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Inicio / Cuenteros Locales / Catalina_ortuzar / Soy tu dueño, Aurora. Capitulo III

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El reloj daba las 1 de la madrugada y Aurora aun no podía dormir, Le ardía el cuerpo, las imágenes de aquella tarde danzaban en su cabeza, la atormentaban y prendían su deseo. "Quiero que sea de día y que las horas pasen volando...”, pensaba mientras miraba la luna a través de los visillos. Pensando en Armando, cayo profundamente dormida y por supuesto, soñó con el, que la besaba y que le hacia el amor suavemente.

Al despertar, procuro lavar las sabanas y enaguas a escondidas de su madre, ¿Que diría aquella señora si supiese lo que ocurrió en su ausencia? Estrujo y escobillo con ganas las telas, limpiando todo rastro de sangre que hubiesen en ellas, Miraba las manchas y se emocionaba al recordar como habían llegado ahí. Armando, se había apretado contra ella, le abrió las piernas con los brazos y en una embestida, ubico su sexo y la penetro. Dulces recuerdos, solo hubiese deseado que el la besase al final y le dedicara lindas palabras. Pero no...Armando no era así

Armando era una bestia, tanto en los negocios como en la cama. Para el no existía la melosa frase "hacer el amor”, no, el solo tenia sexo. Entre mas brutal fuese este, mas placer le causaba, el dominaba la situación y adoraba a las mujeres bellas y sumisas. ¡Y afortunado el!, había encontrado lo que había buscado por años, en una deuda de juego con un adicto a las apuestas.

La mañana, entre pensamientos y calenturas, paso volando y a las 4 en punto llego el prometido a buscar a su futura mujer. Lucia serio y elegante como siempre y al ver a Aurora, finamente vestida, le dedico una de esas sonrisas que la volvían loca. Se saludaron con el beso en la cara, se despidieron de Doña Clarita y partieron en carruaje hacia la Iglesia en donde tendrían charla con el cura. El viaje se efectuó en silencio, Aurora contrariada y cabizbaja miraba por la ventana, hasta que la mano de Armando se poso en sus rodillas. Sin mirarla, apretándole las telas del vestido le dijo casi murmurando

-Desde mañana, no te pones más ropa interior, solo enaguas.

Sorprendida y con la cara roja como grana le contesto

-¿Por que?

-Porque yo digo. Eres mía, Aurora y lo que yo diga tu harás.

Aquellas palabras acabaron por avivar la libido de Aurora. En un acto audaz de su parte, se levanto con dificultad el vestido, bajo la mirada atónita y endiablada de Armando, agarrando su mano y ubicándola en su entrepierna

-Bésame Armando, acaríciame, no me interesa que nos vean, vamos, acaríciame

Obediente como nunca, el hombre apasionadamente la beso y con sus dedos la hizo suya de nuevo, sofocando con su boca y lengua los profundos gemidos de placer que provenían del Alma de Aurora.


Ya en la iglesia, ninguno de los dos escucho al Padre, que hablaba de la seriedad del sagrado matrimonio, de los compromisos a que ambos adquirirían y miles de cosas más que no importaban a la pareja. Se casaban porque así lo había acordado Armando con Doña Clarita y porque ambos habían encontrado un punto en común: La lujuria e individualmente porque habían encontrado lo que ambos deseaban; Armando a una mujer joven, sumisa y bella y Aurora, El hombre de sus sueños del cual se había enamorado, de el y su pasión.


Al desocuparse, ambos decidieron ir a pasear, paseo que fue una tortura para ambos, ya que lo menos que querían era conversar y mirar el paisaje. A eso de las 8 cuando ya oscurecía, Armando la dejo en su casa.

-Mañana tengo negocios que atender en Santiago, no nos veremos hasta el viernes. Cuídate y recuerda, no te pongas más esa fastidiosa ropa interior.

Se despidió con un frió beso de su prometida y partió. Aurora quedo estática, parada mirando desde el portal de su casa como se alejaba el carruaje, con los ojos llenos de lágrimas, "¿Porque el era así, apasionado en el sexo pero tan frió en el trato normal?

