TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / keilin / El Secuestrador capitulo III

[C:320369]

- ¿Qué le habrá pasado a Martín? - preguntó Rocío -.
- No lo sé - respondí -.
- ¿Creen que ya no aguante más su silencio? - nos dijo a todos Nicolás -.
- Es lo más probable - respondí -.
- Entonces, éste es el gran día - dijo Gisela - o más bien, dicho la gran noche ¿no creen? -.
- Puede que si. Pero... ¿Qué hará Martín? - dije - se veía enojado -.
- Pues, por lo tanto, sólo nos queda pedirle un deseo a las estrellas - dijo Rocío - por el bien de todos - miró al cielo -.

Karina, por la falta de luz, tardó un poco para poder encontrarlo. Martín estaba echando piedras al agua; tenía una cara de tristeza que ni él podía con ella. Karina se acercó, se sentó junto a él y comenzaron a platicar en la oscuridad.

- ¿Por qué me dejaste, Martín?, ¿Qué te pasa? -.
- ¿Qué no me pasa? - dijo triste - si supieras... todo, hace mucho que si... no sé... viendo a Nicolás y a Graham con sus novias, me siento mal un poco. Primero pensé mucho muy egoístamente... hasta les pedí que escogieran entre ellas y yo. No sé lo que me pasó, pero ellos me hicieron reaccionar y, como que después de todo, se me quedó una espinita dentro que aún me molesta, pero después de todo, soy su amigo y respeto sus decisiones. No sé que hacer. ¡Ayúdame por favor! Karina - dijo suplicante - ¿Qué puedo hacer? Me falta algo - se recargó en ella -.
- Ay, Martín - lo abrazó - hay tantas cosas que podríamos hacer y tener, pero no quieres. Es tu forma de ser. Yo también me he perdido de muchas cosas, que tampoco sé que hacer. Los dos estamos en las mismas y debemos pensar los dos para ayudar el uno al otro, ¿te parece bien? - lo miró a los ojos -.
- De acuerdo - se levantó - no sé que decir ni hacer, pero sé como y... bueno, ahí va - tomó una bocanada de aire - Kari: ¿Tú... tal vez...? - la tomó de las manos -.
- ¿Tal vez qué? - dijo como no sabiendo nada -.
- Pues no sé, podríamos... no sé, este... tú sabes... te ha pasado lo mismo que a mi y no sé si tú... tú - tomó aire - pues... ¡ay, no me sale! -.
- No digas nada, tonto - se levantó y lo abrazó - puedo ver en tus ojos que... - se acercó más -... lo que querías decir y... - se acercaron más -.

Sin esperarlo ninguno de los dos, sus labios se vieron unidos como uno solo, juntándose de cerca el amor y diciéndose todo lo que habían callado por tanto tiempo. La oscuridad se había hecho clara. Todas las noches y los días que Martín se privó del sueño para pensar en algo que valiera la pena, en algo que parecía estar tan lejos de él.

En esos momentos, brotaron lágrimas de sus ojos, de cosas tan malas que les habían pasado y que sólo se lo podían contar a su conciencia.

