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Estaba sentada en su cubículo beige y desordenado, atendiendo miles de llamadas y mensajes con la urgencia de otros, delante de su vista acortada por el uso del ordenador, un cuaderno semiabierto recordaba mil decisiones por tomar y otros tantos pedidos por realizar, la birome azul y naranja deja en el transparente capuchón un espacio a la ilusión. Calculadoras, tres celulares, con cámaras que nada fotografiaban, unas gafas de sol negras y de buena marca que poco usaba encerrada en la oficina, portalápices con leyendas publicitarias, la impresora , módem, fax, cartuchos, más papeles y sobre ellos un té helado ya que olvidó tomar.
La uña de su dedo índice izquierdo no tenía esmalte y las piernas cruzadas a lo indio eran extrañas en la escena. La aerofagia gástrica le hacía estragos y el anillo de oro blanco brillaba indiferente.
La pared con pintura saltada rezaba dibujos y frases infantiles de su hijo menor, varios cables circundaban y un armario con la recaudación diaria y carpetas y más papeles.
En el ángulo menos visible entre el escritorio y el mueble un cesto con forma de urna para cenizas desbordaba en bollos blancos y tarjetas descartadas.
Las largas piernas no se acomodaban a la dimensión espacial propuesta por la realidad y en la silla contigua tapizada en azul Francia barato, una campera en verde militar acompañaba a la cartera de cuero de calidad.
Su cerebro vertía por canales paralelos, por un lado la atención laboral y por otro sus emociones, sus pasiones, sus irrigadas ansiedades.
El cabello no tan cuidado como deseaba, una guarda pampa en el anillo en plata, para recordar origen y pertenencia, y un ruido ambiente que impedía la paz.
Sin embargo, ella podía sentirse sola, entre compañeros que desbordaban demasiada testosterona juvenil y con los que tenía muy poco en común, con la cantidad abrumadora de gente que entraba, salía, gritaba, reclamaba o pedía, era un confesionario público y constante que agobiaba el cerebro y la posibilidad de reflexión. El tatatán del Messenger no cesaba y sus dedos tecleando tampoco, los teléfonos sonaban y el caos permanente se mezclaba con la música de Fabi Cantilo que intentaba tener onda en el fondo del local.
Nada cambiaba en el día a día.
No era posible generar cambios tampoco, el trabajo ameritaba un sistema y todo sistema tiene módulos similares que seguir.
Ojala pudiera hacer eso con su mente, que se lanzaba en tobogán permanente a las mas variadas emociones, sensaciones y anticipaciones que la dejaban en un estado desahuciado y angustiante.
Su vida parecía simple, familia, hogar, buen ingreso, pero era intolerable. Para ella, y para sus órganos vitales, que se iban resintiendo ante lo “no “no dichos, ante la impaciencia, la ansiosa tendencia a la exigencia feroz y la falta de profundidad en su apoyos.
Nada hacía posible el escape. Iba y venía, cumplía, aunque las piernas le gritaban que no, que no siguiera, el camino la llevaba de un lado al otro, haciendo lo debido, sin fisuras. Menos moverse, menos andar, menos deslizarse por su libertad auto coartada a cada momento.
Solo se sentía libre sola, energizándose de sueños, hermética y filosófica, casi etérea. La titilante luz del módem la desconcertaba, ¿era una luz naranja o verde esa que se movía, era un destello o era su propio karma persiguiéndola?.
La acidez se hacía catarata en su interior y los latidos se aceleraban y agigantaban a la vez , los oía en la punta de sus dedos, en su carótida, en sus pies, en la sien y en el oído, en ese orden. No soportaba más el entorno y entonces, se escapó.
Se fue en mente y en alma, lejos a un sitio seguro y protegido, desde donde no sabía si podía volver.
Se fue a un vientre cálido y fecundo, a la sonrisa mágica del recién nacido, al calorcito tibio del sol en primavera, a una noche torrencial, se fue hacia su propia paz.
La que busca con desesperación, vaya paradoja, y con inquietud y severa tendencia al riesgo.

La que atropella a diario con malas decisiones, la que se muere con cada segundo laboral , la que destruye con cada pensamiento negativo.
Pobre persona, esta mujer, desteñida, destilada en sí misma sin permiso para añejarse, atolondradamente sola, invisible, interminablemente obvia, tímidamente femenina, escasamente pura, tan usual. Tan inteligente para otros, tan obtusa para sus vivencias, tan intocablemente muerta en vida.
Como vos.

Texto agregado el 29-08-2007, y leído por 118 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-02-2008 Muy lindo! descripciones hermosas... Guarda pampa, que no dejaba olvidarla de dónde venía tal vez un lugar más pequeño, con grandes extensiones de tierra? relacionado a la pampa Humeda o al campo? purohumo
01-09-2007 Un relato escalofriante, pero que me gustó mucho. ¿Qué es una guarda pampa? margarita-zamudio
 
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