Miró su cuerpo descansando junto al suyo y se deslumbró como lo hizo durante toda la noche. Él dormía, con sus piernas parcialmente ocultas bajo una sábana blanca que, desordenada por la lujuria que duró varias horas, se encargaba de darle un “sexy touch” al contexto de aquel amanecer.
Observó con lujo de detalle los esculturales músculos y las perfectas facciones de su cara mientras que él, inconsciente del escrupuloso examen que rendía era iluminado con los primeros destellos de la mañana.
Estaba enamorada, perdida en un mundo que solo ella conocía, el de su ilusión.
Entonces el hombre despertó, la miró y sonrió demostrando una complicidad que a ella le resultó maravillosa.
“Gracias Ivonne, la pasé muy bien, ¿Cuánto te debo?”.
“Doscientos cincuenta pesos primor, llámame cuando quieras”, fue la contestación de la prostituta que luego de cobrar por su servicio se retiró a enamorarse de otro desafortunado perdedor y a vivir otra ilusión.