Los dos terminaron su beso mirándose a los ojos, solos, sin moverse, como niños pidiendo una disculpa inocente a sus padres. Karina se hizo hacia atrás, pero Martín la detuvo y la colocó entre sus brazos apretándola fuertemente; ella también tenía un deseo y no se resistió. Se sentaron nuevamente, abrazados y mirando nada, tan sólo recordando cómo sería ese momento para ellos y cómo terminó. Sólo podían escuchar su propia respiración y sus latidos cada vez más fuertes.
- ¡No lo puedo creer! - dijo Martín rompiendo el silencio -.
- ¿Qué? - preguntó Karina - ¿Esto? -.
- Sí - respondió Martín - se me hace tan...mágico, tan....-.
- ¿Tan imposible de creer? - terminó la frase Karina - ¿Por qué? -.
- Porque había tantas estrellas en el cielo - respondió Martín como poeta - cuando me quedaba por las noches y sus luces pensando en ti; pues todo brillaba, tenía necesidad de tus ojos, tus labios, tu voz. Fueron tantas las noches que no recuerdo cuantas fueron; una de ellas, miré por la ventana y.... ¡ahí estabas! -.
- ¿Solo yo - dijo Karina y Martín asintió - ¿Y tú? - lo miró - ¿En dónde? -.
- En la tierra, tratando de alcanzarte - suspiró Martín - me sentía muy, muy pequeño -.
- ¿Por qué, Martín? -.
- Por no haber logrado lo que los demás - respondió Martín -.
- ¿Qué esto es para ti? ¿Una guerra? -.
- ¡No! - respondió de inmediato - pero es muy parecido: hay que luchar tanto siempre; la guerra termina algún día, pero esto no ¡esto no! - la abrazó -.
- Tienes razón - le dijo Karina - en la guerra no hay nunca ganadores, sólo perdedores, y en el amor si hay ganadores, y a veces perdedores. Esta es la gran diferencia que hay entre estos conceptos que se asemejan en su desarrollo -.
- Otra noche... - cambió el tema Martín -... supe cómo sería todo esto pero se me ha olvidado y ya no sé que hacer -.
- Sólo lo que tu alma te diga - le dijo Karina y besó la palma de su mano -.
- Algunas cosas que hacen Graham y Rocío que me gustaría hacer... -.
- ¡No! - casi le gritó - ¡Tú eres tú y no lo podrás cambiar! - lo miró de frente - si ellos se matan... ¿Tú también?. Hay cosas que se acoplan; por ejemplo: tus manos: tienes una a la derecha y otra a la izquierda, pero sin embargo, cuando las juntas, encajan tan perfectamente; así son algunas de las personas. Muestran que son como son, y no como los demás quieren que sean. ¿Entendiste? -.
- Tienes razón - la besó - Perdóname -.

Después de unos momentos platicando sobre algunas cosas que s tenían que decir, regresaron nuevamente a la fogata, abrazados, caminando despacio; a leguas se notaba lo que había pasado. Llegaron los dos y se sentaron para completar el círculo roto.

- ¿Qué pasó - pregunté y Rocío me pellizcó - ¡Ayy! - grité -.
- Cállate - me dijo en voz baja -.
- No hay problema - dijo Martín con voz dulce - Déjalo -.
- ¡¡Por fin!! - gritó Karina asustándonos a todos - ¡me voy a comer este chocolatote! -.
- Bueno - dije - esto es para celebrarse. Nico - lo llamé -.
- Diga mi capitán - se puso en "firmes" -.
- ¿Sabes por qué la gente alta abusa de los chaparros? - le pregunté -.
- No, ¿Por qué? - me dijo extrañado -.
- ¡Perdiste! - le respondí de inmediato - vete por las botellas de jugo de uva que traíamos para esta ocasión, y de paso te traes unos vasos, unos cheetos, una bolsa de cacahuates japoneses y unos... -
- Ya, ya, ya, no me ma....ndes - me respondió Nicolás -.
- ¡Ándale!. Para que veas que soy cuate te digo "por favor" -.
- Pues ya qué - se metió a la tienda -.
- ¿Por qué abusas del chaparrito? - me vio Gisela enojada -.
- Usté aguante o la mando a dormir ya - dije autoritario -.
- Ay, sí, como no. Haste pa'lla - me aventó Rocío - Yo te protegeré de este "Dragón greñudo", Gisela, vente para acá - la abrazó -.
- Uh, ¿ya ves moreno? - le dije a Martín - y todo por tu culpa -.
- ¿Qué? ¿Y ahora yo qué? - me miró sorprendido -.
- Ah nada - le dije - Mira, ahí viene ya Nico -.
- Tomen - nos dio un vaso a todos - Ahora le toca a Martín bautizar este bebé -.
- A ver - tomó la botella Martín - ¿Cómo se le hace? - nos preguntó inocente -.
- ¿Qué no te acuerdas de cuando - le dije - er...no, nada -.
- Ay, yo por qué. Yo no sé de eso - me dio la botella -.
- Ay, si, como no - dijimos todos a coro -.
- Me saben algo o me hablan al tanteo - nos miró a todos -.
- Te decimos - dijimos Nicolás y yo -.
- ¡No! Mejor déjalo así - me quitó la botella -.

