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Inicio / Cuenteros Locales / panyptila / El containcante, un gran rival

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Verá, recientemente estuve en mi alma mater, y en esta agotada mente se fueron acomodando de manera paulatina y agradable muchos recuerdos, tantos como mi "meticulosa" memoria puede almacenar... no es el momento de hablar de esos recuerdos. Al igual que lo percibí con tristeza en mi primer semestre de estudios, noté que los pasillos y asientos de cafetería no se llenan de personas, se llenan de estudiantes sin identidad. Entran con pasos y rostros inseguros, desequilibrados, llenos de incertidumbre, desde el inicio ingresan con una despreciable y pasiva actitud de espera, a que se les den órdenes, sumisos a lo que sus superiores comanden, crédulos e ingenuos.

Ya en mis primeros semestres poseía tiempo de sobra para dialogar con mis compañeros y profesores, preguntarles sobre sus opiniones de la vida, la muerte, sus aspiraciones, sus creencias y odios, pero al ver que la carga académica comenzaba a incrementarse y el riesgo de perder el semestre parecía un hecho vi con pena que sus ideas revolucionarias, sus anhelos, pensamientos y actividades eran borradas y asfixiadas; cada vez quedaba menos tiempo para conversar, "hay que aprovechar el tiempo, estudiemos", se repetían convencidos, y trasnochaban reunidos en casas de familia comiendo galletas y gaseosa mientras yo le hacía una mueca de desprecio a la academia y me sumergía en la escritura y la lectura de clásicos franceses e ingleses.

Desde ese entonces me sentí solo, pues tenía muchas dudas, necesitaba un contraincante, un gran rival intelectual con el cual discutir y refinar las mediocres ideas que me persiguen aún, con quien o quienes encausar las emociones y percepciones sobre la sociedad y la naturaleza, pero me las tuve que tragar enteras de una sola vez; en casa no era diferente, pero allí tenía que dar explicaciones de mis actos o decisiones.

Visité nuevamente la universidad, como lo he hecho con otras decenas de universidades de la ciudad y el país, buscando la escencia del estudiantado, del gremio docente, y encontré sólo empaques, con ojos ensimismados y comportamiento alienado, con miedo a conversar con la verdad, refugiados en modas comerciales para optar por una identidad, que no los haga sentirse solos y desprotegidos, extraños, raros. No me sorprendió aquel espectáculo, se repite y replica en todas latitudes donde la academia introduce sus narices.

Ahora imagínese que poseo todo el tiempo del mundo, sigo leyendo y escribiendo, mi cuerpo y mente están llenos de sensaciones y experiencias que poco a poco van cobrando un sentido de trascendencia, como esperando un futuro porque el presente es simplemente un asco, tan asqueroso que repugna, ahora que puedo darle verdadero significado a mis ideas y actos me hallo en búsqueda de ese rival, lo he buscado en Argentina, Chile, Ukrania, Francia, Inglaterra, México, Chiloe, Paraguay, por toda latinoamérica, en Rusia, Alemania, China, Afganistán, por correos y en diálogos ocasionales, entre el pueblo indígena, y lo que encuentro es rivales que no tienen tiempo para un asalto, un simple asalto, sus ocupaciones y su vida útil no puede ser desperdiciada en un combate tan irreal, tan conceptual e imaginario. Soy un luchador frustrado, además de tener poca fuerza, pareciera que los grandes luchadores ni se quieren acercar para darme una merecida lección, por compasión o falta de tiempo; pierdo todos los combates, y eso es frustrante. Espero entienda de qué estoy hablándole.

Tengo algunos contactos, muy interesantes, de otras partes del mundo con los cuales charlo también de este tipo de temas, desde la distancia, en el anonimato, esperando una de esas bofetadas tan fuertes que lo despiertan o causan conmoción tal que acomodan y ayudan a comprender la situación entera. Aún sigo esperando más golpes, golpes fulminantes y certeros que vayan aplacando mi sed conflictiva, de enfrentamiento emocional y literario, artístico y comportamental, gastronómico y extraño.

Lo dejo con esta ridícula e insignificante reflexión, sin tener la certeza de cuando volveré a encender el computador para revisar correos, o usar un teléfono celular. Le deseo una buena ventura, y espero algún día encontrarme con usted, a ver si nos agarramos a golpes.

Texto agregado el 17-08-2007, y leído por 124 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-07-2008 jajaja, buenisimo, ojala que algun dia se lo encuentre, haber si se dan bien duro, jajajaja. Muy bueno. carlkvo7
22-08-2007 Me agrado tu texto. Sabes a mi en ocaciones me molestas que las personas piensen que soy siempre el personaje de mis textos (algo que para muchos pudiera ser obvio) En tu texto me quedo la duda, si eres tú o un personaje ficticio que creaste. Me recordo el lobo estepario, esa soledad humana, siempre en busca de algo que no sabe pero que sus entrañas le gritan que existe, siempre ajeno, siempre extraño. Saludos. Azel
 
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