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Feos


Los dos somos feos, muy feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la oreja viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Ésa y no otra, fue la causa por la que nos dedicamos desde apenas cumplidos los 16 años, a este mundo fantástico y lleno de cuerpos esculturales y los más bonitos rostros del universo.

Ocurrió por casualidad aunque nunca dejé de pensar que más que un hecho fortuito y la necesidad del Director de aquella película titulada la lista de Schlinder, de encontrar rostros deformes y marcados por alguna desgracia como nosotros, necesarios para trasladar al espectador a aquel mundo de abusos, cremaciones y experimentos inhumanos como fueron los que sufrieron los judíos en el holocausto nazi, se debió al propio médico plástico facial que no había sido capaz de recomponer nuestros rostros en las dos intervenciones que en diferentes etapas practicó sobre nuestras caras, en un acto de tratar de ayudarnos moralmente y de alguna forma, quizá de recompensar su propio fracaso, quién nos puso en el camino con los productores de la película.

Alejandra y yo no nos conocíamos entonces. Los dos éramos pacientes del mismo médico y posiblemente en más de una ocasión debimos de coincidir en la salita de espera de la consulta del Dr. Robledo. Siempre íbamos acompañados, yo por mi madre y ella, seguramente también, por su madre o algún otro familiar.

En la consulta del médico solo hablaban los familiares. Los pacientes, los que de verdad acudíamos a consulta, la mayoría estábamos ocupados en ocultar, lo más disimuladamente posible, las propias deficiencias y a hurtadillas y como quien no mira, en descubrir los defectos, taras o malformaciones de quienes acudíamos a la consulta con el propósito de mejorar nuestro aspecto. Yo estaba acomplejado y convencido de que todo el mundo me miraba para reírse de mi.

Todos me hablaban con pena y evitaban mirarme directamente si yo les miraba pero si me cogían distraído, me taladraban con los ojos a la par de poner cara de asco.

Esa era la razón de que, entre nosotros, los pacientes de verdad, nunca nos mirábamos directamente ni hablábamos de nada y menos de nuestros problemas frente al espejo.

Fue mi madre la primera que me habló de ir a un casting para actuar de extra en un película a lo que me negué en rotundo. Tuve un gran disgusto y creo que llegué a insultarla y a llamarla de todo; ¿cómo era posible que pensara que pudiera exhibir mi fealdad, mi problema, mi desgracia, en una película?

No me hizo caso y a los pocos días, que tenía una cita de revisión con el Dr. Robledo, allí en la consulta fue él el que volvió a tratarme del asunto y casi me convence de que mi rostro tenía algún atractivo y era precisamente el cine o la televisión el único medio capaz de poner las cosas en su sitio y especialmente para que yo mismo me aceptara tal como era y eso sería posible al comprobar que la gente, el público, personas que no te conocen y con las que no tienes ningún recelo ni ningún tipo de relación te aceptan y te aplauden como a una persona normal si realizas bien tu trabajo.

Ese mismo día y cuando ya nos íbamos mi madre y yo de la consulta, conocí a Alejandra. Fue el propio Dr. Robledo quién hizo las presentaciones y quién se ocupó de convencerla a ella con los mismo argumentos que había empleado conmigo.

A mí me gustó mucho su voz y también su pelo rubio que le cubría totalmente el pómulo hundido. Era tan tímida como yo y evitó mirarme a la cara en todo momento. Eso me dió confianza y aunque no abrí la boca, salí de la consulta deseando volver a encontrarla para hablar de aquel proyecto.

Cuando llegué a casa, lo primero que le pedí a mi madre fue que antes de acudir al casting, necesitaba que me buscase alguna academia donde me enseñaran a expresarme sin tartamudear ante personas desconocidas.

Mi madre, creo que se puso muy contenta y a la semana siguiente empecé a dar clases de interpretación en una vieja academia cerca de la puerta de Alcalá, dirigida por una señora ya mayor y con mucho carácter que me tuvo las dos primeras semanas recitando una estrofa del cancionero popular frente a un espejo.

Así dos horas, tres días a la semana. Ya estaba harto y a punto de dejarlo cuando apareció Alejandra y la suerte de que la colocaran junto a mí y para realizar el mismo ensayo me animó tanto que decidí seguir para animarla y transmitirla todos los avances que yo mismo había experimentado.

La vieja era muy severa pero tenía razón en sus planteamientos pues ya a los dos meses de asistir a clase, a mí se me habían olvidado todos mis titubeos y leía con fluidez y recordaba sin esfuerzo textos y diálogos con solo leerlos un par de veces.

A Alejandra le pasaba lo mismo y los dos empezamos a disfrutar de confidencias, salidas y a tomarnos en serio aquello de intentar probar fortuna como extras para películas de terror.

Ya llevamos juntos 16 años, tenemos dos hijos maravillosos y no nos falta trabajo. Nuestra fealdad es solo un referente para los que nos contratan. Vivimos de eso. Nosotros y los nuestros, con los que compartimos la vida, las ilusiones y los placeres de lo que nos rodea, no llegamos más que a ver la cara amable de nuestros rostros.

Vemos solo cosas positivas y lo que en su momento fue una desgracia, hoy es la bendición de nuestra propia existencia aunque evitemos lucirlo y hasta ocultarlo de una forma discreta para evitar que gentes sin escrúpulos y sin sentimientos se sirvan de situaciones como la nuestra para herir a otras personas.

Cobramos por nuestro trabajo aunque, al igual que les sucede a las estrellas y a los modelos de alta costura, nuestras peculiaridades personales nos puedan ayudar para definir algún papel cinematográfico o para resaltar alguna identidad particular.

Para finalizar, puedes poner en la entrevista que aunque soy muy feo y vivo orgulloso mi propia circunstancia, precisamente por eso, no me gusta ser feo y envidio sanamente a quienes han tenido la fortuna de haber nacido hermosos y bien proporcionados y, sin esfuerzo, caen bien a todo el mundo.


Texto agregado el 01-08-2007, y leído por 293 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-08-2007 Creo que tomar prestado el primer parrafo de "La Noche de los feos" no le hace bien a su texto, a menos que la intencion sea meramente el escribir correctamente. cafe_de_nadie
13-08-2007 hermoso mensaje para gente olvidada y menospreciada socialmente refreita
 
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