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Me recosté desnuda sobre aquel deseo, l estaba semibestido frente a mi casi en el borde de la cama pero delante de su computadora, el colchón no tenia sabanas pero si un par de almohadas suaves y lo demás no lo contare porque entonces comenzare a describir algo real…


El me miraba, me observaba, sentía recorrer sus ojos por mi cara, detrás de las orejas, de las rodillas, por mis codos, era un depredador frente a su victima que degusta del dolor. Le sonreí un par de veces y el me las devolvió con un poco de morbo; se impulso sobre mi, no fue brusco, fue lento y delicado, delicioso, se abrieron mis piernas y mis pezones quedaron firmes…
Escuche varias veces las mismas canciones, eran de un rock ligero, ese disco se repetía una tras otra vez…
Fueron sus besos resbaladizos, cayeron por mi cuello, pasaron en medio de mis senos donde se detuvieron un momento, al llegas a mi ombligo me miro sonriendo, no pude evitar mirarle y suspirar; siguieron los besos después solo sentía que lamía, sentía el plástico de su perforación en su lengua, un cosquilleo, un calor; de vuelta a mí boca sus labios sabían a látex. Le mordí el hombro, los labios, la lengua, la barba, le quería comer, era entonces yo un lobo hambriento.
Le pedí que me sometiera, que me lastimara, era el mi castigador me que quitaría con dolor años de mi condena en el purgatorio, era yo una pecadora. Me hinqué en su cama (todo un reino en verdad) el sabia perfectamente que hacer, me toco despacio una por una cicatriz que encontró escondía. Era hora, saco la navaja de plata ( pues siendo yo vampiro la herida tardaría en sanar) la paso lento por mi cuello, sin penetrar introdujo la punta en mi ombligo la saco de nuevo y comenzó a acariciarme, me deseaba (la navaja) yo lo sabia; dirijiendoce detrás de mi coloco el filo justo al lado de mi columna, lo introdujo rasgando un poco la piel para un leve sangrado, tuvo que lamer, de nuevo la punta se hundió y con su lengua amarga de látex la junto como un néctar podrido, bajo el omoplato la punta se perdió y no paraba de sangra, sorbió varias veces, se embriagaba con el vino del rey, le chorreaba poco la boca, mientras yo me perdía en el dolor de un orgasmo producido por una navaja; se arto de quitarme el alma, entonces solo quedaron las inchaduras rojas y brotadas sobre la piel, le pedí que me quitara el ardor con un poco de cera, entonces encendió la mecha de la vela era una flama perfecta que derretía a esa parafina; goteo y tapo las heridas, no me quemaba no tanto como la pólvora; después retiro los goterones fríos…

Me contemplaba y sus ojos cafés parecían algo perversos, los mismos que me hacían tantas preguntas ¿Cuántas cortadas puedes resistir?, ¿Cuánto dolor?, ¿Cuánta sangre puedes perder?, sentía que me incitaban a comprobar, a corrompernos mas, a darle respuestas. De nuevo me vi. en su cama transformando el pecado en salvación.




dedicado para mi castigador que lleva por nombre ‘’ la fuerza de dios’’, aunque yo no crea en uno de verdad. Para mi castigador infantil que se rehusó a someterme.

Texto agregado el 26-11-2007, y leído por 225 visitantes. (0 votos)


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