El ratón abrió un día los ojos, 
oscuros puntos de incertidumbre, 
y miró el mundo a su alrededor, 
aspiró el aroma de la vida  
y el regusto amargo del dolor. 
 
Y vio las telas, las trampas 
cubriendo de nudos cada rincón, 
las arañas, siempre dispuestas 
a inyectar su letal veneno 
en los menos atentos. 
 
Y también las paredes, las maderas, 
la jaula de vanidades y puertas 
cerradas, carentes de función, 
y los huecos y recovecos 
que a ras de suelo las atravesaban. 
 
Y, siendo este nuestro ratón 
una alimaña de alma inquieta, 
no tuvo mejor idea que imaginar, 
y mas allá del techo creyó ver estrellas, 
lagrimas azules de singular belleza. 
 
Y así fue que comenzó a trepar, 
con sus uñas dispuestas, 
arañando las maderas, descubriendo 
bajo ellas la decadencia negra 
que corroe los sueños y el corazón. 
 
Y cuando llegó por fin a su destino, 
sintió todavía lejos su mala estrella, 
mas allá de cualquier escalada. 
Su belleza mas allá de las palabras, 
estaba sola, inalcanzada. 
 
Y sintiose solo nuestro ratón, 
y lloró por su soledad y por el dolor 
de su trágica mala estrella 
Fue entonces cuando bajó la cabeza 
y vio a los de su raza entre las trampas y las telas. 
 
Y vio los trazos de sus caminos 
ir de aquí para allá, cruzándose a veces, 
sin ningún rumbo concreto, 
entendiendo que la soledad era parte de su naturaleza 
y no producto de la altura ni la tristeza. 
 
Y desde su soledad vio un par de ojos 
que miraban a lo mas alto, 
observando las estrellas en que ahora 
habíanse convertido sus lagrimas, 
resplandecientes ilusiones en el tejado. 
 
Y, viendo otras garras hundirse  
en las mismas maderas negras, 
comprendió al fin que todos eran, 
ilusiones, sombras de estrellas, 
luces a los lejos, entre la niebla, 
y en lo mas hondo, solos, inalcanzables, 
a pesar de todo faros de sueños 
esperanzas para los demás, 
guías en las noches eternas. 
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