Con un ojo entreabierto siento como la arena golpea mi vista con una furiosa brisa que se hace cada vez mas amenazante. Mis piernas inmoviles se resignan pacíficamente gracias a un cansancio pocas veces percibido por mi cuerpo y asi como las líricas de una canción de carga funebre se genera una composición amarga y triste; mi cuerpo sumido en su realidad, abandonado y agonizante.

Puedo escuchar el canto de las olas azotando la costa y mi reducida persepción visual se agota lentamente mientras observo a la lejanía decenas de cuerpos que abandonan su existencia, asumiendo su suerte entre la humedad y compuestos salinos.

Nunca me habia ubicado en este entorno, pocas veces sugerí el hecho de presenciar la grandeza del oceano y nunca acostumbré a tratar el tema del peligro frente a mis ojos, ahora asumo que es el precio de la ingratitud frente a algo tan poderoso

Algo tan simple como el reducirce a ser un punto en una gigantesca hoguera alimenta mis deseos de rendirme frente a lo inevitable.

Una repentina recaida desnutre mis organos interiores mientras llamo a mi mente las ultimas imagenes traidas a mi recuerdo; un buque en medio de una tormenta, la falta de control, el abandono, arena y el reflejo de una luz en la inmencidad incuestionable del oceano.