Don Justo Tancredi era un buen abogado. Durante los años de profesión vivió complicadas situaciones que moldearon su personalidad.

Era un hombre ecuánime, íntegro, suave en la conversación y en el trato. Solidario con sus afectos.

Militante comunista fue perseguido y detenido en Laguna Paiva pero su carisma hizo que no fuera un preso más-

Como era reconocido en la profesión trasladó su buffet a la comisaría. El comisario pasó a ser su secretario y los clientes hacían cola para ser atendidos.

Mientras el cabo de turno le cebaba mate, el escuchaba los problemas de los habitantes de este poblado y siempre encontraba una solución.

El único problema era su relación con el vino tinto (el blanco le caía mal). Esta conexión con el zumo de uvas fermentado hizo que fuera perdiendo capacidad para seguir los casos, pero nunca dejó de tener capacidad para conseguir clientes.

Tenía un método bastante eficaz. Tempranito empezaba la jornada porque tenía unas horas de sobriedad y con unos amargos en la mano leia el orbituario del diario local.

También lo ayudaba el empleado de la cochería San Miguel, una de las más importantes de la ciudad, con cinco acogedoras sucursales.

Asi se enteraba de algún muerto por accidente de tránsito. Subía a su auto, un Renault 12 que en algún momento fue de color verde y hoy
tenía solo verde la trompa, porque el resto de las chapas las fue perdiendo en varios accidentes que sufrió.

Pasaba por la vineria “ Pura Cepa” compraba una damajuana de tinto. Conseguía uno barato y bastante bueno para la ocasión. Dos docenas de empanadas de la pizzería Tito y partía al velorio.

Ese día llegó al velorio de doña Martirio López, una sexagenaría que fue atropellada por un camión.

Allí se presento saludo correctamente a los deudos y cuando ubicó al marido de doña Martirio sacó el vino, las empanadas y antes de perder la sobriedad en tan amena charla enterándose de los por menores del accidente ya tenía el nuevo cliente para el estudio.