Martín destapó la botella, nos sirvió a todos. Brindamos por la nueva pareja enamorada y por que las otras dos aún siguieran más, expresando nuestros deseos para cada una de ellas. Los tres, como unidos por un mismo pensamiento, nos vimos y tomamos a nuestras novias y las besamos, yéndonos contra el pasto por la sorpresa. Al fin, el grupo que habíamos formado ya hace un año, en nuestro principio, volvía a ser igual; el triángulo que se había quedado sin un lado, una vez más tenía su forma. Todos reímos.

Platicamos cada quién su historia de cómo le habíamos hecho para tratar de conquistar a la mujer que ahora, en esos momentos, nos estaban acompañando; de todo lo que pasamos, de lo que sufrimos y de cómo por fin nos dieron el "sí".

El momento de la fogata se hizo más ameno con la participación de una pareja más, por que hasta cierto punto podríamos platicar de algunas cosas "malas" que habíamos hecho y que seguían por ahí pendientes, algunas cosas sobre nuestro juego de fútbol.

La hora de los malvaviscos se hizo presente y mientras cantábamos algunas piezas románticas, Rocío me daba algunas veces besos y otras de comer y de beber.

Las historias de terror llegaron a su clímax cuando Gisela se asustó con un chispazo de la fogata que trajo a todos un dolor de estomago. A Nicolás no le importó eso y siguió con su historia para que Gisela lo siguiera abrazando. Karina por su parte solo tomaba del pecho a Martín. Las estrellas parecían brillar aún más ahora, aparte de que en la montaña se pone totalmente oscuro como a las 8 de la noche, estábamos completamente ciegos a nuestro alrededor, pero estábamos confiados en que con el tejido que hicimos en el cercado, los perros y algunos otros animalitos no se acercarían al campamento.

Karina vio algo y nos hizo la señalización sin apartar la vista de lo que veía.

- ¿Qué es eso, chicos? - preguntó al azar y señalando? -.
- ¿Qué, en dónde? - preguntamos todos -.
- Por allá - respondió -.
- A ver - me paré y solo sentí como Rocío me apretaba fuertemente - ¿Esos dos puntos rojos? - le dije a Karina -.
- Sí, ¿Qué será? - me dijo - a lo mejor la historia de Nicolás es verdadera y si hay algún monstruo del pantano o río o lo que sea... -.
- No te preocupes - le dije casi sin preocupación - debe ser algún animal que anda por ahí, por lo general se les ponen los ojos así cuando les da la luz directamente por una capa que tienen en la retina -.
- Pues será la mamá del perro, pero a mí me asustó - dijo Karina impidiendo que Martín se pusiera de pié -.
- Esto se arregla con una buena pedrada - dijo Martín recogiendo una del suelo - ahí va - y la aventó a los dos ojos brillantes que se desaparecieron de repente - nos quedamos mirándonos asustados -.
- Pro... pro... probablemente la reflexión se deshizo inmediatamente cuando lo asustaste, moreno - le dije un poco calmado, pero asustado -.
- Pues más te vale que sea eso, Dragón - me dijo amenazante e impresionado -.

Después de este incidente, nos tranquilizamos un poco todos y después de un rato nos fuimos a acostar. Han de haber sido como la media noche cuando nos fuimos a acostar, a lo que sucumbimos a los brazos de Morfeo inmediatamente por lo pesado del camino para llegar. Martín y yo dormimos en las orillas para mantener un poco el calor adentro ya que él y yo éramos los más gruesos.

Texto agregado el 07-11-2007, y leído por 74 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]