te acuerdas?
Yo estaba recién recibido, era dos años mayor que tú, estaba en mi gloria, todo un galán.
Éramos la pareja perfecta, ¿Te acuerdas?
Cuando entramos y nos vimos rodeados por esos sonidos de acordeones; esos violines con sentimiento propio, la voz ronca del cantante, todo perfecto, como si hubieran ensayado sólo para nosotros.
Y empezamos 1-2-3 y 1-2-3, te traía, te dejaba, y te llevaba, y tú sensual subías y movías las piernas como si fueran de elástico, ¿Te acuerdas?
A medida que subía el ritmo de la música, la pasión aumentaba al unísono; los demás “bailarines” nos daban el paso, nos rodearon; como si fuera nuestro último y más hermoso tango. Pero era el primero; ¿Te acuerdas?
Y cómo no recordar al intérprete, esa voz ronca, como dije, genial para el tango, que no sólo cantaba, sino que además tocaba el chelo.
Tum tun tururum, tum tun tururum, ¿Te acuerdas?
En una parte de la canción, agarraste una rosa, y la pusiste en tu boca, ¡Estábamos en una película! Ese romanticismo, esa pasión, desenfreno, eran de otro mundo.
Te quite la rosa, y la lancé al atónito público, quienes vitoreaban, qué se yo, y te besé…
…¿Recuerdas en qué terminó ese beso?
Cuando terminó la canción, los dos apresurados, como si de lo que íbamos a hacer, dependiera el orden cósmico; corrimos al segundo piso; la gente se apartaba y nos hacía el camino. Ellos sabían.
¿Te acuerdas, mi viejita?
-Ay mi viejo, tengo 88 años, con suerte me acuerdo de dónde vivo.
-Y… ¿de qué te estaba hablando?
-No sé, algo sobre un tango.
-Pero qué excelente idea, podríamos ir a bailar uno de estos días. No sé por qué, pero el tango siempre me pone contento. |