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CUENTOS DE LO RARO
SILVIA ARCADI

1- FICCIÓN REAL


Otra tarde había caído calma y silenciosa en su habitación y, sin darse cuenta, ya estaba pasando también esa tarde y así poco a poco el entero día.
No sabía bien qué le pasaba, pero algo la tormentaba, la preocupaba, era tiempo ya en que se sentía perdida por un camino desconocido y estaba harta de fingir no darse cuenta. Su mente, sóla, había decidido reaccionar y, por eso, ese estado de ánimo, a veces triste, a veces pensativo, a veces furioso.
Tal vez estaba empezando a despertar de verdad, ya no podía creer que por las noches todo lo que vivía y sentía era simplemente un sueño, y más que a un sueño, en realidad, la comparación venía mejor con una pesadilla.
Pero aún así la curiosidad y la atracción hacia ese misterio la había llevado a buscarlo siempre, a no impedirlo por ninguna razón, porque en esos momentos la sed insaciable de placer carnal era tan fuerte que ningún comun mortal hubiera sabido resistirle.
Todas las noches cuando encontraba el sueño, él venía, se metía en su cama y la acariciaba, y como siempre, ella se complacía de esas caricias, sonreía mientras dormía. Luego, el deseo crecía y los cariños se convertían en un tocar excitante, febrífugo, crecía el calor en sus piernas y todo se enredaba: los pensamientos, las imágenes, los cuerpos, las sábanas y desde ese instante un instinto sexual, pasional y violento se adueñaba de su persona y se dejaba hacer todo y todo era increíble, se entregaba totalmente y terminaba felízmente vencida de placer. Luego, un sueño fuerte caía sobre ella, al cual no podía resistir y se dormía. Al despertar no recordaba mucho pero quedaba fresco el recuerdo consciente de lo que había vivido durante la noche.
¿No era increíble todo esto? , ¿ se estaba, a caso, volviendo una loca enferma?
Tal vez, pero aún así se sentía la felíz victima de algo concreto, no podía creer que todo lo vivía en su imaginación.
Ella lo recordaba todo porque estaba despierta y tocaba de verdad un cuerpo de hombre: le tocaba las manos, los brazos, los hombros, la espalda, el cabello, el miembro sexual, la cintura, todo. Lo que tocaba era real.
Igual que besaba una boca, sentía una lengua, suave y caliente que rozaba su piel.
No estaba loca pero al mismo tiempo no veía nadie, estaba oscuro y sobretodo no lo impedía nunca, se dejaba llevar y le permitía jugar con ella.
Cuando decidió reaccionar, lo hizo de esta forma: puso un despertador a las cinco de la madrugada, para poder oir algo mientras hacía el amor, o para poder recordar más detalles o para simplemente ver al hombre misterioso que amaba cada noche.
Nunca lo había hablado con nadie, no se atrevía, tenía vergüenza, también porque, según ella, la historia se había puesto grave gradualmente. De hecho, al principio de todo pensaba soñar siempre con lo mismo todas las noches, uno de esos sueños eróticos que suelen repetirse a menudo, pero ya sus sensaciones y estados mentales se habían convencido de que no se trataba de un sueño.
Al principio de todo también hay que decir que no le daba mucha importancia, pero sí recordaba bien de no haber soñado nada aquella veces que había dormido con alguién “de verdad”. En esas ocasiones él no había venido. Pero si venía, con igual determinación, las noches que había estado con alguién y luego por varias razones había vuelto a dormir en su casa, porque solo en su casa, en su habitación, en su cama, él venía, en las ajenas no, nunca lo recordaba.
También había investigado si en unas de estas visitas el se había dejado algo y nunca había encontrado nada y tampoco nunca le había desaparecido nada y también había preguntado al conserje de su edificio si alguna vez algún hombre había preguntado por ella durante su ausencia y tampoco con esto había tenido clarificaciones.
Es que algo le había caído encima, una historia surreal pero cierta, verdadera como el hecho de existir. Se sentía la elegida por alguna fuerza oculta, como en las historias de vampiros, en donde éstos después de escoger la víctima de su provecho la embrujaban totalmente para apoderarse de un alma débil y a la vez privarla de todo sentido humano.
En los momentos en que recordaba lo sucedido de la noche anterior, se decía y se juraba que en el encuentro a venir iba a preguntarle quién era, iba a encender la luz, aunque sabía bien que el plan no resultaría porque muchas veces se había dormido con la luz encendida y cuando recibía su llegada ya todo estaba oscuro otra vez.
Pero al final no hacía nada y nunca le decía nada, su mente quedaba completamente en blanco, y su cuerpo, entretenido y sin descanso, sólo se concentraba en embriagarse de deseo.
Todo esto duraba hace tiempo ya, y, en un primer momento, era un fenómeno que se manifestaba solamente por la noche, pero no por una cuestión temporal, sino porque coincidía con la caída de su mundo onírico. Pero luego el sueño despertaba otro mundo en donde pasaba todo lo que pasaba y no vivía en un sueño, vivía en lo real.
Esta explicación debió darse para convencerse en no buscar nunca ayuda y en guardarse todo dentro, como un secreto incapaz de ser contado.
No fue fácil en algunos momentos, ya que hace no mucho tiempo, cuando todavía salía a relacionarse de forma “normal” con la gente, había pasado
que viviese ratos cariñosos con otros hombres y que llegase hasta casi a desarrollar una relación con alguién. Pero, con el tiempo, estas pasajeras aventuras llegaban a su conclusión. Nada la llenaba tanto como en las noches en que él venía a visitarla y ella allí, sola, en la espera de lo que más deseaba en ese momento.
Cuando dormía con otros él no venía, no había lugar para él y la vez después, cuando finalmente podía volver, su pasión era más ardiente que nunca, con un sentimiento enfadado y dolido al mismo tiempo.
De esta forma empezó a alejarse de todo su mundo conocido y a quedarse sola. Sola, sin nadie que la buscara o preguntara por ella, sola, en su casa, en su habitación.
Su entera vida social desapareció y su entorno cotidiano se redució a su dormitorio, siempre a oscuras, con las cortinas tiradas a todas horas y en silencio, roto de vez en cuando por gemios gozozos de momentos de locura. Como algo que fue precipitando poco a poco, con lentitud pero progresivo.

Pero esa tarde tenía un sabor diferente, y un olor dulzón, relajante. Debió darse un baño aromático antes de acostarse y luego todo lo que pudo haber pasado en esos momento es un cuento misterioso, que no tiene un final, tiene muchos, pero tal vez lo que debe haber pasado de verdad es lo que sigue:

Cuando alcanzó el sueño él llegò y ella, por primiera vez, sintiò el deseo de verle el rostro y los ojos y se levantò de sobresalto y lo viò. Viò por fin su cara y quedò petrificada y helada por el asombro que le parò el corazòn.

Encontraron el cuerpo después de algunas semanas de deceso. La mujer había tenido un bloque cardiaco en el sueño. La luz de la lampara en la mesita de noche aún estaba encendida y nunca nadie logró descubrir quién
había podido violar durante tanto tiempo un cuerpo femenino con y sin vida, sin nunca revelarse.

Texto agregado el 17-12-2007, y leído por 73 visitantes. (0 votos)


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