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Inicio / Cuenteros Locales / Catalina_ortuzar / Soy tu dueño, Aurora. Capitulo IV

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Doña Clarita miraba extasiada a su hija mientras esta se probaba el vestido de novia. Aurora se miraba al espejo, sonreía y se imaginaba entrando al altar del brazo del anciano doctor Rojas, ansiosa por llegar al lado de su novio, para entregarse a el, ante dios, para siempre. Se daba vueltas mirando su reflejo, tocaba la tela y jugaba con el velo. Disfrutando como niña con regalo nuevo estaba cuando intempestuosamente, Armando entro al cuarto. Doña Clarita se puso histérica al verlo parado ahí, impávido, observando a su dulce prometida de punta en blanco, virginal y mas deseable que nunca. "Que ganas de hacerle el amor ahí mismo delante de su madre, de poseerla y hacerla gritar de placer", pensaba el.

-Y usted que hace aquí, Armando!, no sabe que es de mala suerte ver a la novia con el vestido antes de la ceremonia?.- dijo escandalizada la madre

-No creo en esas estupideces Doña Clarita, no se preocupe que no existe tal cosa. Aurora...te ves, hermosa.- le dijo mirándola encantando

-Gracias Armando.- le respondió la chica

Mientras se miraban, Aurora se mordía el labio, señal de que ardía de deseos de ser tomada por el. Armando la miraba a la distancia con angustia, el la deseaba también, pero mas deseaba mancillar la pureza de ese vestido, poseyéndola con el puesto. Como si alguien hubiese escuchado las silentes plegarias de la pareja, apareció Encarnación, empleada de la casa a buscar a la Señora por un problema con el lechero. Doña Clarita bajo apresurada a regañadientes dejando a la pareja sola en la pieza y al segundo de desaparecer de la habitación, ambos, como atraídos por un enorme imán, se abrazaron y besaron. Armando condujo a Aurora hacia la ventana y se puso a espaldas de ella.

-Tú vigila que tu madre no venga, yo haré lo demás...

Subió rápidamente las telas del vestido dejando al descubierto aquellas suaves nalgas que tanto lo excitaban, las acaricio y, sin perder tiempo, entro en el húmedo sexo . Empezaba lento, para enloquecer a Aurora, agarrándola de las caderas y dejando que su sexo saliese de aquel apretado y calido refugio para después introducirlo fuerte y hondo, hasta que el hueso de sus caderas chocara con los temblorosos muslos de su novia. Después, mirando junto a ella por la ventana, viendo como la madre discutía con el lechero, Armando subía la velocidad de sus embestidas, una tras otra rápidamente, mientras que el único sonido que se escuchaba en el cuarto, era el de los gemidos de ambos y el choque piel contra piel. El ambiente afuera se calmaba y el futuro novio, entre mordidas en el cuello, embestida brutales y palabras al oído hacia llegar a su novia al orgasmo. Aurora se afirmaba del visillo sintiendo su cuerpo y sexo latír a mil por hora. Armando la recibía entre sus brazos y aun moviéndose con frenesí dentro de ella, le dijo:

-Ahora, niña mía, te vas a poner de rodillas y harás lo que yo te diga

Estaba extasiada y como hipnotizada por aquellas palabras, se separo de el y se puso de rodillas frente a Armando que aun miraba por la ventana. Sin que se le dijese nada, solo siguiendo su instinto, supo lo que tenia que hacer: se metió el miembro a la boca lentamente mirando a su novio a los ojos y saboreo en el la mezcla de sus jugos y los de el .Uso su mano como extensión de la boca y se movió rápidamente, tal como a el le gustaba, parando a ratos y lamiéndolo entero, mientras Armando se afirmaba de los visillos mirando como Doña Clara solucionaba el problema con el lechero y se despedía de el amablemente. Por mientras que su suegra se dirigía lentamente hacia la puerta, el , agarrando fuerte la suave cascada de rizos negros de su prometida, caía fulminado y deshecho por el orgasmo, jadeando desesperadamente y viendo como su futura mujer saboreaba no solo el liquido tibio y salado que aun quedaba en su boca, sino también la reacción de su amado. Al entrar la madre a la pieza encontró a ambos abrazados, de pie, frente al espejo, iluminados por los últimos rayos del sol que entraban tímidamente por la ventana.


Los 6 meses pasaron volando, entre caricias, copula y besos. Armando había notado un cambio en si, su mundo daba vueltas alrededor de aquella candida joven que se había entregado a el y que pesar de sus indolencias e indiferencias, lo amaba! Si, lo amaba a pesar de todo y por primera vez en su vida, sentía que no la merecía y es mas, se arrepentía de haberla desvirgado de aquel modo tan brutal.


