| Diciembre de 2007, para Irene.
 
 El miedo anda suelto. En el momento justo reinaba la desorientación, el desorden, y todo el mundo estaba corriendo en una sala, antes apacible. Todos arriba y abajo buscando algo, e iba su vida en ello.
 
 -¿Cómo se ha podido perde la lista?- preguntaba la voz profunda.
 
 -Ayer estaba aquí.- respondió un elfo enano. -Ayer estaba aquí.
 
 El elfo lloraba, a lo cual Santa Claus le dijo:
 
 -No te preocupes, se encontrará a tiempo.
 
 Pero era el 23 de diciembre.
 
 -¡Una pista!- gritó un duende desde el fondo.
 
 Santa Claus y el elfo corrieron y vieron que se trataba de una tela. No una tela cualquiera. Era un trozo de seda retardante, para detener el tiempo.
 
 -¡Un trozo de la capa de Melchor!- reconoció la tela Santa Claus.
 
 -¡Los Reyes Magos!¿Cómo se atreven?- preguntó el elfo
 
 -No sé.-Pensaba Santa Claus.- Monta sobre un reno y vete a Oriente.
 
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 En un punto lejano, en Oriente, los Tres Reyes Magos se dirigían alegres a la sala de lectura, donde se guardan todas las cartas. Ellos aun tienen tiempo, e iban a empezar a leer las cartas de tolos los niños cuando abrieron las puertas y ¡horror!.
 
 -¡Ha desaparecido toda la correspondencia!- atónito dijo un paje.
 
 -¿Cómo ha podido ocurrir?- preguntó Baltasar.
 
 -Veo algo en esa esquina.- Dijo Melchor.
 
 -Para ser el más viejo, tienes mejor vista que ninguno de nosotros.- Dijo Gaspar.
 
 Atravesaron los tres la grna sala, y vieron un trozo de armiño.
 
 -¡Santa Claus!
 
 -¡Papa Noel!
 
 -¡San Nicolás!
 
 -¿Porqué ha hecho ésto?-preguntó el paje.
 
 -Yo también me lo pregunto.- Dijo Gaspar, añadiendo: -Coje un camello y dirigeté al Norte, a la casa de Santa Claus.
 
 Asi es que la Nividad está en peligro.
 
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 Al día siguiente, ya por la tarde, cuando todos los bares y tiendas cierran, el elfo enano llega a Toledo, en su camino a Oriente. Desanimado, hace una pausa en Zocodover.
 
 Un paje desmoralizado termina de subir la Cuesta de las Armas, llegando, tambien, a Zocodover.
 
 Rápidamente, tanto el elfo como el paje, se percatan de la presencia del otro. El ansia de venganza se apodera del paje, que se dirige corriendo al elfo.
 
 -¿Tú qué haces aquí? ¿Qué has hecho con las cartas?
 
 El elfo, en vez de huir de miedo, se enfrenta al paje.
 
 -¿Vosotros qué habeis hecho con la lista?
 
 Continuan los dos enviados, en la mitad de la plaza, peleando, discutiendo y reprochándose todo.
 
 -¡Existís!-Grita una niña, de unos cinco años.
 
 El elfo y el paje pararon, y avergonzados, huían escondiéndose en cualquier parte; pero la niña dice:
 
 -No os escondais, ya os he visto.
 
 Salieron de detrás de una farola y un banco el elfo y el paje.
 
 -¿Por qué peleais? Preguntó la niña.
 
 -Este año no vas a tener regalos, ya que Santa Claus no tiene la lista de reparto, lista robada por ellos.- Respondió señalando al paje.
 
 -Estoy seguro de que tú recibes los regalos de los Reyes Magos. Ellos no tienen ninguna carta, ni tuya y de ningun niño, por que él nos las han robado.- repuso el paje, señalando al elfo.
 
 -Existe Santa Claus y los Reyes.- dijo emocionada la niña.
 
 -No creo que Santa Claus ni los Reyes hicieran esas cosas horribles. Santa Claus es bueno, igual que los Reyes Magos. Ellos no roban.
 
 -Sí, si. Nos tienen envidia.-Respondieron el elfo y el paje a la vez.
 
 Empezaron el elfo y el paje los reproches, y la discusión iba en aumento, ya que aparecieron Santa Claus, los Reyes Magos, la bruja Befana y el carbonero Olentzero. A ellos les había desaparecido los regalos.
 
 Apareció des suelo un monstruo, enorme, con una frase grabada en el pecho: "Sólo yo".
 
 -Ja, ja, he destruido al fin la Navidad.- Reía jactancioso el Demonio Egoísta.
 
 Y cuanto más reía el demonio, másalta y severa era la discusiín de todos. La niña se dió cuenta y se dirigió valiente al demonio.
 
 -¡Oye, tú! La Navidad es de todos, no pueden destruírla.-Espetó la niña.
 
 -¡Quita, mocosa!-El demonio la dió un manotazo que dejó la dejó malherida.
 
 Los Reyes Magos, Santa Claus, Befana y Olentzero fueron apresurados a ver a la niña.
 
 -Por nuestro egoísmo hemos dejado que pase ésto.-Dijo Melchor.
 
 -Este sacrificio es el espíritu navideño.-Dijo Santa Claus.
 
 -¿Podemos salvar a la niña?-Preguntó la bruja.
 
 -Nosotros no, pero Él si que puede.- Dijo Olentzero.
 
 El carbonero se referia a un niño de unos tres años, rubio, que riendo se acercaba.
 
 -¡Jesús!-Reconicieron los Reyes.
 
 Sonriendo, se acercó a la niña, la tocó y empezó a jugar con ella, totalmente curada.
 
 Extendió su mano sobre el demonio, y este huyó despavorido.
 
 Está amaneciendo un nuevo día, Santa Claus, triste, pregunta:
 
 -¿Qué voy a hacer este año?
 
 Se le acerca un duende, que sofocado le dice:
 
 -¡Al fin lo encuentro! ¡Vamos, Santa Claus, que tenemos trabajo que hacer!
 
 -Ya no, estamos a 25.- Dice Santa Claus.
 
 -Ja, ja; no, estamos a 24.
 
 Sorprendido Santa Claus, ve como el Niño Jesús guiña un ojo, y se va riendo por la calle del Comercio.
 
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