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Estaba en mi cama, tapada hasta la cabeza, una fría noche de invierno. Por la ventana se colaba una suave brisa, el frescor de la tormenta pasajera, el olor a salitre y algas; un sueño que logró atrapar mi corazón en vela, un verso nacido del atardecer de aquel día, en el paseo, con la más deliciosa compañía…Aquella paz, aquellos recuerdos, esos momentos de tan grata soledad, fueron interrumpidos de repente, cuando me percaté de la luz…
No muy brillante, cierto, pero aún así, despertaba en mi cierta curiosidad…Me revolví entre las sábanas inquieta, preguntándome de donde provendría aquella luz tan extraña, y, ni más ni menos que a las tres de la madrugada. Entonces se apoderó de mí un ferviente deseo de averiguar su procedencia. Me levanté de la cama, adormilada, me puse la chaqueta, y, sin calzarme si quiera, me dirigí a la playa como en un sueño…
A medida que me acercaba, la luz se intensificaba, como si reclamara mi más devota atención. La arena se deslizó bajo mis pies y me ensució los bajos del pijama, mas todos mis sentidos estaban pendientes de aquella misteriosa luz, y de los destellos plateados que arrancaba en el agua. Cuando la espuma del mar me besó los dedos desnudos, un escalofrío corrió por mi espalda, pero ya no me importaba, el mar me llamaba hacia sus profundidades…
Me quedé observando el reflejo en el agua, embriagada por su belleza, por su mágico encanto…De repente, las aguas se elevaron revelando una especie de pasadizo. El destello de la luz me cegaba, y a ambos lados de mí se encontraban dos paredes de oscuridad absoluta…Aún así, la seguí, el embrujo era demasiado poderoso. No veía muy bien por donde pasaba, solo recuerdo que descendía…
El pasadizo terminaba en una gigantesca pared blanca, brillante, de luz cegadora, que se abrió al instante de forma cautivadora. Sin pensármelo dos veces entré. Allí solo encontré un pasillo, oscuro, que llegaba hasta una habitación iluminada solamente por antorchas, estaba abierta, como si estuvieran esperándome…
Entonces lo vi. Estaba en el centro de la habitación, sobre una mesita de madera. Un cofre pequeño, no muy lujoso, aún así hermoso. Nada más verlo sentí que en su interior encontraría todo lo que yo deseaba, mi mayor ilusión…Pero no sabía a quién pertenecía, porque estaba allí, de donde provenía… ¿o sí? ¿Debería abrirlo? ¿Quizás marcharme de allí y olvidar aquella extraña situación?
No sé qué impulso me llevó a alcanzar el valor suficiente…el caso es que era mi sueño, era mi cofre, y lo abrí…
Y una extraña sensación se apoderó de mí al ver su contenido. Conmovida, observé su interior y pensé en el posible significado de todo aquello. Me di cuenta de que no había nada más acertado para aquel cofre, lo cerré, y me marché de allí para siempre.
Estando ya en mi cama, acurrucada entre las sábanas, con el aroma del mar entrando por mi ventana, me dormí aquella noche con una sonrisa en los labios pensando que, tanto en el interior del cofre, como en mi propia vida, no me hacía falta nada para ser feliz, no había nada que deseara más que lo ya formaba parte de mi:
Mi familia, mis amigos, mi hogar, mi luz…Todo era perfecto tal y como estaba, la magia que ellos poseían no era comparable a ninguna otra cosa, y por todo ello, solo podía dormirme aquella noche, y todas las demás, con una palabra en la cabeza: Gracias.

Texto agregado el 24-08-2007, y leído por 153 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-02-2008 Ya me gusto en su momento, y ahora, bien escrita esta mejor jeje bonita reflexion Pablo_vela
24-08-2007 Gracias por compartir. surenio
 
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