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Un problema en el motor de mi auto hizo que parara en un taller en el medio del campo, eran las siete de la tarde de un día de verano, El sol ya estaba recostándose sobre el occidente, el cielo era una gama de azules decorado con unas pocas nubes de color rosadas, el clima seco, el polvo se levantaba con la mínima brisa. Adentro de ese galpón se encontraba mi auto, que estaba siendo reparado por Ramón, el dueño del lugar.
Yo fumaba un cigarrillo afuera para observar la inmensidad del campo cuando veo llegar una vieja camioneta de principios de los años setenta, de la cual baja una mujer de baja estatura, que se dirigió a dentro del taller, al pasar al lado mío sonrió y me saludó, noté su dentadura algo torcida al igual que uno de sus ojos ligeramente desviado, vistiendo un pantalón corto viejo de jean y una remera musculosa algo rota, yo respondí al saludo.
Dos minutos después sale del taller con una llave inglesa en su mano y abre el capot de su camioneta, se sube metiéndose casi adentro del motor y comienza a hacer unos ajustes, de pronto me pide ayuda para que le sostenga una manguera mientras ella daba vueltas a una tuerca, la observé, miré su cicatriz en su mano izquierda, una mancha de nacimiento que cubría parte de su mejilla y el cuello del lado izquierdo, pechos pequeños, su cuerpo menudo sucio y su cabello castaño despeinado hacían que uno no la pudiera ver como a una mujer, pero su mirada era encantadora con esos ojos verdes. Su camioneta era desprolija como ella, la pintura azul estaba emparchada de masilla en algunos sectores, el tapizado estaría roto, pues el asiento, donde había una guitarra y unos cuadernos estaba cubierto por una gastada y vieja funda color bordó.
Ramón había salido a darme la mala noticia de que faltaba una pieza y que no la conseguiría hasta el día siguiente, no supe que hacer, hasta que la chica bajó de adentro del motor y con una sonrisa me dio una tarjeta y me dijo que esa noche cantaba en un bar del pueblo y que conocía un pequeño hotel sobre la ruta para pasar la noche.
Sin tener opción, fui al hotel que me recomendó Ana, la cantante que también tenía una granja, y que según me contó, su marido la había abandonado después que perdiera el bebé, pero aún así se mostraba contenta con su vida.
Después de tomar una ducha y afeitarme fui hacia el pueblo a cenar algo, saqué la tarjeta que Ana me había entregado y le pregunté al mozo que me atendió donde quedaba el lugar
Tuve que caminar bastante para llegar a un pequeño bar en un lugar apartado, donde los asistentes, unas veinte personas, se notaban que eran habitúes del lugar, me senté a una mesa pedí una cerveza y esperé a que Ana saliera al escenario, al rato sale con un vestido rojo y unos zapatos altos.
Cantó unas seis o siete canciones, acompañándose con su guitarra, los asistentes, casi todos hombres, aplaudieron al final de cada canción, pero mucha atención no le prestaban, tampoco ella era una virtuosa al decir la verdad.
Al terminar vino hacia mí y me agradeció la presencia, pidió una cerveza y bebió conmigo, charlamos un poco, me dí cuenta que ella trataba de ser sensual y seducirme, no le salía muy bien, sin embargo tenía algo especial.
Me invitó a caminar por el pueblo, todo estaba cerrado, todo el mundo dormía, los únicos despiertos seríamos nosotros, fuimos por la plaza desierta donde me besó.
Luego de conversar un rato sentados en la plaza se ofreció a llevarme al hotel, al llegar nos besamos dentro de su camioneta y me pidió quedarse, acepté. Tomó su guitarra y entramos en la habitación y nos disfrutamos el uno del otro toda la noche.
A la mañana siguiente, ella trajo unas medialunas y café con leche y después me cantó una triste canción escrita por ella que hablaba del desamor y del abandono, me partió la cabeza y el corazón, tuve que esforzarme para no lagrimear.
Cerca de las once de la mañana me alcanzó hasta el taller a recoger mi auto, cuando llegamos estaba Ramón esperándonos con el auto listo, bajé, le pagué y me lleve el auto, Ana me ayudó a guardar el poco equipaje que traía en su camioneta, cuando terminamos, me besó, y me dijo que cuando quisiera pasar por su pueblo, no olvidara visitarla. Se lo prometí.
Seguí viaje, pero no podía borrar su voz y esa triste canción de mi cabeza, y creo que jamás podré borrarla.

Texto agregado el 05-11-2007, y leído por 222 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
19-02-2008 a veces hay que aprender a mirar sin los ojos, como los ciegos...es cierto que el corazón mira de forma diferente. LaMandrágora. LaMandragora
06-11-2007 Una historia de caminantes. Gracias por invitarme a leerla.Siempre hay algo mas...en la mirada,en un gesto,en la voz,algo que atrapa el corazon.Saludos. anablaum
06-11-2007 ¿Te das cuenta la maravilla de la Existencia???***** MujerDiosa
06-11-2007 Sr. para ser un solitario tiene una vida bastate azarosa...jajajjaja bromas aparte muy buen relato demuestras que no te importa el envoltorio sino el contenido de la persona y está reflejado en tus letras. Y si....hay seres que pasan por nuestras vidas y que aún sin conocerlos no los podemos olvidar. beshoooooooooo y cuando quieras te ajusto el motor...******* mancuspia
06-11-2007 Hay personas que dejan su huella, no sé bien por qué... pero la dejan y queda marcada para siempre. Gracias por invitarme a leerlo! Laura:) MariaL
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