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Romualdo Newton Martinez, nieto legítimo del célebre físico y matemático ingles, Sir Isaac Newton Valdez. Relata en algunos fragmentos de sus memorias, publicadas hace ya algunos años, de cómo su abuelo indirectamente, fuera el causante de que el intenso apasionamiento que siempre sintió por el baseball en los maravillosos años de su infancia, fuera cediendo terreno en su preferencia, ante el impetuoso avance de la armonía y belleza, que surge de combinar colores, olores y sabores en un exquisito plato de “Newton’s Calamars con pimientos maduros”. Ingenioso invento patentado por Romualdo y que lo llevara a la fama, como uno de los mejores Chefs de cocina del mundo.

Era una soleada mañana de verano, - cuenta Romualdo en sus memorias – recuerdo que mi abuelo, mi fiel perro “euclides” y yo, paseábamos felices por el campo. Bueno, al menos yo me sentía feliz; corriendo libre por las praderas, acosando mariposas y tirando piedras a los lagartos que se asomaban entre los árboles. Objetivamente no puedo asegurar si mi abuelo disfrutaba del paseo tanto como yo, cada vez que volteaba mi mirada hacia el, lo veía de mal humor, esperando que “euclides” saciara sus necesidades del cuerpo. Necesidades que le surgían cada vez que se encontraba un nuevo árbol.

Aquel día decidí preguntarle al abuelo, si sabía como se lanzaba una “ScrewBall”, y si me podía enseñar. Estaba convencido que dominando ese lanzamiento, no sólo podría dominar mejor a los bateadores contrarios, sino también podría alcanzar los evasivos lagartos, que se sentían protegidos de mi detrás de las ramas.

A mi abuelo, ante la pregunta, se le llenó el rostro de una paternal y compasiva apariencia, e inmediatamente, amarró - como era su costumbre - a euclides a los pies de un frondoso manzano, mientras nosotros nos sentábamos bajo una sombrilla desarmable que el traía para la ocasión.

-¿Sabes como se lanza una “recta”?, me preguntó el abuelo, como para empezar una larga explicación.
_¡Claro!, respondí inmediatamente.- quería obviar adornos excesivos y que fuera directamente al grano en su explicación.

Una suspicaz sonrisa del abuelo, anunciaba que aquella ingenua pregunta mía, iba a traer algún problema colateral.

-Para lanzar una recta – empezó a explicar abuelo, mientras extraía su block de notas y un lapiz – necesitas, conocer algunos datos iniciales:

-Necesitas saber primeramente la distancia desde el Box, y el Home, la altura del montículo desde donde harás el lanzamiento y el peso de la bola.

-solo después de esto, podrías calcular aproximadamente con que velocidad inicial deberías lanzar la pelota para que esta llegue con suficiente fuerza a la mascota del catcher.

-mientras me comentaba esto, escribía unos garabatos en el block, y unas fórmulas, que hoy, luego de tantos años aun no he logrado comprender.

-A este sencillo cálculo inicial - continuaba-, debes agregarle una primera corrección. Para ello debes tomar en cuenta, también tu estatura, y la longitud de tu brazo de lanzar, sólo así podrás asegurarte, no solo de la velocidad angular con que se tendrás que mover tu pequeño brazo romualdito, sino también, en qué ángulo debes soltar la pelota, para que el lanzamiento sea efectivo y caiga donde quieres que caiga. Por tanto, si multiplicamos la velocidad, por el coseno del angulo….

A esta altura de la exposición, ya mi abuelo era incontrolable en su locuacidad. Seguía explicando cosas inentendibles para mi frágil inteligencia de apenas 7 años. Sin embargo, algo me hacía ver, que la cosa era más difícil de lo que yo pensaba en un inicio.

Imaginen, que yo me creía, un excelente lanzador de “rectas” y “curvas”, cuando pitcheaba en los campeonatos que se hacían en mi escuela, y ahora según esta explicación caigo en cuenta que yo no sabía ni tirar una recta.

Mi abuelo, no paraba de hablar y garabatear hojas de papel en su block, y me alertaba sobre otros parámetros a tener en cuenta, como que: con la rotación de la pelota, se generaba una fuerza centrífuga, que era la causante de la variación en el desplazamiento rectilíneo original, y que esta variación podría ser hacia un lado u otro según el sentido de la rotación. En eso andaba el, cuando le interrumpí, entre sorprendido y temeroso, con otra preguntita de las mías.

-Abuelo… y hay que hacer todas esas cuentas, para aprender a lanzar una ScrewBall.?

Mi abuelo, sin alterar su tono alegre y entusiasmado y en medio de una risa, me dijo:

-Pues ¡claro!, ¿crees que la pelota va a ser tan inteligente, como para hacer esas cosas, sin que una persona la dirija?.

No le interrumpí mas, seguí oyendo su explicación hasta el final, un poco por respeto, otro poco por admiración, pero también porque además, ya se me habían quitado las ganas de tirarle piedras a los lagartos, pensando en cómo durante todo este tiempo ellos, se habrían estado burlando silenciosamente de mi, y mi ignorancia, cuando intentaba alcanzarlas, sin saber siquiera como se tiraba una recta. Y ¿qué decir de mis amigos del colegio.. que sí son inteligentes y deben saber de esas fórmulas del abuelo?

En fin que mi pasión por el baseball, murió allí mismo, en aquella veraniega mañana de paseo con mi abuelo, pero no sólo fue esa la consecuencia. Este hecho abrió un profundo trauma en mi siquis, que vivió conmigo durante muchos años..

Apenas comenzaba a sentir un sutil impulso por arrojar un papel a un cesto de basuras, o lanzar un objeto cualquiera que fuere, cuando otro impulso contrario, motivado por el recuerdo de mi profunda y bochornosa ignorancia, me frenaba de golpe y tenía que ir directo hasta el lugar de destino, donde depositaba el objeto, delicadamente y sin tirarlo.

Me sentía terrible, indigno de mi encumbrado linaje y apellido. Estos traumas me llevaron a una consulta siquiátrica, cuando tenía ya 22 años de edad y había terminado mis estudios de gastronomía.

…Allí me hablaron, de dos hemisferios cerebrales que todos tenemos desde el nacimiento, y que con un hemisferio: el izquierdo, todo lo hacemos con un asombroso grado de detalle, mientras que con el otro: el derecho, miramos las cosas con un enfoque global, y no precisamos hacer cálculos exactos para obtener iguales resultados.

Que todas las personas logran desarrollar una interrelación armónica entre ambos hemisferios, a menos que una enfermedad, o un golpe traumático mutilara alguna de las dos partes, provocando un desequilibrio que haría predominar a uno sobre el otro, y que en mi caso, no creían que existiera ninguna anomalía de ese tipo.

Parece que fue suficiente, esa explicación, para que desaparecieran mis traumas completamente, y mi lado izquierdo se recuperara felizmente de su prolongado letargo. Pues rápidamente, saque un lápiz y un papel, al estilo de mi abuelo, hice algunos dibujos y cálculos, y comprendí perfectamente que aquella manzana del accidente que tuvo el abuelo, le había caído justo al lado derecho de su cabeza, y que tuvo mucha suerte, pues sólo le destruyó el hemisferio derecho de su cerebro, y aún así, pudo seguir vivo, y creando toda una teoría científica que le inmortalizó para las ciencias y para la historia de la humanidad. Lamentablemente, mi pobre perro euclides no tuvo la misma suerte en aquella remota mañana.

Texto agregado el 20-12-2007, y leído por 94 visitantes. (5 votos)


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