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LA PRIMERA VEZ

Por Jose Rafael Hernández

Henry contempla los transeúntes que van de un lugar a otro del terminal aéreo.
Mira su reloj de pulsera y se percata de lo temprano que es.
Ha llegado mucho antes de lo previsto y la voz medio dormida de Marina se lo confirma.
.- ¡Alo! Ya he llegado
.- Espérame un rato mientras me ducho, visto y llego hasta allá.-
Más que una contesta es una suplica.
La mañana está fría, durante horas la lluvia estuvo llenando las calzadas.
Frota con sus manos el suéter de algodón.
Busca en el archivo de su memoria recordar otros momentos vividos en la ciudad, pero luego decide borrarlos, para que el encuentro que se le avecina tenga ribetes de novedad y exclusividad.
Ha sido difícil llegar hasta allí, sus ocupaciones le absorben el tiempo de una manera despiadada, dejándole en el borde mas profano de la esclavitud vivencial, pero sin dudas ella se lo merece.
Mas allá de los convencionalismos o de la clasificación aleatoria de lo que puede ser encasillado dentro de la locura, hay momentos que llegan abriéndose paso entre las banalidades que engloban las causas o los motivos de lo que debiera ser bueno o malo, propio o impropio y esos instantes tienen un lugar preponderante en la vida de cada uno de los seres y la conjunción de tantas empatáis y secretos sin duda son los ingredientes principales en esta ocasión.
Una voz a lo lejos, unos escritos que estrechan los kilómetros que los separan, el desenfado de estar sumergidos y sentirse prisioneros dentro de un universo hostil que los agobia, son sin duda factores que han movido como hilos invisibles la osadía de brincar la verja de la cotidianidad y robarle unas horas a los impulsos.
Mientras su vista va mirando abrir los ojos al sol, el tiempo incólume va aminorando el ritmo y acercando cómplice el encuentro.
Tras más de media hora de espera, la ve venir a lo lejos, con gesto de alegría y confusión, tal vez presionada por sus pensamientos que frenan la efusividad o con el eterno temor femenino de lucir bien.
Espera que llegue a su lado, sin dudas lo ha reconocido por su suéter que ya le da calor dado que la temperatura ambiental se ha ido elevando.
.- ¿Henry?
.- Hola Marina
Le da un beso en la mejilla como señal de saludo.
.- Disculpa que me haya demorado, pero el ómnibus ha tardado más de lo acostumbrado en llegar y…
.- Tranquila, no te preocupes- la detiene.
.- ¿Cómo fue el viaje?
.- Bien, todo normal, no me ha dado tiempo ir hasta el hotel, ¿Me acompañas?
.- Sí, por supuesto.
Se percata de que su equipaje se encuentra aún allí.
Toman un taxi.
Charlan, como si se conocieran de siempre, a pesar de que es la primera vez que se miran a la cara.
Ni siquiera una fotografía antecedía a todo.
Tal vez en el fondo nunca pensaron poder compartir de la manera que ahora lo hacen o los caprichos del destino los colocaron en el misterio de tener una cita a ciegas.
Sus compromisos y su libertad de moverse o disponer del tiempo son mas carceleros que los míos, sobre todo en una sociedad donde ellas tienen el freno de la moralidad envolviendo cada uno de sus actos -piensa él- mientras el taxi los deja a las puertas del sitio indicado.
Los registros de rutina se convierten extrañamente en minutos impasibles que presagian horas sin fin entre el misterio de la ciudad que deja de roncar para gritar.
.- Puedes esperarme acá mientras subo.
.- Te acompaño.-
Seguidamente los pies van acortando los escalones que se hacen largos.
Ya en la habitación registra su equipaje y extrae un obsequio celosamente camuflado entre su ropa.
.- Te traje esto.
Lo mira a los ojos como buscando explicaciones que parecen no tener sentido, que han naufragado desde hace minutos sin la oportunidad de navegar.
.- También te traje algo.
Registra su bolso e igualmente tiende su mano obsequiándole, al igual que él, un libro de poesías.
El silencio sustituye las palabras.
Henry lo rompe leyendo un poema.
Marina escucha sumergiéndose entre las rimas que vibran al compás de sus latidos.
Al finalizar ella le responde de igual manera.
Ahora es su voz quien se enreda en la piel que el cansancio del viaje no ha podido adormecer.
El toma sus cabellos con un gesto infantil y los acaricia durante segundos.
Ella lo mira buscando olvidarse de sus limitaciones.
Intentando no ahogarse entre la sensación de sosiego y paz que ha ido atrayéndola.
Henry intenta no dejarse llevar por esa magia que da colores exóticos a las paredes y abraza con su perfume los bordes de la cama donde las distancias se pierden al cálido contacto de los cuerpos, pero los labios de Marina, su ímpetu de libertad y la entrega de sus miedos, son obstáculos muy difícil de vencer y sus dedos, gitanos de mundos, palpan debajo de las ropas el frenesí que la libertad sin condiciones ha depositado en sus esqueletos moribundos que se desarman al ritmo de las respiraciones.
Por sobre esa sanguinaria fiera que se engaña dándole propiedades a los seres, saben que los lapsos que anteceden a la felicidad, son nudos sin amarres que se rompen entre sensaciones que llevan a la sicotropica esencia a incursionar en los mundos intensos de la pasión, que se suma multiplicándose sin la necesidad del freno que pueda apagarlo.
Son fantasmas en el cosmos, astros que se redescubren entre la elíptica orbita de los brazos y piernas que han conseguido continuidad para detener el tiempo.
Aunque el mundo deje de girar ya han descubierto que son libres aunque sus vidas estén atadas a otros.


Texto agregado el 30-12-2007, y leído por 96 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-12-2007 Es la primera vez que te leo, pero me alegro de haber descubierto a un escritor de talento. Me agradó leerte. 5* zepol
 
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