Blandía lívida su dulce lengua el ocaso, su néctar de oscuridad incipiente sobre los cuerpos enardecidos de deseo…
Vocablos enajenados en la frustración, en una iridiscente sufusión de hormonas… vocablos apretados en un flash vertiginoso, como denso reflejo de ese tiempo en que éramos aroma de secuencias trémulas… cayendo de a poco en la penumbra irreverente… en la atractiva y cruel intemporalidad, ese artilugio que torna a los seres mágicos gradual y sigilosamente en burdas muecas de la realidad… sofismas de un error que entumece y ciega.
Un vaivén de fragancias y fluidos intercambiables, acres y salvajemente arrobadores… despertando entre jadeos.
Noches sin sueño, sin quererlo, entre neblinas…
Noches ardientes y un desarticulado tribio de sensaciones heterogéneas, ciegas… cual ominoso desatino que brega por morigerar el desafecto y las horas asépticas del desamor… tontamente, entre ósculos de pasión sangrante, como en un juego, un acertijo… o si quieres, aún mejor, como la vida misma…