Cuando me desperté me di cuenta,
de que hoy no sería un día común,
que hoy coleccionaría
lo que no hace la gente normal.
Salí a la calle tan pobremente vestido
que todos me veían
con sus cotidianos ojos de desprecio,
como si hubieran visto al mismo demonio,
solo que con lentes y con una panza
un poco crecida.
Lo primero que encontré para coleccionar
fue la sonrisa alegre y misteriosa
de esos niños que trabajan en la esquina,
y digo misteriosa, por que no entiendo
como pueden sonreír trabajando
bajo el calcinante sol,
los peligros de la calle
y las múltiples groserías de estos seres
"racionales" que se llaman humanos.
Llegue al típico lugar
a donde me dirijo todos los días
y en el camino pude juntar
los arboles y el aire,
las calles, los edificios,
los animales y los muertos,
me reuní con mis amigos-hermanos,
coleccioné de ellos sus saludos,
sus juegos, sus muestras de cariño,
su compañía y sus sentimientos.
Después llegó ella, tan fresca y ligera
como cualquier otro día,
me regalo un beso en la boca
y me tomó de las manos,
que supe que también iba a coleccionar esto,
y el resto de los momentos que estuviera con ella,
como cuando vamos en el camión,
cuando comemos juntos,
cuando nos abrazamos y nos acostamos,
cuando compartimos nuestro amor
y escuchamos música,
cuando observamos otro atardecer.
Regreso nuevamente a la casa
y, sólo, me pongo a coleccionar
esos poemas de los que me deprimen
y esos otros que me hacen la vida más feliz.
Le doy un beso a mi hermana
y a mi madre,
me voy y me acuesto sobre la cama,
saco mis colecciones y me pongo
a repasarlas una y otra vez,
y las bautizo con el nombre de
"colecciones de un día tonto"
por que precisamente son esto,
sólo esto le pueden gustar,
a un tonto como yo.
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