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Algún supersticioso me diría que se trata de una advertencia de la muerte si le contase que una sombra con forma de persona vestida con larga capa realizaba en el techo de mi habitación movimientos intimidatorios con su mano antes de golpear esa botella o garrote o jarra o lo que haya sido contra el mismo techo o el aire. Si me miraba no lo sé pero evidentemente hacía mí dirigía su mensaje, pues estaba yo acostado en mi cama mirando hacia el techo en aquel momento de aquella noche de invierno. No le grité “alejate de mí en nombre de Jesús” como otras veces si he gritado sin saber a qué o a quien interpretando que las presencias misteriosas que me invadían se trataban de demonios o cosas por el estilo. Yo no soy un cristiano ejemplar para pretender el amparo de Jesús con solo invocar una petición en su nombre, pero ¿si quisiera Dios que dejara de ser Saulo y me convierta en Pablo? No crean aquello que me había dicho el pastor, que son mensajes que Dios me envía porque caeríamos en el grueso error de sospechar que soy heraldo de una dimensión espiritual. Yo no soy digno ni de desatarle las sandalias a Juan el bautista


¡Ay de nosotros si bélicas imágenes que he tenido fuesen profecías!, yo tengo un consuelo: no creo en un destino escrito en una dura piedra, solo admito lo que se escribe en la inquieta arena, si creyera en aquella piedra me sentiría un fantasma, preso de fuerzas invencibles. Tal creencia a la vez me confunde, pues ¿acaso leía Isaías en la arena? no puede admitirse tal blasfemia. En este sentido el mismo Nietszche se encontraría más alejado de lo blasfemo. Tampoco puedo adherirme a su postura, ¿un destino que se infla lentamente como un globo y súbitamente procede a desinflarse para repetir el proceso? Más alentador resultaría pretendernos albañiles de nuestra propia historia ¿o no lo resultaría? Cualquier posibilidad admite la angustia.

Podría tal sombra existir solo en mis sueños, en tal caso ha sido elaborada por mi sombrío inconsciente. He vivido estados que no sé calificar, no me convence denominarlos vigilia, ni tampoco sueño, acaso se trate de estados intermedios.

No solo una vez he soñado que estoy en un sueño y debo salir, y efectivamente salgo de ese sueño extraordinario, pero ¿hacia donde se deriva mi noción de ser? “Hacia lo real” me diría el más escéptico, “o hacía mi noción de lo real” le diría yo para complicar el asunto. Cualquier posibilidad admite la angustia.

Texto agregado el 02-08-2007, y leído por 62 visitantes. (0 votos)


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