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SUNDAY, BLOODY SUNDAY


- ¿Para qué doblas en esta calle? Vas a dar más vuelta a lo tonto.
- Cállate, Marta, mucho hago con traerte a la casa de Rodrigo como para hacerte caso. Además, yo vengo manejando, no tú.
(Jorge maneja como a 120 kilómetros por hora. Marta mira su reloj: cuatro y media de la madrugada; no hay ningún vehículo rondando por ahí, y tampoco hay estrellas en el cielo).
- Pero vas muy rápido; ya bájale, Jorge.
- Qué mamona eres. Ya sé por qué Rodrigo no te aguanta ni cinco minutos.
- Idiota.
(Jorge da una vuelta a la derecha y se sube a la banqueta. Tira dos botes de basura y hace ladrar algunos perros en el vecindario).
- Ya en serio, quiero llegar viva.
- Coño, pinche Marta, eres bien miedosa.
- Rodrigo debe estar preocupado.
- No seas ridícula. Él sabía de la fiesta, ¿no?
- Sí, pero ya casi amanece. A lo mejor cree que me pasó algo.
- ¿Ah, sí? Si se trata de cuidarte, él hubiera ido contigo.
- Está enojado por lo del otro día. No quiso salir conmigo.
(Jorge se pasa dos semáforos en rojo y el reclamo del claxon de un deportivo azul no se hace esperar. Jorge le mienta la madre al conductor y se ríe a carcajadas).
- ¿Te vale, verdad?
- Sí.
(Marta tuerce la boca en señal de disgusto. Suspira y dirige la mirada al frente).
- Tengo la impresión de que Rodrigo agarró la jarra...
- ¿Por la bronca que acaban de tener?
- Sí. Y eso me pone a pensar. Rodrigo chupa en serio cuando nos peleamos.
- No hay tos, de una buena cruda no pasa.
- Pero luego se pone bien agresivo...
- ¿Y entonces para qué estoy yo?
(Jorge frena de golpe ante un grupo de chicas ebrias saliendo de un antro. Jorge calcula que no pasan de los veinte. Una de ellas le lanza un beso y le guiña un ojo. Jorge le corresponde con una sonrisa un poco extraña en los labios).
- Y aparte de todo, coqueto.
- ¿Celosa?
- ¿Te importa?
(Jorge acelera y dobla a la izquierda. Toma una calle solitaria y sin luz. La neblina es parte del cielo sin estrellas y del pavimento. Una ráfaga de viento helado se cuela entre las puertas del auto).
- Jorge, ya casi amanece.
- ¿Y? Es domingo.
- Rodrigo debe estar esperándome.
- Si está embriagándose no creo que sepa ni qué día es hoy...
- Hace mucho frío.
- No pienso abrazarte.
- No quiero que me abraces.
(Jorge trata de encender la calefacción del auto pero no funciona. Se quita su chamarra y la pone sobre los hombros de Marta, quien se la acomoda sin decir nada. La mira y se da cuenta de que aunque estén bajo un cielo sin luna y sin estrellas, ella es hermosa, y él es muy afortunado al tenerla ahí, así sea sólo unos minutos que se desvanecen cada vez que él acelera).
- Ya vas a ciento cincuenta.
- No pasa nada, Marta.
- Ya casi llegamos.
- No te preocupes.
- Rodrigo puede escuchar el motor de tu coche.
- ¿No que está bien pedo?
- Eso creo...
- No entiendo cómo sigues con él.
- Eso es algo que a ti no te importa.
( Marta abre su bolso para sacar un pequeño espejo. Se acomoda el cabello y se retoca los labios, cuida que su blusa no esté arrugada después de ese rato que pasó con Jorge, y fija su mirada en ese cielo infinitamente negro. Suspira, tratando de creer que con la salida del sol, todo marchará bien).
- Creo que mejor me dejas en la esquina.
- Ya vas con tus alucines.
- Rodrigo no es idiota.
- Rodrigo no sospecha nada.
- ¿Ya viste qué hora es?
- ¿A qué le tienes miedo?
(Jorge vuelve a acelerar y pasa de largo las luces rojas de los semáforos, los letreros de alto, precaución, y disminuya su velocidad, hace que el auto rebote en los topes que parecen bardas, y mira de reojo a Marta, cada vez más bella, cada vez más lejos, queriendo no frenar nunca, no detener el auto y seguir).
- ¿Cómo le haces, Marta?
- ¿Qué?
- ¿Cómo le haces para fingir?
- No quiero hablar de eso...
- Yo sí. Supongo que tienes la sangre muy fría...
- Cállate.
- ...como para acostarte con el hermano de tu novio.
- ¡Cállate!
(Marta lanza un golpe a Jorge, pero él lo esquiva y trata de sostenerla por las muñecas. Ella consigue arañarle la cara, y él maniobra con dificultad el volante. A lo lejos, una sombra se confunde con la espesa niebla que cubre las calles esa madrugada. Rodrigo mira su reloj: las cinco de la mañana, y Marta, ni sus luces. Da un largo trago a la botella que trae en su abrigo).
- Pinche vieja, ya me las cobraré cuando llegue.
(Marta mira hacia el frente y distingue la silueta convaleciente sostenida de un poste).
- ¡Rodrigo! ¡Cuidado!
(El auto gira bruscamente para esquivar a Rodrigo, y el haz luminoso de los faros resplandece en su mirada por unos instantes. Da un paso atrás y tropieza, cae sentado sin soltar la botella).
- Pinches locos hijos de su puta madre...
(El auto no se detiene y pasa a pocos centímetros de una barda. Jorge controla el volante y acelera, agradeciendo a Dios no haber atropellado a su hermano).
- ...manejando peor que choferes de micro en domingo.
(Rodrigo se pone de pie con ayuda del poste, da otro trago a la botella y mira su reloj).
- Pinche Marta, creo que ya no va a venir.
(En el cielo, el sol comienza a dibujar contornos en las nubes).


Texto agregado el 04-08-2002, y leído por 747 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-12-2007 Que mujer! acostarse con el hermano de su novio... como puede hacerlo? hay que tener cuidado. Mewpher
27-08-2002 no habia leido este, creo que tube la imagen mental de los postes y los eternos ebrios que los sotenemos... :) piratrox
 
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