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El Gallo


Parte 6 - Los Preparativos


Un par de días después, Don Balio hacía un llamado público para crear la milicia local, que él mismo llamó, Ejército Hadiano. Pero como era de esperarse, el reclutamiento primero fue de vagos, borrachos, polizones del último barco y algún forastero llegado sin razón al pueblo.

-Con un ejército de chusmas y alfeñiques seremos aún más carnada del Duque- protestaba el alcalde cada vez que Fuentez le traía las listas de voluntarios.

Pero las coincidencias existen. Una disputa en una de las tabernas principales de la ciudad terminó con la vida de uno de los parroquianos en disputa y con la de dos de los subalternos de la guardia. El ebrio violento resultó ser un nativo indignado por la muerte de su familia en una de las conquistas del sur en nombre de su majestad y al vociferar en contra del Rey, un obsecuente lo retó sin imaginar tal despecho y habilidad. Esa misma noche el alcalde, informado de la pérdida de un importante contribuyente y peor aún, de dos de sus pocos hombres entrenados, decidió no esperar más. La conscripción comenzaría a la mañana siguiente, peones de campo, herreros, marineros en vacación fueron obligados a prestar juramento bajo el filo de una espada.

Y el panorama cambió bastante. Fuentez fue el encargado de organizar los entrenamientos con un muñeco de paja, el cual sólo duro cuatro enfrentamientos, la fortaleza de algunos reclutas y la amplia destreza de otros, lo hacían ver como un juego. La paga al principio fue buena, en especial cuando se organizaron guardias para los más adinerados que gustosos pagaban un sobre impuesto y esto acallaba un poco la protesta de los conscriptos y sus familias. La Guardia de Hadián incrementó su número de doce a treinta y en especial su calidad y sus funciones. Comenzaron las salidas al bosque, en busca de bandidos para los informes y de algún animal exótico para las cenas del alcalde. Pero en general el clima era de tranquilidad y los robos, si bien habían disminuido seguían existiendo, casualmente en aquellas zonas en que el vecindario se resistía al sobre impuesto.

Entre los mejores reclutas estaban el hijo del herrero, el hijo del posadero, dos extranjeros que llegaron en busca de trabajo, un soldado retirado del ejército real que no encontraba el rumbo de civil. Tal revuelto de personalidades daba su tono de vez en cuando, pero era útil para que Fuentez reafirmara su rol de Jefe de Guardia. Propinaba gritos y órdenes y le daba uso a la cárcel local con los castigos a sus subordinados. La disciplina fue mejorando, así como la costumbre a las tácticas militares, por lo menos a las que conocía el jefe. Pero cuando iniciaban los operativos no entendían bien las órdenes y el alcalde se impacientaba con cada queja. En las redadas, rompían lo que encontraban a su paso y más de un vecino terminaba en el calabozo con severas heridas en la cabeza, hasta que se daban cuenta que era el propietario de la casa robada.

Texto agregado el 05-12-2007, y leído por 162 visitantes. (1 voto)


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