Y si, aunque me digas que no, aunque todos intenten en vano hacerme sentir mejor, seguiré cayendo en el precipicio de lo que alguna vez fue mi amor.
Es que es muy fácil hablar sin saber, sin ponerte en la piel de otro, y más fácil aun, hacerme notar los errores que cometí, porque si, porque soy María, y siempre, sí, siempre, cometo muchos errores (¿muchos?).
Ya odio el término “confundida”, y ni hablar del “desubicada”; nunca más contemos el “tiempo”, ni pretendamos el “fue mi culpa”. Porque no es así, bien lo sabés, y demasiado bien lo se yo.
Hoy aborrezco cada pequeño centímetro de mi ser, pero amo más que nunca al tuyo. Quizás es uno de esos días donde no debería haberme levantado de la cama, y mucho menos hacer mis manos (y ojos) prisioneros del procesador de textos, de las páginas, de los azares, de los escritos, de las palabras, de las imágenes, de todo. Todavía no se como puedo dormir, pero si se que la intensidad de mis espasmos son cada vez mayores; tu lo notaste, pasaste una noche entera enredado a mi cuerpo, obsesionado con la idea de detener el continuo temblor… No se irá, no todavía mi amor… Falta mucho…
Llueve, como tantas otras veces llueve en Buenos Aires. Ayer nomás me disfrazaba con miles de máscaras para ser feliz a tu lado, hoy las tiré todas al río, y dejé de ser la maldita malcontenta de la que todos tanto hablan. Pero sigo sin poder perdonarme, sigo sin poder respirar sabiéndote dolido aun por la lanza que clavé en tu pecho (aquel que pensaba fuerte, hoy que conozco débil).
Ensueños, pesadillas, terrores nocturnos, disomnias, parasomnias, hablar en sueños, calambres nocturnos de las piernas, psicosis, desórdenes de ansiedad, cefaleas, actos oníricos por demás… los tengo todos y te inquieto cada noche con ellos. Si en mi estado consciente te entristezco, y en el inconsciente te atormento…
Mi mente necesita un descanso.
Basta. |