Desde hace mucho tiempo lo venimos escuchando, no es en sí una novedad sorpresiva, sin embargo hablar de eso no es recomendable, su presencia yace bajo cada instante desde hace milenios y aún así el mundo intenta esconderlo.
A veces siento el espacio que separa el mundo fenoménico de aquello que es permanente, quizas cuando escucho el mar ir y volver sin moverse y bailando, o cuando el viento empuja las hojas de las palmeras creando un susurro del que nadie quiere escapar.
Una mirada verdadera es luz mirando luz...es un instante que fusiona las posibilidades, no es nada y es todo, puesto que es el infinito.
¿Cómo determinar el grado de realidad de los sucesos? Me pregunto si cuestionarlo todo es una enfermedad incurable, insaciable. Aunque humildemente pretendo desentrañar las dudas que en mi mente anidan, observo que al fin y al cabo mi mente es la realidad que me pertenece, o más precisamente a la que yo pertenezco. Y profundizando aún más, percibo que esa realidad es de naturaleza cambiante, y solo permanece aparentemente en ciertos estados o formas a raíz de mis decisiones.
Así que somos un flujo de consciencia infinito que no está separado de nada, no somos entidades individuales estáticas como plantean muchos, somos un flujo.
La fluidez es una característica esencial de la naturaleza, y nuestras mentes son fluidez. Que lo ignoremos y hagamos que éstas parezcan cuadrados fijos es el motivo fundamental por el que somos un mundo patológico.
El mundo psíquico está regido por el Cosmos, y si alguien quiere demostraciones científicas debe indagar y sobre todo dejar de lado el escepticismo que frustra la evolución de las consciencias...que son una.
La búsqueda del ser humano recién empieza.