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87 de Amor: El niño y la anciana en una navidad venezolana


87 DE AMOR

Es una tarde de diciembre, justo a la hora de contar cuentos. De la cocina viene el aroma del mes, las deliciosas hallacas que pronto serán degustadas por la familia íntegra. La anciana y su nieto se encuentran sentados cerca de la mesita, que tiene como centro una planta de navidad, donde también descansa un hermoso ejemplar del libro que leerán. Al niño le encantan las historias. Sin embargo, además de la fiesta de olores de la cocina que mantiene su olfato alerta, hoy tiene otra distracción: mamá, papá y sus hermanos circulan de aquí para allá, sacando las cajas y paquetes que por doce meses mantuvieron los objetos navideños lejos del polvo y los accidentes. De ellos, ahora salen luces que la mamá enciende para probar. Además, se descubren las figuras de madera del Niño Jesús, María, José y los Reyes que poblararán el Nacimiento junto a las casas, el establo, la fuente y los animales. Los envoltorios, llegados horas antes, esconden el papel y los lazos para acicalar las puertas, y bajo las advertencias de cautela del papá se extraen los recién comprados adornos. El hijo mayor tiene la gran responsabilidad de dibujar en cartulina la estrella de Belén, que más tarde ubicarán en el cielo del pesebre. De repente el niño cesa de observar la escena y se dirige a la anciana. ¿La navidad siempre ha sido así? Pregunta. La verdad, sí. Responde ella. Cambian las personas y algunas cosas, pero la esencia sigue siendo la misma. Mi mamá solía hacer lo mismo que tu madre hace ahora. ¿Y cómo eran los preparativos? De nuevo inquirió el niño curioso. El 24 de diciembre era el día cuando organizabamos la cena navideña. Todos trabajabamos arduamente en la preparación de las hallacas, el dulce de lechosa y el pernil relleno, y nuestra recompensa era muy grande: A las 12, cuando el Niño Dios nacía, nos sentábamos juntos en la mesa a saborear los ricos platillos. Después los pequeños, nos dirigíamos a nuestras habitaciones, a buscar debajo de las camas lo que el bondadoso Niño Jesús había dejado como obsequio. La navidad es un tiempo de alegría y renovación, querido nietecito. Diciembre constituye lo nuevo y fresco, así como eres tú. En navidad, el año vuelve a tener siete año. ¿No será más bien que cumple 80 años como tú, abuelita? La abuela sonríe generosamente y en este instante los dos se abrazan y forman un enorme 87 de amor.



Texto agregado el 23-12-2007, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


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