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Un día el inconfundible ángel de la muerte se presento mal humorado ante el Dios de los cielos y la tierra. Su semblante realmente era desastroso: unas enormes, pero enormes arrugas se arrastraban abrazando la poca piel de su cadavérico rostro y en su cabeza un escaso mechón de cabello rojizo luchaba vanamente por mantener vestido decentemente su tétrico cráneo, en su mandíbula superior solo se lucían unos escasos dientes negros y podridos. Su traje roído y negro cómo la noche dejaba entrever unos huesos amarillos y deformes.
Dios intrigado por la visita dejó de observar en los cielos el nacimiento de nuevas estrellas y ordenó callar a los querubines su hermosa melodía. El virginal palacio cayó al unísono en el silencio como cuando uno aguanta el aire para no ahogarse.
-¡Estas no son formas de presentarse aquí, hijo!-le recriminó Dios- bueno, ¿qué trae a mí, mi hijo ingrato, después de tanto tiempo? -prosiguió con muy suaves y cariñosas palabras acercándose a él para abrazarlo.
-¡Es sencillo vengo ante ti, a renunciar. ¡! Ya no quiero el puesto que me diste, estoy harto de éste trabajo!! -diciendo estas palabras la muerte esquivó el fraterno abrazo de Dios-.
-Pero estás loco, ¿cómo puedes decir esto? Sabes lo qué pasaría si faltarás un solo minuto en el mundo, yo te escogí entre todos mis Ángeles, entre todos, porque eres el mas fuerte, eres mi mano qué el hombre teme, y al mismo tiempo eres la compasión que doy para el dolor y las almas cansadas del trajinar que conlleva los años.
-¡Pues no me importa más, estoy cansado de las malas noches, de que el hombre me tema, me odie y me desprecie!, ¡cansado de la crueldad con que hoy se matan nación con nación, padre e hijo, niño, anciano, todo, todo es un caos allá abajo!
Mientras la discusión seguía miles de ángeles llegaron al gran palacio, atraídos por las fuertes voces. Con estupor escuchaban las palabras del ángel de la Muerte, y cuando esperaban el severo castigo divino, por semejante atrevimiento. Dios mostró una cara benevolente.
-¡Pues ya lo sabes, desde hoy ve quien te arregle tus asuntos, yo me voy! -y arrojando su inexorable guadaña se alejó sin mirar atrás.
Dios mientras tanto prudente como siempre y temiendo otra revolución celestial, con los ojos llorosos, asintió apenado.

La muerte llegó al límite del cielo y se dejó caer pesadamente sobre la tierra, mientras caía se sintió acariciado por el viento. ¡Libre al fin! - pensó.

Lo primero que hizo al llegar a la tierra fue buscar un buen lugar en el Himalaya y se dedicó placenteramente a dormir, dormir y dormir, pero su subconsciente -del cual ni siquiera ellos son dueños- le jugó una mala pasada, le llevó de nuevo a su despreciado trabajo, cosa natural de alguien que no sabe hacer otra cosa que trabajar. Entonces oníricamente de un momento a otro se encontraba nuevamente en el ajetreo de siempre. Ejerciendo sus funciones hojeaba en ese instante el gran obituario celestial; se dirigió a su fabuloso telescopio-herramienta indispensable dada la fantástica distancia- y divisó desde allí a sus clientes, unos agonizaban pensado en él, otros se preparaban –algunos sin saberlo- para sufrir accidentes, atentados, homicidios, filicidios, suicidios…y toda la gama de formas que producen un irremediable deceso.
Entonces con velocidades que hacen sentir entúpida a la velocidad de la luz, se dirigía hasta los más recónditos lugares del planeta, armado de unos enormes costales, luego de llenarlos con las almas de los infelices difuntos, regresaba a toda marcha para volver a salir con los sacos vacíos y sedientos de más etéreos migrantes.





El cuartel de la Muerte sé que se encuentra en el lugar más alejado del infinito, en un agujero negro, quizá el más grande de todo el universo, allí, en su hogar, se encuentran almacenados cantidades y cantidades de colecciones inenarrables, de artículos que a lo largo de los tiempo han fascinado a éste personaje. Él ávidamente los ha ordenado, clasificado, codificado, en fin. Es de suponer que después de nuestro Mentor, es él, la entidad más culta de todo el cosmos. Por ejemplo, están todos los libros del mundo con escrituras que van desde las anteriores a la cuneiforme, hasta las actuales, otras tantas son manuscritos propios sobre lenguas extintas e ignoradas por la ciencia, esto lo ha hecho más que por vanidad, por necesidad, es así que habla todas las lenguas. Es un fanático de la buena música y los buenos licores y tabacos. Ha recopilado también chuchearías como: armas, inventos raros, perfumes, video juegos, cuadros inéditos de los grandes de la pintura, en fin, todo lo que nuestra mediocre imaginación pueda alucinar, esta allí.