Faltaba una semana para el matrimonio cuando Armando recibió en su oficina una desagradable sorpresa: Una misteriosa caja con una sangrienta cabeza de carnero dentro. Colgando de ella un intimidante mensaje que decía:

"Te estamos siguiendo el paso desgraciado, el que la hace la paga"

Horrorizado, pero no sorprendido, tomo la caja y la boto integra a la basura. No era primera vez que lo amenazaban y tampoco seria la última, mucha gente lo odiaba por su temperamento y forma de actuar; frió, implacable y despiadado, así que no le tomo mucha importancia a aquel suceso y siguió trabajando tranquilamente en su oficina con vista al puerto.

A las 4 , como siempre, fue a buscar a Aurora, que lo esperaba lista para salir sentada en el pórtico de la casa, con su vestido verde esmeralda , manguito de piel, sombrero y esa cascada de rizos negros en los cuales Armando se perdía cuando , frente a un espejo, sentados en la cama, la poseía. A días de la boda, ya no se encerraban toda la tarde en el departamento de sillones verde esmeralda, no, ahora compartían conversaciones, paseos e incluso reían juntos!, cosa extraña en el ya que era bien conocido por su ceño fruncido y gélida seriedad, solo reía cruelmente cuando quería conseguir algo.

Se sentaban en un café, frente a frente, se miraban y Aurora le pasaba su enguantada mano por la cara.

-Se que no me amas, ya me he resignado a eso, pero quiero que sepas, que mientras estés al lado mío seré feliz. Seré una excelente esposa, haré lo que tu me digas, porque tu eres mi dueño Armando Backhaus, soy tuya.

Aquella sinceras y calidas palabras que lo hubiesen hecho sentir poderoso y excitado, ahora le causaban un amargo dolor en el alma. Culpable de aquello era su testarudez, su maldito machismo, el que le impedía decirle a la joven un simple y sincero "Yo también te amo". Se mordía la lengua, sonreía, le agarraba la mano , se la apretaba y le respondía con una tibia y dolida sonrisa.

-Mi niña, se que serás una excelente esposa, lo se.

Hasta que llego el día de la boda, todo estaba listo; el banquete, la recepción, la iglesia, los invitados, todo. Armando estaba nervioso, se sentaba en el sillón del living, el mismo en donde por primera vez vio desnuda a Aurora, con las cortinas cerradas y un vaso de whisky mirando el vació. Estaba feliz, pero nervioso, le pesaba el alma, algo se le atoraba en el pecho que lo tenia intranquilo, "Nervios de novio" pensó el, pero estos se hicieron mas fuertes cuando se dirigía hacia la iglesia. Le pesaba el cuerpo y le faltaba el aire cuando se paró en el altar esperando a Aurora que no llegaba. Pasaban los segundos, los minutos y la normal tardanza de la novia empezó a sacarle de quicio.

-No se preocupe señor Backhaus, es normal que las novias se demoren en llegar.- le decía el padre tratando de calmarlo.

Pero nadie podía calmarlo, caminaba como león enjaulado de un ala de la iglesia a la otra, mirando el reloj y la entrada de la iglesia viendo si se asomaba Aurora, pero nada. Se dirigía hacia la salida cuando en el pórtico apareció el doctor Rojas pálido, con la blanca pechera y las manos teñidas en sangre y la mirada desencajada. Al verlo, Armando corrió a su encuentro, bajo la mirada atónita de los invitados y loco de la incertidumbre le pregunto:

-¿Y Aurora doctor?,¿ dígame? que paso con Aurora?

El anciano lo miro con los ojos llenos de lagrimas y con la voz hecha hilo le respondió

-La niña, don Armando,.....la han matado..

Mencionadas aquellas palabras, el mundo de Armando se hizo pedazos. Lo miro horrorizado y partió corriendo a la casa de Doña Clarita. En la desesperación llego en menos de 10 minutos a la casa, que se encontraba llena de curioso en la entrada, tratando de mirar hacia adentro. En la puerta, la policía tomaba notas e inspeccionaba el alrededor de la casa. Por mas que ellos trataron de impedir la entrada del angustiado hombre a la casa, no pudieron, y al cruzar el portal de entrada, se encontró con un horrible espectáculo: Doña Clarita sentada a los pies de la escalera con la mirada perdida y acompañada por una vecina, y a sus pies , un bulto tapado con una frazada.

