Nunca, y que esta palabra sea tomada en todo su contexto, nunca aquel hombre se sintió tan solo como en el día X. un amigo se preocupó por él, lo llamó y trató de levantarle el animo. Era su mejor amigo y como tal era parte de si mismo. Su madre lo consintió y le dio muchos besos, hasta llegar al grado de la malcrianza. Pero era él mismo, solo que en un punto de perfección absoluto. Su peor enemigo se dio cuenta de sus sentimientos y trató de aniquilarlo, sin embargo, aquel, al igual que su mejor amigo tan solo era un trozo suyo.
Su compañera, que tantas veces dijo amarlo, y la gente del común, autodenominados amigos, no aparecieron por ningún lado. Todos los dioses y sus infinitas sabidurías desaparecieron por completo. Existían él y sus cosas, nada más. Lloro amargamente durante un buen rato. Se dio cuentas entonces que odiaba a la raza humana. Era el único sentimiento que le acompañaba. Era su única compañía, pero era sincera. En el resto de sus días no le abandonaría. Desde el mismo instante en el que se dio cuenta de su realidad no volvió a sentirse solo.