La función está por comenzar

Violines decadentes alumbran el paso,
la función está por comenzar,
el telón de terciopelo negro alza,
alcanza las estrellas efímeras sin luz propia,
una hermosa virgen desnuda acostada
e inerte sobre el escenario,
un hilo de sangre corre por la tarima de maderas finas,
camina entre las uniones de tabla con tabla,
de vida con vida,
de muslo con muslo.

¿Por qué llora triste el público?
¿Por qué la única actriz de esta obra ha fenecido
llevándose consigo todos los aplausos que le
pertenecían y que hurtó de las manos
de sus más aferrados seguidores?

El hilo de sangre baja las escaleras del escenario,
una a una,
se acerca a los pies del público,
empapándolos de un rojo mortal,
marcándolos de por vida
con una M de muerte sobre sus frentes;
cayendo así uno a uno, como pequeños soldados de carne y hueso.

El teatro gótico se llena de exhalaciones fúnebres,
enrareciendo el lugar con una neblina violácea,
con un olor a sangre fresca:
festín a vuestros colmillos.

Las luces disminuyen lenta y dolorosamente,
reviviendo la bella oscuridad:
amante, dulce amante;
mientras los ojos de aquella actriz advierten
el manto negro que recubre el lugar,
e, inyectados de sangre, se abren clamando por vida,
vida negada por los siglos de los siglos,
vida que nace de la muerte.
Muerte que muere lenta y sutilmente.


Sergio Covarrubias