-Mi niña, mi niña, porque le hicieron esto a mi niña!.- mascullaba con la voz quebrada la pobre mujer, mirando el ensangrentado cobertor

Armando entro y bajo la frazada pudo distinguir un brazo enguantado de satín blanco salpicado en sangre. En la locura, se zafò de los policías que lo retenían del brazo, se tiro hacia el y lentamente levanto la frazada que la cubría. La vio: Tenia los ojos semiabiertos, mojados en lagrimas y todo el vientre destruido

-La han matado como cerdo en matadero.- comentaba un policía en la otra esquina de la casa

Pero el novio no escuchaba a nadie, miraba a su novia, le acariciaba la cara, los rizos negros y la apretaba contra su pecho, aun en shock, con la mirada perdida y el grito retenido en la garganta. La policía lo dejo estar con el cadáver hasta que llegase el patólogo y cuando este llego, quisieron arrebatársela, se resistió y se quebró. Gritó, maldijo y lloró todo lo que no había llorado en su vida, desde que su padre lo abandono a el y a su madre cuando solo contaba con 5 años. Siguió, acompañado de la policía al carro que llevaba el cuerpo de Aurora y paso toda la noche en el pasillo de la morgue llorando y golpeándose contra las paredes. Sentado en ese frió lugar, recibió la visita de la policía que lo interrogo, pero el solo balbuceaba y lloraba, apretándose con los rotos nudillos los ojos. Solo despabilo cuando uno de los oficiales le pregunto:

-¿Sabe de alguien que quisiera hacerle daño a usted?

-¿Por que pregunta eso?.- respondió sorprendido Armando

-Porque hemos encontrado una nota sobre el cadáver de su novia dirigida a usted que decía: "Espero que aun te sirva para la luna de miel. ¿Creíste que era broma no cierto? El que la hace, la paga, Armando Backhaus"

Entonces recordó aquella caja que había recibido hace una semana atrás. Claro, le venían siguiendo el paso y habían acordado pegarle en donde más le dolía: Aurora.

Con la culpa en los hombros, las horas pasaron lentas y tortuosas. Al mediodía del día después, el doctor dio su informe el cual destruyo aun más al abatido Armando. Este decía:

" La Señorita Aurora Millar murió desangrada a causa de un corte profundo en el vientre, producto de un arma cortante (machete, cuchillo carnicero, espada). Aproximadamente agonizo por algunos minutos y luego expiro. La difunta también presentaba un embarazo de pocos meses....."

Leído eso el papel voló de las manos de Armando y este miro al horizonte tratando de llorar, pero sus ojos ya no tenían lágrimas.

Al día siguiente se arreglo el funeral, el se hizo cargo de todo. Pidió el mejor ataúd, la mejor carroza, las mejores coronas fúnebres y decidió sepultarla en el panteón que hace algunos años atrás había mandado a construir en el cementerio N-1. También mando a llamar a Oscar Benuville, fotógrafo francés especializado en fotografía post mortem para que fotografiara a ambos juntos. Armando vistió a Aurora con su vestido favorito, aquel con el que solía esperarlo en las tardes sentada en el pórtico de su casa. La peino, acomodando sus desordenados rizos y se sentó junto a ella frente a la cámara. Poso abrazándola y mirándola con ternura, mientras la inerte cabeza de ella reposaba en su hombro. Por mientras que la fotografía se procesaba, estuvo un buen rato quieto susurrandole "te amo, te amo", mirando aquellos entreabiertos ojos con pupilas fijas y acariciando la gélida mano que en tiempos de pasión y lujuria apretaba y rasguñaba su carne.

El velorio y funeral pasaron rápido y fueron poco concurridos. Doña Clarita no asistió porque fue internada en un hospital, el dolor de haber perdido a su única hija la había vuelto loca. Terminado el entierro, caminando, llego a Playa Ancha, y sorteando la maleza y los cerros se paro al borde de un risco. Parado al borde del precipicio, saco de su bolsillo una foto de Aurora, fechada en Agosto de 1878, donde la joven sonreía a la cámara y la miraba fijamente con ojos juguetones. Observo con ternura aquella foto por unos minutos, la beso y luego, abriendo la mano, dejo que volase con el viento.

-Perdona el no haberte protegido, mi bella Aurora. Volverás a los brazos de tu dueño, y de ellos no te iras jamás….no te desesperes mi amor.

Miró brevemente como el sol se ponía en el horizonte y sintiendo el fuerte viento en su cara, se arrojo al vació.


Fin

Texto agregado el 30-11-2007, y leído por 273 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-11-2007 ..terminó? Este capitulo tiene de todo.. tragedia, amor, pasion, dolor, injusticia..Que lastima que terminó la historia, sin embargo el final, tan dramatico, me encantó. Mildemonios
30-11-2007 Ohhhh!! Qué final!!!! Qué lástima que terminó... Muy buena historia! Me encantó leerla, sigo con el diario de Catalina, espero que ese no termine por ahora :) chantal-deveraux
 
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