En un instante
somos la fricción de un acorde,
las sonatas perdidas de Magnesio,
la parábola paralela de Penélope.
Descubrir los átomos de la angustia,
de esta reacción que me condena
entre ruinas y rutinas psiquiatricas
prescritas por los demonios
de la actualidad,
todos culpables e inocentes,
ahogados en el limbo de la presión intelectual.

Porque Ulises no tenía idea
de lo que descubriría en su odisea,
mientras su amada aquejaba lo más duro,
lo real de esta vida, la inconsistencia.
Cuando la ley de Murphy significa mucho más
y se encuentra con la física cuántica
dictada por los haraganes del siglo veintiuno.

Y no veo más que esto:
cierta comodidad en sentir agobio,
en señalarse como la victima
y en exigir el reconocimiento de un mártir.

Y en ese instante
me doy cuenta
que Dios no quiere que hablemos
sino que cantemos

El proveerá la música
con las drogas como celebración
de esta magia creada.

Y pienso que todo organismo
se droga a niveles que no logramos apreciar
nosotros solo somos los peores.