Caminaba lentamente sobre la propia sombra,
con una parsimonia al comer, al hablarnos.

Mis cantos no llegaban a tomar nota de los amores
aquellos que el sol trataba de alumbrar a cada instante.

Las lluvias al final del invierno le recordaban
las fincas, los cerros, la vida en si, ¡Todo!

Montaba un caballo alazán o bayo
transitaba del amanecer al anochecer.

Sus camisas blancas, almidonadas, mangas largas
nunca se les olvidaban, creo que para recordar su pasado.

Jugaba gallo y no fumaba, nunca lo vi bailar
fue comandante en tiempo de guerra.

Prisionero de su compadre
y volvían a jugar gallo en el patio de la cárcel.

Hoy cargo su nombre y llevo su largo recuerdo
y mi abuelo cosquillero vive en la familia por siempre.