Te gusta verme mientras me corto la piel con cuchillas. Sufres de forma ficticia porque sientes una culpa momentánea pero después, terminas disfrutando por completo el silencio y el dolor que quedan en mi alma cuando me ha visto herida.

Tal vez ese comportamiento obedezca al papel de diablo-ángel que te has impuesto. Eres un capricho de tu mente retorcida que se refugia en dolores antiguos, en amores que fueron arrugados en tu corazón. Mientes para tener a tu merced aún la entrega que te brindo sin decírtelo directamente. Y eso te hace el miserable que no merece atención alguna.

Por lo demás, eres el hombre que tiene en sus manos dones increíbles. Riquezas invaluables. Tesoros escondidos que están destinados para mujeres especiales. No para mí.

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