1:46 01/10/2007

Cuando te sientes solo por las noches
y no hay nada que te consuele mejor que un blues,
pero igual sientes que tu vida no tiene sentido
si no hay nadie opuesto a tu rededor.
Cuando lloras por las noches porque dices que
nadie te quiere de verdad, por más que sabes bien
que nunca estuviste solo en realidad,
pero tu idea caprichosa te nubla el alegrar.
Cuando el odio te carcome y sientes que te urge
arremeter con venganza por las cosas que
sientes han cometido en contra tuyo
aunque siquiera estás seguro de quien fue.
Y cuando la violencia se apodera de repente
y en un saque te conviertes en quien nunca
deseaste que pudieras llegar a ser
y en tu mente ya no hay trabas que aparenten.
También, cuando deseas la muerte de quienes
no conoces, pero te hacen sospechar de frente
y ahí es cuando crees que cada uno de ellos
te podría matar o robar, o lo que fuere.
Y cuando pides que, todos aquellos que no conoces,
se vayan de este continente, para que quedes solo
con aquellos que consideras decentes, o entre dientes
te ofrecen pertenecer a un nuevo presente.
Y renegando, nomás, cuando te crees que
toda valla es más alta de lo que tu puedes
o debes saltar, o afrontar (con miedo), como sea,
y sientes que nunca jamás lo lograrás.

Todas esas míseras creencias son los frutos
de tus propias y desdichadas enfermedades imaginarias.