Pasó mucho tiempo desde la última vez que escribí, y estos ojos tiranos no ayudaron a cambiar la triste realidad. Una enfermedad virósica me alejó de los teclados y caducaron mis ganas de imaginar el constante tic-tic de una mente despierta derrochando palabras en rehogar sus penas. Ahora duele no poder decir lo que uno tanto soñó, porque es así,por más que lo intente no logro recordar (y a ciencia cierta eso es lo que más me molesta) todo aquello que ayer corría por mis venas. Esas ideas malogradas; el ir y venir de los pensamientos; la lejanía imparcial de la luz en el túnel de la lógica y tantas cosas más.
Estoy imponiendo nuevos dogmas en mi mente cuajada, pero no creo que subsistan por mucho tiempo, ya que no hay quórum en esa región encefálica donde se juntan a dialogar aquellos años perdidos junto con los sueños deshechos. No queda nada más por decir, mucho menos por hacer, tan sólo intentar seguir y proponerse algo nuevo, como dice mi paredro.