“Alta en la tarde, altiva y alabada,
cruza el casto jardín y está en la exacta
luz del instante irreversible y puro...” (J.L.Borges)




En el sublime detalle que enaltece luciérnagas o astros. Allí detiene su andar, como un hipocampo de frágiles costillas en la profundidad de mares o blanquecinas áureas flotando tras su cabellera. Sólo ella puede detener al tiempo, esos íntimos segundos en que el espacio se interpone entre los dos; suave; religioso. Tras sus etéreos pasos mi pesar cede; se interna hacia ese mismo mundo. No hay ciudad que no halla recorrido junto a sus huellas, ni mirar itinerante sin ese refugio...
La vida se convierte en un jardín sagrado deambulando entre los poros que me atrapa lentamente. Yo sólo observo su mirada en los colores de la tarde, como un crepúsculo de soles que aletean por volver a amarla...

Ana Cecilia. ©