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Era un hombre, eso te lo aseguro, algo pequeño, tal vez demasiado grande. Era un hombre, o eso pretendía ser, era como cualquiera, como vos o como yo, pero era un hombre diferente a vos y yo, porque vos sos vos, y yo soy yo, y ese hombre no era ninguno de los dos. Lo importante, aunque no es muy relevante, es que este hombre, o cifrado de aquel, se escondía, no se bien de que, y creo que él tampoco estaba muy seguro, pero que lo hacía lo hacía. Este hombre se escondía en la sombra más fina, de la rama más angosta, del árbol más pequeño que el bosque hoy podía revelar.

A esta cosa, digámosle hombre, no le gustaban las sombras, apenas si las utilizaba para esconderse. Era por esto que debía ser la más fina, de la rama más angosta, del árbol más pequeño que el bosque hoy nos podía revelar, así podría escapar cuando quisiera de ese espanto, que la sombra no la domine, sino que el domine a la sombra.

Todo sabemos, y sobre todo ese hombre, que las sombras no dominan a nadie, por la simple razón de que son sombras, son objetos inanimados, es más, ni siquiera son objetos, son un pedazo de no cosa que, si no fuera por nuestros ojos, ni cuenta nos damos de su existencia. La sombra no puede ni invitarte a tomar un té, menos enseñarte de que color es la nieve en primavera.

A lo que iba, el hombre que aquí, en este intento de relato trato de revelar, no era un idiota, ni estaba próximo al manicomio. Era un ser inseguro que quería tener todo bajo control, que la luz y la sombra estén al alcance de un respiro, que al abrir la puerta sepa quien espera del otro lado.

Sin embargo, nada es tan fácil en la vida. Como vos sabrás, el sol con respecto a un punto de la superficie de la tierra se encuentra en constante movimiento, y las sombras de los árboles, aunque sea el de la rama más angosta, del árbol más pequeño que el bosque hoy pueda revelar, oscilan al son del sol, que las manipula tal marioneta, trayéndolas de aquí para allá.

Nuestro héroe entonces (o villano, o el mote que más te gustaría adjudicarle) debía trasladarse, como su sombra, al son del sol. Esta situación no le agradaba para nada, pero era el mal más pequeño que pudo encontrar, y como te habrás dado cuenta, nuestro hombre, o por lo menos el mío, prefería las cosas pequeñas sobre las grandes.

Esta razón, que entre vos y yo acordamos llamar hombre, era harto metódico, no me preguntes porqué, no viene al caso. Lo interesante de la cuestión es que, después de años de práctica y estudios, el hombre diagramó un circuito por el cual rondar, teniendo en cuenta la hora, el mes, la estación y los veintinueves de febrero. Ningún acto esta librado al azar, cada hecho esta prescrito y nada podía suceder para evitarlo. La felicidad se hizo presente en el rostro de tu hombre, una vez más tenía todo bajo control.

Siempre, vos entenderás, hay problemas muy intrínsecos que perforan los pulmones. O sea, me dirás, qué ocurría los días nublados. Es curioso, porque ahora que me lo preguntas me he dado cuenta que siempre que nubló, llovió, siempre que llovió, nuestro hombre lloró, y estos tres actos siempre se dieron en simultaneo. Nunca sabré si el cielo cerrado provocaba el llanto del hombre, o si la tristeza del hombre provocaba la lluvia de las nubes.

Bueno, como te creo un ser humano inteligente, supondré que te has dado cuenta que nuestro hombre es incansable, así que ni siquiera lo mencionaré. Te pasó a contar que, mi hombre, que al compartirlo contigo también es tuyo, ha comprado una lámpara muy grande, enorme, gigantesca, te sorprendería, ni Atlas podría sostenerlo por mucho tiempo. El hombre llamo un par de fletes que se los trasladaron, en un lugar explícitamente elegido por el hombre, para alumbrar para siempre el bosque.

Sin nada más que hacer, con su proyecto por fin realizado, teniendo todo bajo control, con una reluciente lámpara que alumbraba a todo lo que da, con el caos a kilómetro de distancias; duerme, por el resto de la eternidad, muy tranquilo ese hombre, abrigado por la sombra más fina, de la rama más angosta, del árbol más pequeño que el bosque hoy podía revelar. Que suerte no crees?.

Texto agregado el 11-12-2007, y leído por 235 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-03-2008 Yo encuentro en este texto tuyo, el segundo que me has recomendado leer, un inicio plagado de interesantes "idas y vueltas" o "formas contradictorias de significancia" pero, sin querer ser duro, se desprenden interesantes, pero son lo que son, suficientes -en mi lo causaron- para seguir leyendo. Hay un punto en el que no se si por creatividad impulsiva o por manejo editado del texto, el asunto del árbol pareciera que se excede o quiere salirse de la descripción de "hombre" que intentas. Creo que tu manejas bien aquello de "enganchar" pero puedes llegar a confundir al pretender conceptualizar todo en gran medida. No se si por crear generalidades conceptuales o por marcar un estilo determinado, vas avanzando como si se tratase de una espiral, redundas a manera de "llamados permanentes" ( y dejame decirte que eso no lo veo mal en este contexto) hasta llegar a un final que solo me dejó pensando en una sola cosa: Este texto debe perseguir algún significado, y quizá ese es el "algo que falta" en el inicio y claro, es lógico, los significados se construyen por más simbólicos que éstos sean, y esa construcción mira tú que te "toma todo un cuento". De hecho percibi que el "hombre" que a veces es un "no-hombre" o inclusive "lo que el lector desee" quizá simbolice la multiplicidad de la raza humana, que finalmente quiere todo fácil y rápido, que venia en el devenir del dizque desarrollo y se detuvo en algún momento para contemplar sus logros y quedarse eternamente en una sola faena. Una vida como diríamos, mediocre. Quizá tu texto sea un muy elaborado llamado de atención con mensajes subliminales a la actitud de más de un ser humano. Quizá me equivoco y solo perseguías el afán de marcar un estilo (muy ameno en realidad para mi como lector), y solo eso, un estilo. Sea como sea, aquí va mi sugerencia: cuando algo es una cosa u otra-creo, sin temor a equivocarme- que en términos de un texto como éste, puedes caer sin querer en generar un desentendimiento de lector, un estado de ausencia de conexión. Quien no te sigue, probablemente no capte el significado subliminal de tu enfoque (para mi bastante interesante). Estos efectos por cierto, pueden ser muy buenos o muy malos, dependerá de cuales sean tus objetivos con tu texto, como escritor. Por cierto, es probable que este texto simplemente ya esté vivo, muy por fuera de tus intensiones. Para concretar (siento que me contagié de tu estilo ;) ): Lo sabroso del texto es tu estilo, el contenido tiene mucha elaboración a tono con una especie de mensaje que si no conecta con tu lector, una creación como esta simplemente puede pasar desapercibida. Es probable que de ahi puedas inferir el por que con 104 visitantes obtienes 1 comentario y 1 voto. (A veces el maldito "marketing" es importante...no crees? ;) ). Saludos. te sigo felicitando por tu estilo, me encanta. pickard
 
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