A pesar de nuestra horrible percepción de él y su labor, es un ser con mucho sentimiento, por ejemplo, muchas veces ha tenido que cumplir su labor con pena, se ha echado al costal a hombres que él admiraba profundamente, en esa larga relación están grandes escritores, escultores. Cantantes, poetas, pintores, músicos- gusta mucho de los réquiems- inventores y sobre todos ellos, están los hombres de paz y de heroicas acciones a favor de la humanidad, pero como el mismo dice: trabajo, es trabajo.
Por otro lado gusta de las mascotas, fue el único en atreverse a adoptar a Cancerbero y hacerlo su fiel e incondicional amigo. Sin embargo detesta a los infames genocidas, violadores, tiranos, es sabido en el Cielo que con los huesos de muchos de ellos, por ejemplo: los Borgias, Hitler, Vlad Tepes, Atila… alimentó a su entrañable can, quien le prodiga mucho amor y ternura al verlo, lamiéndolo con sus tres lenguas. Siempre lleva a mano una relación de los más detestables que desea llevarse por puro placer, aunque él sabe que esa decisión nunca estará en sus manos.

Luego de su período de descanso y sin recordar en absoluto su sueño, se vistió con sus mejores carnes y deambuló en las zonas más exóticas del Globo, sus lugares preferidos fueron las playas de río de Janeiro, los desolados andes, y la selva amazónica. Comió los paltos mas variados del arte culinario, probó de todo, pero se deleitó con el cebiche y su picante sabor. Gozó de los chistes hechos a su persona con rimbombantes carcajas, le fue refrescante reírse de si mismo. Bebió y bailó con jóvenes hasta quedar exhausto y quiso más, y de hecho, se volvió a cansar una y otra vez y así siguió viviendo entre nosotros con despreocupada sencillez y autonomía.

Hasta que un día se preguntó -al ver tan normal el desenvolvimiento de la vida en la tierra-, quién era el que se estaba encargando de la cesación de la vida, la incertidumbre lo hizo sentirse otra vez frustrado, desdichado, torpe y egoísta, rápidamente recordó que no era la primer a vez que huía de su responsabilidad, ya en la antigüedad contrató a las Parcas, viejas brujas que se encargaban de cortar los hilos de la vida, por un buen tiempo se encargaron del duro trabajo, hasta que se vio obligado a despedirlas por chismosas y mal intencionadas. Pero hoy era diferente, las guerras, la delincuencia, la falta de alimentos, la explosión demográfica, las pestes, la contaminación ambiental, hacía estragos en todo el orbe y a más muertes su trajinar se volvió en una verdadera cosa de locos, nadie en el cielo quería a apoyarlo porque desdeñaban su ocupación de carroñero, eso se debe a que lo hijos de la luz perpetua temen a la oscuridad por cuestiones natas.
Hasta el mismo diablo y secuaces le temen con pavor, porque saben que él tendrá la última palabra en el fín de los tiempos, después del Gran Juicio. Dios, por su parte siempre anda ocupado en cosas importantes, es así que la Muerte siempre se sintió marginado por los dos bandos.

Abstraído en sus meditaciones y con retahíla de auto cuestionamientos caminó y caminó, hasta que dio a parar en el infinito mar, se sentó en la orilla, se sentía vacío, abrumado, y sin poder contenerse, echose a llorar largo y tendido. En ese momento sintió que sus píes eran bañados delicadamente por el mar y su pálido rostro fue acariciado por los últimos rayos del sol; el dolor se hizo más agudo al comprender su falta y desatino, su pena fue tanta que el olor a desdicha subió hasta los cielos. Cuando levantó la mirada hacia el techo del mundo, Dios, estaba arrodillado junto a él, con los brazos abiertos, esta vez la Muerte se reconfortó en el cálido abrazo divino, sus lágrimas fueron secadas por las manos omnipotentes del Señor, y cuando iba a pedir perdón por sus actos, Dios le dijo -pausada y amorosamente-, todo está perdonado, hijo te he extrañado tanto, vuelve, tu Cancerbero te espera ansiosamente. Fue así como hace poco tiempo regresó la estresada muerte a sus funciones.

Chiclayo, febrero del 2007-02-27

Texto agregado el 27-09-2007, y leído por 673 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-10-2007 Digo yo que Las intermitencias de la muerte de José Saramago, se quedan cortas. PArece un cuento, una protesta, un ensayo. Saludos iolanthe
 
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