En casa de Marcela

Marcela me invita siempre a sus cenas porque se empecinó en encontrarme “un candidato”. Ella y su esposo preparan platos dignos del mejor restaurante parisino.
A los postres, la conversación, que se desarrollaba dinámica y agradable, giró alrededor del tema de los nombres. Así me enteré de etimologías interesantes; uno dijo que Federico quería decir rico de fe y otro aportó varios ejemplos de nombres cargados de significado: Eugenia, buena mujer, Gabriel.,Dios es mi fuerza,Samuel,el que escuchó a Dios...
El invitado sin pareja y yo tenemos el mismo nombre Me llamo Dina, y mi tocayo dijo que el nombre Dino es de origen griego y quiere decir satánico, malvado. Me molestó saberlo. De esta manera se llegó a discurrir sobre los nombres que los padres imponen a sus hijos, sin pensar en las molestias que les pueda provocar en el futuro.
Pensé en una amiga de mi madre que se llama Venus, y dado su aspecto, su nombre parece una burla. La conocí siempre como Veny pero no ignoraba lo que ocultaba el diminutivo.
El joven Dino era simpático y al finalizar la velada, me ofrecí a llevarlo ya que había llegado a lo de Marcela a pie. En el coche volvimos a hablar de los nombres y le dije que hubiera preferido no saber el significado del mío. Él sonrió como quien recuerda un chiste, le pregunté a qué se debía esa sonrisa enigmática y dijo:
-Es que aún no sabe mi apellido .
Habíamos llegado a su casa. Me estrechó la mano diciendo: me presento,Dino Saurio.
No pude reprimir la carcajada.