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Inicio / Cuenteros Locales / franciscoparra / Por un paquete de cigarrillos

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Para un adicto al cigarrillo y a la lectura, leer sin fumar no tiene magia, hace perder la concentración, no se goza tanto. Pero a la una de la madrugada no había negocio que los vendiera en su cercanía. Sólo podría encontrarlos en un villorrio varias cuadras más adentro. En ese lugar, el camión repartidor de Coca Cola que distribuía la bebida a los boliches, entraba custodiado por dos autos policiales - y eso que lo hacía a las once de la mañana-. Putas había pocas, dos reconocidas y una sospechada. En la mayoría de las casas vendían marihuana, aunque en algunas también pasta base Las gentes no tenían nombres, ni de niños, como preparando el alias con que la policía los ficharía.
La adicción, siempre más fuerte que la prudencia, lo hizo caminar hacia aquel lugar vestido con sus peores ropas, acompañado de sus llaves y mil pesos. Al adentrarse oyó silbidos y vio grupos de personas en cada esquina. Le ofrecieron de todo, hasta coca. Pensó en probarla, pero sólo tenía el dinero justo para el paquete de cigarrillos. Logró llegar a un negocio cubierto de rejas, en que por una pequeña rendija lo atendió un hombre de aspecto criminal. Pagó y recibió lo ansiado. Luego sintió miedo, un miedo que no tuvo en cuenta cuando caminaba hacia aquel sector, pero que ahora lo invadía. No rezó porque no creía. Evitaba a los grupos de hombres tratando de no demostrar temor y fingiendo un caminar que no le pertenecía. Un tipejo cruzó hasta su vereda y le pidió dinero. Contestó que no tenía, a lo que el sujeto replicó mostrándole un cuchillo en señal de amenaza, interpelándolo a decir la verdad. Le mostró sus bolsillos vacíos, mas el bulto que sobresalía de su chaqueta incitó al hombre a registrarlo. El vicioso lector era corajudo, y tras una pequeña riña, logró huir con el motín, radiante. Como nunca antes sintió esa gozosa sensación de conseguir algo con tanto esfuerzo, de que aquella noche había valido la pena el enfrentarse por primera vez a un delincuente y conseguir la victoria. Se fue caminando por un sendero distinto al que lo había llevado a esos barrios. Caminó y caminó y sintió felicidad. Su madre lo esperaba al final de la calle, seguramente preocupada por su intempestiva salida. La acompañaban sus abuelos y al final destellaba un albor que guiaba su andar. Entonces pensó, después de mucho rato sin pensar, y encontró explicación a esa sensación que lo invadía, a la ausencia de dolor y a las pocas ganas de fumar; El hombre que lo asaltó lo había matado.

Texto agregado el 03-12-2007, y leído por 141 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-12-2008 Explícito pero ágil y divertido. Me gusta tu estilo es ingenioso y único. ***** JFer
04-12-2007 Bueniiiiiisimo. margarita-zamudio
03-12-2007 Esta muy bueno, estaría menos comun si no lo matabas leon
03-12-2007 Me gustó, bien narrado, es ágil en sólo un par de párrafos. La frase final eso sí podría haber sido más figurada, pero de todos modos cierra bien la infortunada ida a comprar puchos. quilapan
 
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