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Cuenta una historia más antigua que el tiempo que los dioses estaban irritados por las continuas molestias y disputas que entre ellos provocaba el dios bardo de la belleza. Seducía aquél a las diosas y encandilaba a las estrellas que, entre suspiros, se olvidaban de brillar.
Su perfecta belleza y encanto impedían a los dioses dar castigo al joven cantor, pues siempre conmovía el corazón del ofendido dios que contra él se alzaba. Decidieron los dioses calmar el orgullo y la arrogancia de su hermano desterrándolo de su gran morada. Para ello, pidieron al lucero del alba que se dejase atraer por sus cantos de alabanza y compartiese con el dios poeta un trago del lago de los sueños.
Así lo hizo el lucero, quedando enseguida prendado de la deidad. El dios y la estrella se reunieron junto al lago y quedó el Universo privado de su brillo. Dejóse amar el encandilado lucero y, bajo la argéntea mirada de la eterna Luna, compartió con el dios un sorbo del agua de los sueños, que une en sueños eternos a los amantes divinos.
Al otro lado del lago esperaban los dioses a que el agua encantada hiciese su efecto y que durmiesen el lucero y el dios bello para verse a salvo de su hechizo. Pero, cuando ya rozaban los ojos amantes los dedos del buen sueño, advirtió el lucero a los dioses y sus intenciones de privarle de su amado y llevarle al destierro. Saltó al aire y brilló con tanta fuerza que su destello llegó al Sol, intentando que no durmiese el artista celestial, mas ya el agua del lago hacía sus efectos y durmió el dios y cayó también durmiente, aunque resistiéndose, el lucero.
El Sol, desafiado, se acercó a batirse con el lucero, que caía presa del sueño y Luna madre, piadosa, contuvo al Sol con sus encantos para que no acabase con el astro indefenso. Desde entonces pugna Sol por acceder al lucero y el lucero hace sólo breves intentos por despertar con su brillo al dios durmiente, mientras Luna contiene al adversario y así se suceden días y noches entre intentos brillantes del lucero de despertar a la belleza.
Y así, ocurrido esto, los dioses discutieron durante muchos días y noches maravillados ante la durmiente hermosura de amaneceres, ocasos, días luminosos y noches plateadas que acababan de crear con el complot contra su hermano que reposaba. “Si alguno de ellos triunfase -pensaban- sería tan fuerte y orgulloso como nuestro hermano”. Decidieron los dioses así que no debía despertar y siguieron con su mal plan.
Para enseñarle la lección y borrar de su morada aquel orgullo, los crueles hermanos cortaron en pedazos al dios que soñaba y los esparcieron por todo el infinito para que no le extrañase ninguna estrella. Para hacerle aprender, además, obligaron a sus partes a soñar por todos los tiempos que eran alguna de las cosas que habitan bajo y sobre las estrellas.
Soñaron los fragmentos del dios a veces y otras tan sólo callaron; y se mezcló el dios con la materia. Soñaron con rocas, montañas, vientos y toda la Naturaleza y a veces soñaban con hombres y mujeres, con niños y poetas. Y en esos sueños de un dios roto llegó a la Tierra la belleza.
A veces uno de nosotros llora o siente, ríe o sueña sin dormir. A veces alguien escribe, pinta o canta, otro se enamora y aquel se lamenta en solitario. Son los fragmentos del dios los que lloran porque ya no está reunida toda la belleza. Son los fragmentos que hacen que nuestro corazón arrastre fuerte a la cabeza y nos haga querer amar a la Luna y las estrellas.
Grande era el orgullo del dios y mejor es que no aprenda, pues ya hay humanos humildes que se saben sin belleza y no es justo que la pierda el mundo debido a un dios que despierta. Aunque quizás eso no sea más que lo que aprende el soñador poeta: que es más hermosa entre sombras fragmentada la belleza que en un solo ser, cegadora y entera.
Cuenta esta antigua leyenda que todos tenemos del dios un poco de su conciencia. Si es así y resulta cierta, mantén tu alma despierta para oír los sentimientos de cualquiera, pues quizás no sean más que los sueños de un dios que sueña.

Ulises Grant.

Texto agregado el 23-03-2003, y leído por 901 visitantes. (1 voto)


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