La pobre llego enferma a la casa, paso la noche afiebrada, delirando y llorando. Su madre ni se imaginaba que le ocurría, pensaba que se había agarrado algo en el paseo, pero lo de Aurora era mucho más grave: Se había hecho dependiente de Armando.


Al hacerla suya de esa forma, al besarla al mirarla con aquellos ojos, así ese hombre le echo el yugo a la pobre muchacha. Mientras su madre desesperada mandaba a buscar al doctor, Aurora se aferraba a la única foto que tenia de su amado, besándola y mirándola fijamente, como esperando que aquella imagen saliese del retrato y le sacase la ropa a la fuerza.

Paso todo el Jueves llorando y delirando, el doctor no entendía que le pasaba

-Quizás sean nervios por la boda que se aproxima, misia Clarita.- decía contrariado el pobre anciano doctor que con impotencia veía como su paciente se retorcía en la cama y lloraba como Magdalena.

La enfermedad duro hasta que el viernes en la tarde volvió Armando a visitarla. Aurora salto de su cama y se tiro a los brazos de su prometido y agitadamente le suplico entre murmullos:

-Sácame de aquí, Armando, llévame a tu casa, por favor.

-Esta bien, vístete rápido y recuerda lo que te dije sobre la ropa interior.

Velozmente, bajo los ojos observadores de Armando, Aurora se vistió y al rato, ambos bajaron de la mano y le anunciaron sus planes de paseo a Doña Clarita. Esta sorprendida por la asombrosa mejoría de su hija dijo:

-Pero la niña ayer estuvo muy enferma Don Armando...

-No se preocupe Doña Clara, mire, lo único que necesita Aurora es aire fresco. La llevare a pasear a la playa, con permiso

Y de la mano se la llevo corriendo cerro abajo hacia su casa en donde al entrar, subiendo las escaleras, ambos se sacaron a tirones la ropa. Al llegar al living, ya estaban desnudos, Armando se apegaba a ella mordiéndole el cuello y apretando sus pechos con furia mientras Aurora acariciaba con su mano el duro sexo de su pareja. Armando la soltó y se sentó en el sillón, con la mirada, si mediar palabra la llamo y acostándose en los suaves cojines de terciopelo verde esmeralda le pidió que se pusiera arriba de el.

-Ven, Aurora, hoy te tomare así, Súbete arriba mió, ven

Ella caminaba febrilmente hacia el sillón...estaba extasiada con la vista de su cuerpo desnudo, la pasión que palpitaba en sus palabras y lo imponente del sexo de Armando....Lentamente se ubico arriba de el y con un gemido al unísono, ella fue penetrada.

Los dos estaban como poseídos, Aurora saltaba sobre Armando, el que se retorcía, se sentaba y le mordía los pechos, cuando no levantaba las caderas para llegar profundo dentro de ella. Abría los ojos y la miraba gozar, aumentando así su excitación y llevándolo a tomar las suaves caderas de ella fuertemente, para subirla y bajarla al ritmo del movimiento frenético de ambos. Armando se resistía a caer bajo el orgasmo, quería extender aquel momento lo máximo posible, hasta que no le fue posible y exploto dentro del cuerpo de una extasiada Aurora. Ambos cayeron rendidos el uno al lado del otro y por primera vez, Armando el beso dulcemente.

-Soy tu dueño, Aurora, eres mía, mía....- le confidenciaba con la respiración aun agitada

Ella se emociono profundamente al escuchar esas palabras, se refugio en el agitado pecho de Armando y se apretó a el, queriendo embeberse de su sudor. "Pronto estaremos casados y nada nos separara". Aurora sabia que el no la amaba, pero mientras la hiciese suya todas las noches, ella seria feliz...


Fin Capitulo III

Texto agregado el 27-11-2007, y leído por 185 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
27-11-2007 Al margen de los errores de dedo y de ortografía (faltan acentos, puntos, daban LAS una, etc), creo que la trama se regodea en un punto único y central, totalmente erótico, sin que se avizore a breve plazo algún hecho que sacuda la modorra evidenciada por el texto. La propuesta puede continuar de esta manera unos veinte capítulos ó más, con la misma anodina tesitura. El problema será para el lector...si lo hay. sajonio
 
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